EL PLAN IBARRETXE ENTRA EN RECESIÓN

 

 Editorial de  “ABC” del 15.09.2003

 

 

A medida que se apura el calendario marcado por el lendakari Ibarretxe para la puesta en marcha de su propuesta soberanista, empiezan a aflorar los daños colaterales que está causando en el PNV. Con el proceso para suceder a Xabier Arzalluz en pleno auge -hoy termina el plazo para las candidaturas-, las sensibilidades están a flor de piel en el nacionalismo gobernante, cruzándose de nuevo, como sucediera en tiempos de Garaicoechea, los intereses del partido con la autonomía del Gobierno de Vitoria. Cada vez se revela con más claridad que el PNV se está encontrando en una situación incómoda, síntesis de toda una trayectoria histórica de incapacidad para ser definitivamente leal a un marco jurídico y para dar estabilidad a la sociedad vasca.

La dinámica del plan de libre adhesión ha entregado al lendakari un protagonismo desequilibrante, un inercia de autoridad que desagrada a amplios sectores del PNV, que siempre han querido mantener una suave pero eficaz tutela sobre el Ejecutivo vasco. Las dudas internas -si no abiertas críticas- de dirigentes y militantes del PNV hacia el lendakari implican un ajuste de fuerzas con Ibarretxe, alimentadas por el hecho de que ninguna de las expectativas más favorables se ha cumplido en la tarea de «socializar» la propuesta de Comunidad de Libre Adhesión. En el escrutinio de apoyos, el lendakari no puede sumar a casi la mitad de la población vasca, ni al Territorio Histórico de Álava ni Navarra. Tampoco a la clase empresarial, ni a gran parte de la sindical. Sólo sus socios de gobierno -aunque Izquierda Unida muestra síntomas equívocos- y la izquierda abertzale, instruida por una ETA obsequiosa con el lendakari, actúan como avales de la propuesta soberanista. Son prácticamente los mismos que ya estaban al principio de este proceso, aunque también es posible que ahora haya alguno menos entre las filas de su partido, y no por falta de sentimiento soberanista, sino por el viejo pragmatismo que permitió navegar al PNV entre dos aguas.

Sin embargo, el vértigo ante un fracaso innecesario empieza a traer a la mente de algunos nacionalistas que el plan soberanista supone la ruptura del pacto estatutario que el propio PNV promovió y que una auditoría de gestión pondría hoy al nacionalismo gobernante ante la espejo histórico de su impotencia como fuerza estabilizante. En este contexto de desconfianza, no sería extraña una revisión de calendario y principios, incluso un repliegue de la propuesta soberanista.

El mayor error de Ibarretxe, desde su punto de vista, ha sido embarcar al nacionalismo vasco más allá de lo que muchos nacionalistas querían ser embarcados. Con «más fe que posibilidades», como le recordaban con alarma mal disimulada sus afines, sin base jurídica alguna, a pesar de la encomiable creatividad de sus asesores, y con probables consecuencias políticas muy perjudiciales para la posición hegemónica del nacionalismo si el plan sigue adelante, Ibarretxe encara una recesión de su propuesta soberanista. El lendakari vive aún de la sobredosis de lo que él interpreta como un éxito personal en las elecciones autonómicas de 2001, que le ha llevado a eludir a su partido en la preparación de la mayor crisis con el Estado que se ha producido hasta el momento. Por eso, cada vez son más los que piensan en el PNV que el lendakari está financiando políticamente su plan con activos que no son suyos, sino del partido. Este es, sin duda, el problema más grave que tiene Ibarretxe.