LA HORA DEL ESTADO

 

 Editorial de  “ABC” del 26.10.2003

EL Gobierno vasco ha cruzado definitivamente el umbral de la confrontación con el Estado al aprobar el proyecto de Estatuto Político de la Comunidad de Euskadi y presentarlo después en el Parlamento de Vitoria. Es la culminación de un objetivo diseñado en el acuerdo del PNV y EA con ETA en 1998, cuando pactaron impulsar un proceso político basado en la autodeterminación, la territorialidad, el ámbito vasco de decisión y la exclusión de los no nacionalistas. Desde entonces sólo han variado las dosis de protagonismo de PNV y ETA, pero no los objetivos comunes. Si en 1998 era la banda terrorista la que marcaba la pauta, ahora es el PNV el que maneja el espacio político de la banda terrorista. La variación de piezas no ha alterado el resultado final, que se muestra con toda claridad en un proyecto de ley flagrantemente inconstitucional, camuflado por un discurso mendaz del lendakari y abocado a recibir una respuesta contundente del Gobierno central. La declaración institucional leída al término del Consejo de Ministros no ofrece dudas al nacionalismo vasco ni a la sociedad vasca sobre las premisas de esa respuesta. Un proyecto que, como afirma el Gobierno, legitima el terrorismo de ETA, rompe el pacto constitucional y estatutario, enfrenta a los vascos entre sí, atenta contra la tradición foral de los Territorios Históricos y hurta al pueblo español su condición de titular exclusivo de la soberanía nacional, sólo puede ser sometido a la máxima oposición política, social y jurídica. El nacionalismo ha abierto un tiempo de confrontación sin concesiones, despreciando la infinita paciencia y generosidad de la sociedad española, demostrada en la amnistía de 1977, la Constitución de 1978, el Estatuto y el Concierto Económico. Y los casi mil muertos causados por una ETA que, desde ayer, tiene motivos para pensar, gracias al lendakari, que su terrorismo ha servido para algo.

El texto aprobado por el Gobierno vasco coincide de forma casi literal con el publicado por ABC en el mes de julio pasado. Entonces y ahora se trata de un proyecto de corte constituyente, que pretende crear un ente estatal soberano que decide asociarse a España. No es un proyecto de reforma del Estatuto de Gernika, porque lo deroga íntegramente. Tampoco es un proyecto estatutario, pues rompe el modelo de la Constitución. La propuesta del lendakari se basa en la desaparición de la Comunidad Autónoma Vasca y su reemplazo por una entidad paraestatal vinculada a España por relación confederal revocable por decisión del pueblo vasco. Sí hay una propuesta de independencia, porque nadie se asocia libremente a lo que ya pertenece; sí hay una propuesta de ruptura, porque la Constitución queda derogada en el País Vasco; si hay una propuesta de soberanía, porque el Gobierno, el Parlamento y la Justicia se regulan como poderes absolutos en la nueva Comunidad de Euskadi. Como punto de partida, se declara la existencia de un Pueblo Vasco como sujeto jurídico, político e histórico, superior y ajeno a los ciudadanos que lo integran, lo que da al nacionalismo vasco el dudoso mérito de recuperar en el siglo XXI las teorías organicistas de los peores nacionalismos europeos.

CON estas premisas no hay negociación posible. Ni cabe pensar que el PNV la desee. La «socialización» de la superación del Estatuto, como argumento motriz de este plan rupturista, se puso en práctica durante un año, con numerosas comparecencias ante la Comisión de Autogobierno del Parlamento de Vitoria y en la ronda de conversaciones del lendakari. Pura apariencia de diálogo. No hay en el proyecto de ley presentado ante el Parlamento rastro alguno que identifique a los ciudadanos vascos no nacionalistas, a los empresarios, a los sindicatos de ámbito nacional, a los movimientos sociales y a las víctimas. Todos éstos han dialogado con el lendakari y ya se ve cuál ha sido el resultado: un proyecto alimentado por el afán de hegemonía de los nacionalistas y por el deseo de rentabilizar la decadencia de ETA antes de su derrota definitiva.

Nadie situado fuera del nacionalismo vasco puede pedir al Gobierno y a las instituciones del Estado que no respondan a la agresión nacionalista. No es suficiente consolarse con la seguridad de que el proyecto será finalmente un fracaso, porque en el trayecto que media hasta ese fracaso habrá que aplicar la ley, movilizar a la sociedad y ofrecer alternativas políticas. La prudencia y la oportunidad deben regir la respuesta, pero también el principio de autoridad y la confianza de los ciudadanos en la superioridad de la Constitución y de sus instituciones, que se deben hacer valer en cada eslabón de esta cadena de desafíos que el nacionalismo ha hecho irreversible con la implicación del Parlamento vasco. Por lo pronto, será necesario valorar la decisión de la Mesa de la Cámara de Vitoria sobre la calificación del proyecto de ley. El informe de los expertos que trabajaron para el lendakari -publicado también por ABC- decía que era necesario falsear la realidad y decir que se trataba de una reforma estatutaria, única manera de encauzar el proyecto por la vía legislativa del artículo 46 del Estatuto Vasco. Había que mentir, se ha mentido y se seguirá mintiendo, porque no es una reforma, ni es estatutaria, ni es constitucional.

EL objetivo previsto para la jornada de ayer, aniversario de la aprobación del Estatuto de Gernica, no era otro que dejar claro, de la manera más hiriente posible, que para los nacionalistas la etapa estatutaria ha muerto. El Estado tendrá que hacerles ver que se han puesto a bailar sobre una tumba vacía.