«OFENSIVA» SOCIALISTA

 

 Editorial de  “ABC” del 16.09.2003

 

 

La «ofensiva» del PSOE, escenificada el domingo en Vista Alegre en un acto caracterizado por la aparente unidad y el arropamiento mutuo de sus dirigentes, se articula en torno a una idea sobre la que José Luis Rodríguez Zapatero pretende cimentar la estrategia ante los próximos y decisivos comicios: el socialismo como encarnación de la España plural, democrática y social, frente a la España de la crispación, el autoritarismo y el abandono de los servicios públicos que representa el PP. Añade el PSOE un mensaje más: frente al retroceso autónomico -«el Partido Popular no ha puesto ni un ladrillo en el Estado de las Autonomías»- el Partido Socialista «garantiza la cohesión de todos aquellos que se sientan españoles».
El mayor reparo que cabe hacer al planteamiento de Rodríguez Zapatero es que parte de una triple premisa que no se compadece con la realidad, o al menos con la que percibe la opinión pública. Porque el argumento socialista cae en un reduccionismo que inhabilita y juega en contra de sus propios intereses de partido. La España de la confrontación y crispación es una entelequia: no existe, salvo en el dibujo político del PSOE, obsesionado con la idea de una trama que trasciende ya del ámbito de la Comunidad de Madrid y traduce automáticamente, sin demasiados análisis, en un déficit democrático innato a la propia acción del Gobierno de Aznar. Igualmente, el mensaje de Rodríguez Zapatero sobre una España sin servicios públicos obedece a una concepción de una realidad tan interesada como injusta. Mención aparte merece el reproche sobre el deterioro autonómico, asunto en el que el Partido Socialista debería mostrarse con mayor cautela; no porque el Gobierno no pueda ser objeto de críticas, sino porque en determinadas cuestiones de Estado conviene no confundirse de adversario ni darle innecesarios balones de oxígeno a quienes, precisamente, centran toda su estrategia en la ruptura del marco constitucional. Sobre todo porque la idea de España que ofrece el PSOE, y de la que su secretario general se siente particularmente «orgulloso», es sustancialmente diferente, según la exponga José Bono en Castilla-La Mancha o Pasqual Maragall en Cataluña; de la misma manera que las soluciones que plantea Patxi López para el País Vasco no son exactamente las mismas que manejan Nicolás Redondo o Rosa Díez. Por eso, José Luis Rodríguez Zapatero se equivoca: el objeto de su «ofensiva» se reduce casi exclusivamente al Partido Popular y sus propuestas parten de un diagnóstico equivocado que puede tener un efecto bumerán.