UNA OPORTUNIDAD PARA ORIENTE PRÓXIMO

Editorial de "ABC" del 24-2-03

Las conversaciones que George Bush y José María Aznar han mantenido este fin de semana en Tejas pueden abrir sensiblemente el enfoque sobre el conflicto con Irak si la agenda internacional que maneja Estados Unidos para el corto y medio plazo incorpora la propuesta del presidente del Gobierno español de abordar todos los problemas de Oriente Próximo, especialmente el enfrentamiento continuo entre israelíes y palestinos. No es la primera vez que, antes o después de una crisis relacionada con esa zona, se reconoce la necesidad de dar una solución global a los focos de tensión en el mundo árabe. La cuestión se planteó al término de la Guerra del Golfo, con avances históricos luego frustrados, y tras los atentados del 11-S en Nueva York y Washington, ocasión que algunos aprovecharon para establecer perversamente una relación de causa-efecto entre la política de estados Unidos en Oriente Próximo y el asesinato de más de tres mil personas en el World Trade Center y el Pentágono.

Las manifestaciones del pasado día 15 se hicieron eco de esa herida abierta en la comunidad internacional para denunciar el doble rasero que, a su juicio, beneficia a Israel y castiga a Irak. La comparación no se resuelve de forma tan simple, evidentemente, porque son conflictos heterogéneos. Las resoluciones sobre Palestina son incumplidas por ambas partes, pues ni los palestinos tienen Estado ni Israel tiene aseguradas sus fronteras. Tampoco son sinceras las apelaciones del terrorismo integrista de Bin Laden al sufrimiento de los palestinos, pues Al Qaida, aparte de no amparar aspiraciones nacionalistas que fragmenten la comunidad islámica, ha atentado contra Estados Unidos en tiempos de paz, cuando las negociaciones de Oslo dieron paso a un clima de entendimiento, corto pero cierto, entre israelíes y palestinos.

En todo caso, depurada la opinión pública mundial de sus discursos oportunistas y enfermizamente antiamericanos, no se pueden ignorar los sentimientos de unas sociedades que quieren que la globalización de la política vaya acompañada de una moralización de las relaciones internacionales. Y aunque no exista doble rasero con Israel, Estados Unidos tiene la obligación de superar sus contradicciones sobre este conflicto y la actitud que mantiene ante otros problemas distintos pero próximos, y poner el mismo empeño, aun cuando difieran los medios, en defender en todos los casos la legalidad internacional emanada del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas.

LA aportación del Gobierno español para lograr el objetivo de una paz amplia en Oriente Próximo puede ser significativa y facilitar una inflexión en la valoración pública de las decisiones que se están tomando sobre la posición de Irak ante las resoluciones de Naciones Unidas. No es oportunismo in extremis ni táctica urgente. Se trata de que España aproveche legítimamente la posición que se ha ganado en este espinoso proceso de afirmación de su alianza con Estados Unidos e incluya el conflicto de Palestina en un programa de pacificación más ambicioso. Sería una actitud coherente con la política exterior tradicional de nuestro país y con su capacidad de interlocución con los países de la zona. Además, produciría un efecto de apaciguamiento en gran parte de los países árabes y musulmanes al despojar a la presión militar y diplomática sobre Irak de elementos histórico religiosos (nueva cruzada, occidente cristiano), tan rotundamente falsos (los musulmanes de Bosnia y Kosovo pueden dar fe de esa falsedad) como bien manipulados por el propagandismo integrista.

Aznar ha anunciado que están planificadas «acciones fuertes y urgentes» para el conflicto entre Israel y la Autoridad Nacional Palestina. El resultado sería el cumplimiento de las resoluciones aprobadas en Naciones Unidas, es decir, la constitución de un Estado Palestino, necesariamente democratizado y sin facciones terroristas campando libremente, y la garantía de fronteras seguras para Israel. Nadie puede aceptar ir a una guerra contra Irak, en aras de la estabilidad de la zona, para que Sharón, por efecto directo o indirecto, se sienta con las manos libres para allanar la Autoridad Nacional Palestina a montar y levantar cercos cuando le convenga, preparar operaciones de «castigo» y detener a veces arbitrariamente a quien por allí pase. De igual manera Israel tiene derecho a que una política global contra el terrorismo comprenda también la erradicación de los grupos terroristas palestinos, financiados por terceros países y disponibles para actuar como sucursales de Al Qaida. Una gran oportunidad histórica por la que el Gobierno de Aznar tiene que apostar decididamente.