PASQUAL MARAGALL Y LAS CONTRADICCIONES DEL PSOE

 

 

  Editorial de  “ABC” del 09.01.2004

 

EL ambiente previo a la reunión que ayer mantuvieron José María Aznar y Pasqual Maragall no daba a este encuentro otra relevancia que la institucional, pues en lo político no había opción más que para la constatación de las profundas discrepancias que enfrentan a los Gobiernos central y catalán. La tendencia a refugiar los análisis en la equidistancia no haría justicia a la hora de valorar las aportaciones hechas por cada cual hasta el momento para el entendimiento entre ambas Administraciones. Desde el momento en que el pacto entre PSC y ERC incluye la proscripción de todo acuerdo con el PP, tanto a nivel nacional como en Cataluña, el margen de diálogo que ofrece Maragall a Aznar es nulo, salvo para que éste exprese su anuencia a todas las pretensiones del tripartito catalán y les dé vía libre en el Parlamento. Queda en el anecdotario que los que reclaman respeto institucional y buenas formas llamen «delincuentes políticos» a los dirigentes del PP. Aun sin el sectarismo que implica la exclusión del PP -partido en el Gobierno central, en la mayoría de las Autonomías y con mayor número de concejales en España-, la cooperación entre ambos Ejecutivos seguiría siendo ilusoria a tenor del programa pactado por PSC y ERC, volcado en dar a la Generalitat el contenido de un Estado. Es lo que anunció Maragall. El problema se agrava ante la evidencia más que notoria de que el PSOE no está al corriente de la letra pequeña -o no tan pequeña- de ese pacto. La dirección nacional de los socialistas lleva un tiempo transmitiendo la imagen de andar siempre por detrás de las propuestas de Maragall, improvisando recetas programáticas (agencias tributarias, justicia autonómica) para lavarles la cara y errando en la interpretación amable de las intenciones del nuevo presidente de la Generalitat.

Es probable que el desembarco de José Montilla, hombre fuerte del PSC, en el Congreso tenga como finalidad evitar que el PSOE y su Grupo parlamentario adulteren el programa pactado con ERC, lo que acabará dando forma, de hecho, a un grupo propio del PSC en la Cámara Baja. Es una realidad que la primera desconfianza que ha generado el tripartito catalán no se refiere a la comunicación con el Gobierno de Aznar, sino a la unidad de criterio en el seno del PSOE, principal víctima de la tensión que anunció Maragall. Las últimas contradicciones entre dirigentes socialistas sobre el compromiso del PSC con los republicanos de hacerse con el control de todas las Fuerzas de Seguridad desplegadas en Cataluña es un indicio del mucho trabajo «evangelizador» que le espera a Montilla. Desde luego, si todas las propuestas son de este tenor, el PSOE tendrá cada vez más complicado dar cobertura a Maragall a través de su programa electoral. En concreto, la fragmentación del mando de los cuerpos policiales para satisfacer al tripartito catalán no sólo es un despropósito político y funcional, sino también una contradicción flagrante de un oferta estrella del PSOE, que hasta hace pocas fechas reclamaba, con claro designio centralizador, un mando único nacional para la Policía Nacional y la Guardia Civil. Frente a la pretensión del Ejecutivo catalán, el ministro del Interior, Ángel Acebes, recordaba con acierto que se ha de tender con más intensidad a la compenetración de los cuerpos policiales en la lucha contra la delincuencia y que la propuesta de la coalición PSC-ERC actúa en contra tanto de la «cohesión territorial» como de la eficacia operativa de las Fuerzas de Seguridad. La competencia plena de la Generalitat sobre las Fuerzas de Seguridad choca con igual intensidad con la creación de un espacio europeo de seguridad, libertad y justicia, en una nueva demostración de que el prurito nacionalista -y filonacionalista-, cuando plantea la desmembración del Estado como objetivo ideológico, no se enfrenta a la España antipática, que diría Carod-Rovira, sino a las exigencias del más sensato de los europeísmos.