NAVARRA, ESPEJO DE LA DEBILIDAD

 

 Editorial de  “ABC” del 20.06.2003

EL panorama abierto tras la confusión de los pactos poselectorales no ha contribuido precisamente a avanzar en esta tarea. A la ruidosa crisis política de la Comunidad de Madrid se han venido a sumar numerosos episodios de desobediencia de las consignas emitidas por la dirección nacional del PSOE, que se vuelven particularmente graves en el ámbito del País Vasco y Navarra, donde los socialistas han alcanzado acuerdos que vulneran con claridad el espíritu y la letra del Pacto Antiterrorista. Los acuerdos con fuerzas nacionalistas y agrupaciones del Pacto de Estella en las localidades navarras de la propia Estella, Tafalla, Burlada, Sangüesa y Barañain constituyen clamorosos casos de ruptura del consenso constitucional, que en el caso de Sangüesa resultan especialmente sangrantes por tratarse del escenario del más reciente atentado de ETA, que costó la vida a dos agentes de Policía.

Tanto el prólogo como el artículo noveno del citado Pacto Antiterrorista, suscrito a loable iniciativa del propio Rodríguez Zapatero, dejan nulo espacio a la ambigüedad sobre la necesidad de erradicar cualquier acuerdo político con las fuerzas nacionalistas mientras éstas no abandonen la deriva del soberanismo. La tibia reacción de la Ejecutiva del PSOE, que se ha limitado a abrir expedientes a los autores de la flagrante desobediencia, revela en el mejor de los supuestos una patente debilidad ante la abierta insumisión a sus consignas, si no una cierta anuencia a estos pactos que han antepuesto la consecución de minifundios de poder local al objetivo general de cohesión en defensa de la integridad constitucional.

La autoridad interna de Zapatero ha quedado así en claro entredicho, mientras proliferan actitudes díscolas en Navarra, Madrid, San Sebastián y Cataluña. Ni siquiera la línea oficial de la ejecutiva federal, tendente a establecer alianzas con Izquierda Unida, ha suscitado el necesario consenso en la propia organización socialista. La conocida discrepancia de José Bono, que ha invitado a huir de los acuerdos de IU y buscar votos en los caladeros del centro político, o la corriente crítica surgida en el País Vasco contra la Ejecutiva de Patxi López, son otros ejemplos relevantes y significativos de la diáspora de criterios -el célebre «guirigay»- que atenaza y compromete la seriedad y consistencia del proyecto de alternancia del líder del PSOE, envuelto en una tesitura especialmente crítica en estos momentos.

EN todo caso, es de justicia admitir que no sólo el PSOE ha sufrido en sus carnes la voraz tendencia de ciertos clanes regionales y locales a suscribir pactos de poder en detrimento de la coherencia política e ideológica. El mismo Partido Popular ha firmado alianzas con Izquierda Unida en siete municipios extremeños, alterando de manera diáfana la voluntad de los ciudadanos, que no entienden cómo se puede rechazar un pacto entre PSOE e IU en Madrid mientras se apela a la ayuda de los comunistas para gobernar allí donde resulta matemáticamente posible. Este tipo de acuerdos, que sólo resultan justificados como salida a situaciones de bloqueo o para acabar con gobernantes públicamente degradados, siembran el desconcierto de un electorado impotente para controlar el destino final de sus votos en un extraño mercado de compraventa de alcaldías.

IGUALMENTE resulta deplorable el caso de las localidades andaluzas en que PP, PSOE, IU y PA han pactado en diversas combinaciones entre sí y contra los demás, con el objetivo de desbancar a las listas más votadas y, en ocasiones, en sospechosas condiciones de connivencia con tránsfugas poco recomendables. El ejemplo de Jerez, donde los populares han suscrito un estrafalario pacto turnista para compartir la Alcaldía con el longevo Pedro Pacheco -dos años cada uno-, ahora embarcado en una formación disidente del Partido Andalucista, representa el clímax de este desconcertante proceso de incoherencia ante el que los ciudadanos no pueden expresar sino un profundo estupor.