IRAK, DE LAS PALABRAS A LOS HECHOS

 

 Editorial de   “ABC” del   26/05/2004

Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)

 

 

 

Con un muy breve comentario a pie de título:

DE LAS PALABRAS A LAS PROPUESTAS (L. B.-B., 26-5-04, 21:30)

Este brevísimo comentario no va dirigido a criticar a "ABC", pues es de los pocos periódicos que ha acertado hasta ahora en el tratamiento de este tema. No obstante, creo conveniente hacer constar que todo el mundo critica la política norteamericana, identifica errores, pero nadie hace propuestas estratégicas viables.

Quizá el problema más importante es la incapacidad de los iraquíes y norteamericanos para poner en marcha una acción de inteligencia eficaz. Pero ante mártires fanatizados por el fundamentalismo, y nacionalistas árabes o baazistas irrecuperables, el enemigo es muy potente. Hay que tener paciencia, desarrollar los medios iraquíes de seguridad y seguir adelante, dejándose de críticas facilonas u oportunismos y demagogias irresponsables de la autodenominada izquierda.

 

EL último discurso del presidente norteamericano, George Bush, habría tenido una gran acogida de haberlo pronunciado aquel 1 de mayo del año pasado, cuando a bordo de un portaaviones de la Marina de guerra de los Estados Unidos anunció «el fin de las principales operaciones militares». Si entonces hubiera hablado claramente de sus propósitos de restituir cuanto antes la soberanía del país a los iraquíes y sobre la promesa de una pronta retirada militar desinteresada, sus palabras habrían tenido los efectos alentadores que no han tenido ahora.

Ha pasado un año, y en todo este tiempo se ha puesto a prueba la capacidad de Estados Unidos para gestionar un país cuya complejidad fue claramente subestimada. La conquista militar fue mucho más fácil de lo que se pensó, pero no se puede decir que la impresionante exhibición de tecnología bélica fuese bien utilizada después para edificar un escenario pacífico sobre las ruinas de la guerra. Los iraquíes celebraron en su inmensa mayoría la caída de Sadam Husein y esperaban de las fuerzas invasoras soluciones a la altura de sus promesas. Doce meses después de la entrada de los marines en Bagdad, la situación del país es -en casi todos los aspectos- peor que entonces.

Eso es lo que explica que muchos iraquíes y otros árabes hayan interpretado el mensaje de Bush como el de un presidente que tiene mucha prisa por desvincularse de la responsabilidad política de las contrariedades que mantienen ardiendo al país por los cuatro costados, que busca una puerta trasera para salir del avispero y que guarda intenciones ocultas tras sus reservas sobre la gestión económica y la permanencia y responsabilidades de sus soldados. La idea de hacer de la tenebrosa cárcel de Abu Ghraib un símbolo del nuevo Irak, no parece suficiente garantía para que se olvide lo que ha sucedido en su interior.

Es vital que la transferencia de soberanía a un gobierno nombrado por las Naciones Unidas el próximo 30 de junio se haga adecuadamente. En esto no puede haber medias tintas, porque el concepto de soberanía tiene pocos matices. Sería necesario delimitar claramente el futuro y el estatus de los soldados norteamericanos y dejar claro que la construcción de Fuerzas de Seguridad iraquíes es cuestión de meses y no de años, como han pedido miembros del actual Ejecutivo provisional, evitando a toda costa las suspicacias sobre el control de las riquezas petroleras. Si el presidente Bush está solamente pensando en clave electoral y lo que quiere es contestar a la subida en las encuestas de su adversario demócrata, entonces estaría jugando con fuego. Si quiere que le crean, ha de hacer las cosas bien.

También Francia y Alemania deberían sopesar cuidadosamente sus posiciones. Al Gobierno francés en especial se le hace difícil ocultar su deseo de ver al presidente norteamericano arder en la hoguera de las elecciones de noviembre, pero ésa puede ser una táctica muy peligrosa si el camino para conseguirlo es convertirse en un obstáculo para el consenso en el Consejo de Seguridad de la ONU con tal de que Bush siga teniendo problemas en Irak. Tal vez porque se aproximan las históricas ceremonias del 60 aniversario del desembarco de Normandía, Washington y París han intercambiado en las últimas horas mensajes constructivos, lo que es un buen signo. Pero harán falta muchos más y aún más concretos para volver a ver luces de esperanza en Irak. A estas alturas, a los iraquíes sólo se les puede convencer con hechos, no con palabras.