EL ESTADO DEL PSOE

 

 Editorial de  “ABC” del 03.07.2003

 

 

EL espíritu depredador con que el presidente Aznar abordó su último debate sobre el estado de la Nación, deseoso de despedirse de estas citas con un éxito indiscutible, ha reabierto con inoportuna aspereza el debate sobre la verdadera medida de su oponente, José Luis Rodríguez Zapatero, a quien el jefe del Ejecutivo sometió a un duro zarandeo dialéctico para poner de manifiesto la debilidad de su liderazgo en el PSOE. La voluntad de Aznar de allanar el camino de su sucesión mediante la disminución de las posibilidades del adversario ha provocado serias grietas en la cohesión interna del PSOE y desatado una euforia quizá improcedente en el propio PP.

La política española viene mostrando en los últimos tiempos registros inesperados de contingencia que han perjudicado notablemente el crédito de Zapatero. Aupado a expectativas exageradas desde su notable actuación en el debate del año pasado, el líder de la oposición ha vivido un curso en volandas sobre los errores y el desgaste del Gobierno, que concitaron una suerte de burbuja de opinión pública, capaz de generar la idea de una fácil victoria sobre un Ejecutivo a la deriva y pendiente, además, de la incógnita sucesoria del presidente.

Ha bastado, sin embargo, que las municipales y autonómicas frenasen las expectativas de un arrollador éxito socialista, y que Aznar mostrase una rocosa resistencia en el frente electoral, primero, y en el parlamentario después, para que esa burbuja parezca desinflarse con estrépito amenazando arrastrar la credibilidad de Zapatero. El estallido de la crisis de Madrid y la emergencia de graves problemas de coherencia política en la estructura territorial del PSOE han acabado de situar a su líder en el centro de una discusión bajo la que no es difícil escuchar el chasquido de navajas que se abren en el seno de la organización socialista.

RESULTA evidente que, como Aznar puso de manifiesto con áspero énfasis, Zapatero presenta evidentes problemas de liderazgo que lastran su capacidad para generar un proyecto alternativo ante la sociedad. Si el PP ha demostrado que está aún lejos de descomponerse en un típico final de ciclo, el PSOE continúa preso de sus contradicciones internas, en las que tan pronto aflora un peligroso problema de corrupción como surgen en Cataluña o País Vasco discursos paralelos en torno a la concepción misma del Estado, que chocan con las líneas de la Ejecutiva y de algunos de sus barones más significados. Éste es el principal reto de Zapatero, que deberá poner orden en sus filas si quiere erigirse como una opción creíble ante la sociedad española.

Ello no es óbice, empero, para que el líder del primer partido de la oposición merezca el crédito necesario para poner de pie una alternativa en la que acaso sobren prisas para acortar su recorrido. Hay que recordar el largo camino que hubo de recorrer Aznar hasta merecer el crédito de la mayoría social, itinerario que incluyó dos derrotas en sendas generales. Del mismo modo, Zapatero no puede estar expuesto a reconsideraciones de su liderazgo cada vez que pierda un debate parlamentario o encuentre dificultades para gestionar su proyecto.

El líder del PSOE debe plantearse si los acontecimientos del último año -especialmente, la convulsa tormenta de opinión pública en torno al chapapote y a la guerra- no le han forzado a cambiar el paso sereno que se había autoimpuesto a despecho de quienes desde dentro minimizaban esa estrategia de pausa y respeto, llegando a bautizarle con el aguijoneante apelativo de «Bambi». Al final, la sociedad parece más proclive a aceptar planteamientos racionales y serios que el sectarismo de movilización y pancarta, cuyos escasos frutos han dejado a Zapatero ante una patente expectativa frustrada.

A nueve meses de las elecciones generales, el PSOE tiene ante sí el reto de abandonar su agresiva deriva táctica para centrarse en elaborar propuestas creíbles que susciten el interés ciudadano, y respaldarlas con equipos humanos reconocidos y una regeneración interna que aleje las dudas heredadas tras el congreso renovador que pasó la página del felipismo. En marzo llegará el momento de confrontar esa alternativa con el proyecto que Aznar va a dejar a su sucesor, en un duelo que no está perdido ni ganado de antemano, aunque el PP ofrece visos de solidez que deberá refrendar sin la concurrencia de quien lo ha dirigido en la última década. La contingencia de la opinión pública aconseja cautela para descontar un resultado para esa cita que enfrentará a dos cabeceras de cartel hasta ahora inéditas, y que debe perfilar el rumbo del país en la crucial etapa del nuevo diseño de Europa.