EL SOCIALISMO, ANTE UNA RESPONSABILIDAD INELUDIBLE

 

 Editorial de   “ABC” del 19/02/2004

 

ES indudable que, con tregua o sin tregua en Cataluña, el problema principal sigue siendo ETA. Tener clara esta prioridad ha de conducir a una administración sensata de las reacciones y de los reproches entre partidos, para no dar a la banda terrorista más vuelo que el que ha de merecer una organización de criminales. Pero tener la percepción despejada sobre lo que es ETA y el desvalor que ha de recibir su tregua en Cataluña es compatible con analizar políticamente la encrucijada de responsabilidades en la que se encuentra el PSOE y que estaba anunciada desde que ABC dio a conocer la reunión de Carod con los dirigentes de ETA en Perpiñán. En este contexto de confusión, el PP debe actuar con el rigor que se espera de un partido que tiene toda la autoridad moral para exigir coherencia y determinación frente a ETA. Desde la fuerza que le dan sus certezas históricas y su compromiso contra el terrorismo, el socialismo español se encuentra ante un reto ineludible, que obliga a su máximo dirigente, José Luis Rodríguez Zapatero, a exigir a Maragall que rompa definitivamente con un partido (ERC) que amenaza con causarle un daño de enormes proporciones y que hace peligrar el propio Pacto anti-ETA suscrito en el año 2000, que tan excelentes frutos ha deparado en la lucha contra el terror.

TRAS el comunicado de ETA, ha llegado el tiempo de las evidencias indiscutibles sobre la irremediable deslealtad de ERC hacia la democracia española, y esta conclusión ha de ser asumida por el socialismo con todas las consecuencias. La sociedad no merece más engaños sobre la responsabilidad del PSOE y del PSC. Son los socialistas, no los populares, los que tienen un pacto de gobierno con ERC. Es la autoridad de Rodríguez Zapatero, no la de Rajoy, la que está definitivamente en juego. La solución sólo puede ser una crisis, no más ejercicios de distracción ni de victimización que acaben transfiriendo al PP las responsabilidades que el PSOE aún no ha asumido. Una crisis cuyo desenlace no es la disyuntiva sugerida por Rodríguez Zapatero entre la ruptura del tripartito o el cese de Carod-Rovira como líder de ERC. Debe ser, en todo caso, lo primero, que es a lo que Rodríguez Zapatero no instó de manera imperativa ayer a Pasqual Maragall y lo que éste descartó, reafirmando que el pacto era «sólido y estable». Los ajustes de cuentas en el seno de ERC son cuestiones de segundo orden que no afectan a la estabilidad del sistema democrático. La inestabilidad casi endémica del PSOE sí afecta a la democracia española y emplaza a su dirección nacional a afrontar con decisión el problema que representa el PSC, agravado irresponsablemente por Maragall tras ratificar el pacto con ERC.

Ante la insolencia sangrienta de ETA no cabe rechazar ningún llamamiento a la unidad, pero siempre que no se haga a costa de ocultar la verdad ni de dar más impunidad a quienes, precisamente, han roto la solidaridad colectiva que, por fin, habían fraguado la sociedad española y los principales partidos para combatir a ETA. Por eso no es una treta electoralista la apelación al Pacto por las Libertades y contra el Terrorismo, presente en las declaraciones del presidente del Gobierno, José María Aznar, y del candidato del PP, Mariano Rajoy. Es una oferta de reencuentro con el PSOE en un consenso de rango constitucional, que ha sido determinante para arrinconar a ETA; oferta a la que se une la disposición del PP a facilitar la estabilidad política de Cataluña. El PSOE tiene condiciones para resolver esta crisis con dignidad y ha de hacerlo sin demora. Tendrá que asumir costes y dar explicaciones, pero no serán más que las facturas de un error anunciado desde que Maragall decidió compartir mesa y gobierno con un partido independentista, que ya había intentado pactar con ETA. Carod no ha engañado a nadie. Sólo a los que se han dejado engañar.

EL socialismo español tiene ante sí varias lecciones que entrañan una autocrítica histórica y una renovación obligada. La principal es el fracaso de su política de apaciguamiento de los nacionalismos radicales. ERC fue en las pasadas elecciones autonómicas el usufructuario de la radicalización nacionalista del PSC y de CiU. El independentismo activo no es una opción política negociable en un Estado constitucional que declara la unidad nacional como principio constituyente. El poder que recibe siempre lo vuelve contra el Estado y las instituciones que lo legitiman, como así ha sucedido. También ha de aprender el PSOE que pactando con partidos como ERC se sitúa fuera de sus coordenadas como partido nacional, confunde a la izquierda española y siembra la discordia en su seno. La renuncia a los principios nunca es rentable, aunque produzca la efímera satisfacción de acceder a una cuota de poder sin perspectiva alguna. En efecto, no hay que confundirse. ETA es el enemigo común y nada debe interponerse entre el PP y el PSOE para mantener el consenso antiterrorista reflejado en el acuerdo de diciembre de 2000. Siempre será mejor para España que el PSOE se libere de un monstruo político inviable como el tripartito catalán que provocar el fracaso de un pacto que aglutinó a la inmensa mayoría de los españoles en torno a los mejores valores de la democracia.