MADRID CONFIRMA AL PP

 

 Editorial de  “ABC” del 27.10.2003

 

EL Partido Popular ha vuelto a ganar las elecciones autonómicas en Madrid y, esta vez, también el Gobierno autónomo gracias a la mayoría absoluta que le aseguran los 57 escaños obtenidos, uno más de los que previó la encuesta publicada por ABC. Al margen de las valoraciones sobre los efectos de los resultados en las estrategias de los partidos, es evidente que la correlación entre la mayoría parlamentaria y el nuevo ejecutivo devolverá a Madrid la estabilidad política perdida en la legislatura fallida del 25-M.

Sin duda, la primera responsabilidad de Esperanza Aguirre será restaurar la confianza de los ciudadanos madrileños en sus instituciones y demostrar que la política, en su mejor acepción, nada tiene que ver con el espectáculo ofrecido en la Asamblea de Madrid tras la separación de Eduardo Tamayo y María Teresa Sáez.

Los ciudadanos no han pasado por alto la crisis a la que fue sometida su voluntad y, finalmente, han formado un juicio de responsabilidad con un veredicto de culpa contra el PSOE. Rafael Simancas, con el visto bueno de la Ejecutiva Federal, apostó por una campaña radical, de mensajes agresivos y descalificaciones personales. Prolongó hasta la saturación los mismos argumentos esgrimidos sin ningún éxito en las interminables sesiones de la Comisión parlamentaria que investigó la fuga de Tamayo y Sáez. Persistió en una trama inmobiliaria anónima que no quedó acreditada ni en la Asamblea ni en los Tribunales de Justicia. Eludió su responsabilidad personal como cabeza de lista y ocultó las disputas internas en la Federación Socialista Madrileña transfiriendo culpas a diestro y siniestro, pero sin asumir ninguna de las que le incumbían como responsable de la candidatura. Era muy difícil que, con estas credenciales, los votantes madrileños hicieran tabla rasa de una crisis que, según todas las encuestas conocidas, atribuían de forma mayoritaria a la situación interna del socialismo madrileño.

TAMPOCO ha beneficiado a Simancas la huida hacia adelante que imprimió a su discurso de campaña con la apuesta por ofertas electorales imposibles, como la gratuidad del transporte público para menores de 21 y mayores de 65 años. La fórmula del subastero desesperado que sube la puja por encima de sus posibilidades no ha seducido a los electores madrileños que hubieran apreciado más humildad y autocrítica en los responsables socialistas. El preaviso del 25-M lleva el nuevo fracaso de Simancas al seno de la Ejecutiva Federal, que acabó haciendo suya, por necesidad más que por afecto, la estrategia de un candidato que ya perdió el 25-M.

Por su parte, el PP asumió el riesgo de una campaña tranquila en las formas y en los contenidos, confiando, quizá en exceso, tanto en el efecto de rechazo que provocaría el perfil agresivo y proselitista del candidato socialista, como en el recuerdo de la crisis de la Asamblea. En toco caso, el resultado final representa un éxito de Esperanza Aguirre, dado que su opción para gobernar dependía exclusivamente de obtener la mayoría absoluta. Sin embargo, el PP tiene que valorar que su victoria no se ha construido sobre un derrumbamiento del PSOE, partido que conserva un suelo firme de electorado a pesar del cúmulo de errores que ha cometido. La participación ha sido inferior a la del 25-M pero superior a la de las elecciones de 1999 y ha afectado a todos los partidos. La derrota del PSOE se ha producido más por voto convencido que por desistimiento de sus electores,

POR su ubicación a medio camino entre las autonómicas de mayo pasado y las generales de 2004, la derrota en Madrid tiene una lectura preocupante para el PSOE a medio palazo. Si la inmediatez de la guerra en Irak y del desastre del «Prestige» no produjeron el 25-M el cambio de rumbo por el que apostó decididamente el PSOE, los resultados en Madrid certifican la amortización definitiva de la oposición basada en esos argumentos. Al socialismo se le abre un período de reflexión sobre la idoneidad de sus equipos y de sus mensajes, de su capacidad de interlocución con la opinión pública y de identificación con las soluciones a los problemas que denuncia. El PSOE no ha sabido liderar las crisis del Gobierno, bien exhibidas en las calles españolas durante la guerra en Irak; y tampoco ha sabido resolver las suyas propias, como la que le ha costado esta segunda derrota en las elecciones autonómicas de Madrid.

En el cómputo global del poder autonómico, el balance final es netamente favorable para el PP, que lo conserva después de haber atravesado los peores momentos de sus dos mandatos y encara el final de legislatura con posiciones consolidadas. El PSOE no ha alcanzado las principales expectativas que se marcó en las elecciones autonómicas y locales -Madrid, tanto Ayuntamiento como Comunidad, Baleares, Comunidad Valenciana-. Medida la derrota en Madrid con el criterio que el PSOE valoró la importancia de sus elecciones como antesala de La Moncloa, la victoria del PP lastra un poco más la carrera de José Luis Rodríguez Zapatero para alcanzar la Presidencia de Gobierno, mientras engrasa la campaña sucesoria de Mariano Rajoy.