EL PÉNDULO DESBOCADO



Artículo de FERNANDO LOPEZ AGUDIN en "El Mundo" del 23-9-02

Pese a que Joseba Egibar aduce razones personales para explicar su ausencia de la importante reunión de electos y cargos internos del PNV, celebrada el sábado pasado en el Teatro Barakaldo, la inmensa mayoría de los cuadros y militantes del nacionalismo democrático se pregunta si tras esta versión oficial no subyace la real. Porque este doble portavoz, que combina la voz del partido con la de la corriente soberanista, difícilmente se hubiese sentido cómodo en un acto que acabó convirtiéndose en un homenaje al consejero de Interior, Javier Balza, y al conjunto de la Ertzaintza después de la disolución de una manifestación batasuna en Bilbao.Ultima carga de los ertzainas que ha desbocado ese péndulo patriótico, como lo denominan sus propios historiadores, que es el PNV. Nunca en su centenaria vida había vivido una crisis de la intensidad de la que vive hoy.

Balza ordena cargar contra una concentración alentada por el consejero de Justicia, Azkárraga. José Elorrieta, secretario general del sindicato ELA-STV, exige la dimisión de Balza a la vez que Rafael Larreina, uno de los principales dirigentes de EA, critica al Gobierno de Ibarretxe por la actuación de la policía autonómica. Josu Jon Imaz, portavoz gubernamental, pide públicamente perdón a los manifestantes mientras Jone Goirizelaia, parlamentaria batasuna, exhibe, durante un debate en la Cámara de Vitoria, documentación interna de la Ertzaintza para desmentir el comunicado de Balza. Consejeros contra consejeros, partido contra Gobierno y sindicato contra Gobierno y partido. En apenas una quincena de días, que median desde la aplicación del controvertido auto de Garzón, el PNV se aproxima a velocidad de vértigo al escenario previo a la escisión protagonizada por sus juventudes, hace cuatro décadas, que acabara dando nacimiento a la organización terrorista ETA.

Los soberanistas, que hacen de la consecución de la soberanía el eje de su actividad política, controlan el sindicato y parte del partido; sobre todo, en Guipúzcoa. Dirigidos, esencialmente, por Egibar y Elorrieta buscan a través de Rafa Díez Usabiaga, líder del sindicato batasuno LAB, y Arnaldo Otegi el tiempo perdido desde el final de la última tregua. Los demócratas, que consideran prioritaria una estrategia democrática hasta que termine la violencia, se mueven entre Sabin Etxea, sede del PNV, y la institución parlamentaria.Desde fuera, la figura de José Antonio Ardanza aparece como un referente en la misma medida que simboliza el gobierno de coalición junto con el socialista Ramón Jáuregui. Pero, la fuerza fundamental la encabeza hoy día el lehendakari Ibarretxe. Después de su espectacular victoria en las últimas elecciones autonómicas se ha convertido en la columna vertebral del nacionalismo democrático. A mitad de camino de esa doble alma nacionalista, trata de fijar el péndulo desbocado en un punto intermedio entre la ruptura de unos y la reforma de otros.

Criterios distintos, dentro de un común denominador nacionalista, que corren el grave riesgo de convertirse en antagónicos a la hora de como responder a la ilegalización de Batasuna. Porque poner el acento en la solidaridad con los ilegalizado o en la defensa del Estado de Derecho, provoca que el péndulo patriótico oscile de día en día, de despacho en despacho y de dirigente en dirigente al calor de cada hecho puntual suscitado por las enormes dificultades generadas por la aplicación de la ilegalización de un partido político en un sistema democrático. De una u otra forma, en el fondo, cada una de estas controversias internas está apuntando a la falta de definición de una estrategia política.La reunión de Barakaldo, la propuesta que Ibarretxe va a presentar este viernes en el parlamento de Vitoria y el Alderdi Eguna del próximo domingo, persiguen despejar la ambigüedad desde ese inconcreto centro nacionalista que representa Ibarretxe. Veremos, después de estas tres citas, si el PNV logra escapar del terrible dilema en el que se encuentra, «o nos suicidamos o nos matan», descrito por alguien nada sospechoso como es el propio Arzalluz.