PELIGROSO AL SADR

 

 Editorial de   “ABC” del 06/07/2004

 

Por su interés y relevancia, he seleccionado el editorial que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)

 

 

El llamamiento a la violencia hecho nuevamente por el clérigo chií Moqtada al Sadr, semanas después de haber anunciado su disposición a colaborar con las autoridades iraquíes y a participar en la transición política con su propio partido, es una incitación al terrorismo contra el Gobierno de Bagdad, legitimado por Naciones Unidas, y contra la Fuerza Multinacional, que está presente en Irak con mandato de su Consejo de Seguridad. Bajo la defensa teórica de la soberanía nacional y de unas elecciones libres, Al Sadr ha respondido a la oferta de amnistía que prepara el Gobierno iraquí, con la que podría debilitar su milicia, escondiendo además un afán de poder que disputa con la facción mayoritaria del chiísmo iraquí y contra unas instituciones que, por muy precaria y condicionada que sea su soberanía, están marcando el camino hacia la democracia. No hay ningún objetivo liberador en la proclama de este clérigo marginal, cuya fuerza reside en la exaltación integrista y nacionalista que provoca en sectores de población desfavorecida.

El desmantelamiento del régimen baasista ha destapado las tensiones acumuladas durante décadas de dictadura y ahora es cierto el riesgo de un enfrentamiento entre chiíes moderados y extremistas, paralelo a la continuidad de otros grupos terroristas formados por miembros del anterior régimen o por facciones sunníes. Por supuesto, Al Qaida aprovecha esta coyuntura para extender su yihad terrorista. Si la comunidad internacional no entiende que la agresión de Al Sadr no tiene marcada como víctima a EE.UU. sino al Ejecutivo de Bagdad y que su objetivo no es una soberanía nacional basada en la voluntad democrática, tal y como viene recogido en la última resolución del Consejo de Seguridad de la ONU, sino la hegemonía en la mayoría chií del país para conducirlo a una república integrista, entonces tendrá una gran responsabilidad por frustrar esta ocasión histórica para democratizar y estabilizar la región.

El anuncio de Al Sadr coincide en el tiempo con la denuncia del primer ministro Iyad Alaui contra Siria e Irán, a los que acusa de facilitar la entrada de terroristas en Irak. Su amenaza de pedir a Estados Unidos ataques aéreos contra ambos países es un despropósito, pero expresa una tensión creciente. La acusación es muy grave, aunque no nueva, y no debería confundir a unas opiniones públicas occidentales que, enrocadas en la crítica sistemática a Washington, despreciarían la amenaza que los Gobiernos de Damasco y Teherán empiezan a extender sobre el nuevo Irak, con el que comparten frontera y que, como la democracia es contagiosa, puede ser un estímulo para los sirios e iraníes que aspiran a un proceso similar en sus países.