AHORA, CATALUÑA

 

 Editorial de  “ABC” del 29.05.2003

 

LOS resultados de las últimas elecciones en Cataluña revelan el crecimiento de dos partidos, ERC e Iniciativa per Catalunya (IC), que pueden condicionar los comicios autonómicos a celebrar en octubre. Ni los socialistas ni mucho menos los convergentes, han podido capitalizar las protestas contra la guerra o contra los proyectos educativos del Gobierno. En cambio, ERC e IC -que ha mejorado sensiblemente sus relaciones con el referente de IU en Cataluña- han explotado a la perfección los sentimientos de repulsa generados por la guerra y, además, una deriva independentista que ni el PSC ni desde luego CiU se muestran capaces -o incluso dispuestos- a modular, matizar o moderar. Parece claro que el crecimiento de estos dos partidos es obra conjunta de convergentes y socialistas. Los primeros, por la supuesta necesidad de generar sinergias con ERC de cara a mantener las opciones de Artur Mas. Los segundos, por idénticas razones electorales pero también por el trato de favor que han gozado ambos partidos en el Ayuntamiento de Barcelona, gobernado por el PSC. Conviene recordar que hace cuatro años Joan Clos, el alcalde de la capital catalana, obtuvo mayoría absoluta, pero su partido decidió incluir a IC y ERC en el gobierno municipal, en parte para corresponder al apoyo de IC en los años en que el PSC no tenía mayoría absoluta y en parte también para mostrar bien a las claras su capacidad para gobernar con una fuerza de izquierdas pese a ser independentista, como es el caso de ERC. El acceso de estos dos partidos a los fondos públicos, a los espacios de los medios de comunicación financiados por las entidades locales, el protagonismo cedido por el PSC en la política municipal y, en cierta medida, la similitud de programas han contribuido a engordar las opciones de ambos partidos sin que se reflexionara sobre la incidencia que todas esas concesiones podrían tener en una contienda electoral. Ahora, con el problema sobre la mesa, la reacción espontánea de convergentes y socialistas es la de mostrarse más radicales que nunca para garantizarse el apoyo de ERC y de IC tras las elecciones autonómicas. Tanto Artur Mas, candidato convergente, como Pasqual Maragall, candidato socialista, ya han mostrado, sobre todo a ERC, su predisposición al pacto, lo que no puede querer decir otra cosa, dados los precedentes, que se someterán de grado a los criterios independentistas de ERC.

Resulta insólito que en el caso de CiU no se contemple un acuerdo de base electoral más amplia con el PP, pues durante los tres últimos años ambas formaciones, con sus más y sus menos, con notorios altibajos, pero con un cierto sentido de la lealtad, han mantenido una colaboración cuyo balance sólo es cuestionado por los radicales. Y en el caso del PSC, resulta un tanto lamentable que se pretenda gobernar con ERC, aún en el hipotético caso de no necesitarlo, cuando un porcentaje muy alto de sus votos correspoden a personas que no pueden ser consideradas ni siquiera catalanistas, por no hablar de parte de su dirección, de un buen número de alcaldes y concejales y de la militancia.

La lectura que Maragall y Mas han realizado de los resultados electorales no ha incluido ninguna reflexión sobre lo que CiU y el PSC no han hecho o sobre la incidencia que determinados mensajes -sobre todo de Maragall- ha podido tener entre unos electores que no aprecian el nacionalismo en versión maragalliana, que rechazan las tensión soberanista y que entienden que CiU y PSC deberían, en la medida de sus posibilidades, influir en la política nacional y no encastillarse en reivindicaciones imposibles.