INCERTIDUMBRES ELECTORALES EN CATALUÑA

 

 Editorial de   “ABC” del 05/03/2004

 

LA encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) ha confirmado las tendencias de los sondeos conocidos hasta el momento, que sitúan al PP justo en el límite de la mayoría absoluta. Las lecturas de las previsiones por provincias o Comunidades también coinciden en señalar dónde se producirán los movimientos de escaños que pueden resultar determinantes para la mayoría, absoluta o no, del Partido Popular, única incertidumbre que queda después de que Rodríguez Zapatero se esté descartando continuamente como aspirante a La Moncloa, al insistir en que no pedirá su investidura si saca un solo voto menos que Rajoy.

En el mapa de las dudas electorales, Cataluña, y más concretamente Barcelona, tiene un claro protagonismo, pues el CIS -como hace unos días la encuesta de ABC- apunta un cambio de las tendencias habituales en las elecciones generales, probablemente causadas por la desorientación del electorado nacionalista moderado tras la salida de CiU del Gobierno autonómico. A tenor de lo que señalan los sondeos, la incidencia electoral de la reunión de Carod-Rovira en Perpiñán no se reflejaría en los partidos de la coalición de gobierno. En cambio, serían CiU y, en menor medida, el PP quienes, pese a no haber protagonizado este lamentable episodio de «normalización» política del terrorismo, pecharían con un retroceso que en el caso de los populares resulta inesperado. Ningún dato está cerrado -hay voto oculto, resta una semana de campaña-, pero el dibujo del panorama deja intuir que los mensajes sobre la responsabilidad política de Maragall y Carod en la desestabilización de las instituciones catalanas no se han traducido por ahora en una merma de sus aspiraciones electorales, dato éste para el análisis.

Desde el punto de vista del PSOE, la intangibilidad del tripartito es un arma de doble filo, que descompensa el beneficio puramente electoral. Con las reasignaciones de escaños por variación demográfica, al comienzo de la campaña electoral el PSOE partía ya con un suelo de tres diputados más que sumar a los 125 del año 2000, por lo que los 131 que le asigna la macroencuesta del CIS suponen un parco avance. Al margen de que este escaso incremento supondría una frustrante inversión para el PSOE y para Rodríguez Zapatero, implicaría, además, aumentar la capacidad de influencia del socialismo catalán sobre la dirección nacional. Las advertencias sucesivas y constantes que desde el PSC se dirigen a Rodríguez Zapatero, sobre su autonomía, a todos lo efectos, respecto del PSOE, se harán irrebatibles -más de lo que ya lo son-. Cuando Montilla, número dos del PSC, matiza y le recuerda que los ministros se nombran después de ganadas las elecciones, le está anticipando el poder de control y veto que, en las condiciones descritas por los sondeos y si éstas dieran paso a un gobierno del PSOE, los socialistas catalanes estarían dispuestos a ejercer.

Con esta hipótesis tendría más sentido el compromiso de Rodríguez Zapatero de no gobernar si no gana al PP, pero es evidente que el candidato socialista nunca lo formulará públicamente como una condición de su propia autonomía frente a los socialistas catalanes. Un Zapatero en minoría, trabado en negociaciones y alianzas con nacionalistas quedaría menguado por el valor creciente que cobraría el tripartito catalán como modelo de referencia y tendría que actuar con equilibrios muy frágiles para mantener la cohesión interna de un partido que ha demostrado reiteradamente la existencia de actitudes políticas y personales incompatibles entre sí.