MATICES Y SEÑALES DEL 25-M
Artículo de JOAQUÍN ALMUNIA en “La Vanguardia” del 29.05.2003
Con la prudencia que deriva de algo tan obvio como que, a pesar de los discursos 
que vimos por televisión, lo que se votaba el 25-M eran candidaturas municipales 
y autonómicas, cabe extraer de sus resultados algunas conclusiones de carácter 
general. Para empezar, no se ha confirmado la expectativa de un vuelco en la 
relación de fuerzas entre los dos grandes partidos. El PP ha conseguido reducir 
sus pérdidas a unas proporciones digeribles, e incluso se ha apuntado algunos 
tantos en su haber. Mientras que el PSOE, aun teniendo más votos que el PP y 
aumentando su presencia institucional, ha cosechado menos frutos de los que se 
esperaban. Si unos se consuelan porque su retroceso ha sido menor del previsto, 
los otros se duelen de unos avances más escasos que los que auguraban las 
encuestas. Con los datos reales en la mano, cabe admitir esta vez que los dos 
grandes partidos encuentren motivos de satisfacción; pero, a cambio, ambos 
debieran reflexionar sobre sus flancos más débiles, que también han quedado al 
descubierto. 
Tras la experiencia de los años ochenta con la OTAN y la huelga del 14-D, ya 
sabíamos que el tamaño de las movilizaciones no determina mecánicamente la 
decisión de los electores. Ciertamente, el impacto negativo del Plan Hidrológico 
Nacional ha hecho perder al PP de Aragón más de un siete por ciento de los 
votos, y la factura del “Prestige” les ha supuesto un descenso de cuatro puntos 
a sus colegas de Galicia. Pero las manifestaciones multitudinarias contra la 
política de Aznar no han provocado una erosión significativa y generalizada en 
su partido. Eso sí, el presidente ha tenido que intensificar el toque a rebato 
hacia sus huestes, y por desgracia lo ha hecho recurriendo a la estrategia de 
sembrar el miedo y esparcir toda clase de malos augurios para el caso de una 
victoria de “la coalición Llamazares-Zapatero”. Mal estilo el suyo, aunque le 
haya resultado eficaz. 
Con todo, el PP ya no tiene a su alcance otra mayoría absoluta. Ha capeado los 
temporales del “Prestige” y de la guerra de Iraq con daños moderados, pero en 
relación con las anteriores municipales –en las que ya había iniciado un 
descenso significativo– se ha estancado en Andalucía, País Vasco y Catalunya, y 
pierde terreno, entre otros, en un lugar clave como la Comunidad de Madrid. Con 
esos precedentes, y con el previsible desgaste que sufra en las generales del 
año que viene, a lo más que puede seguir aspirando es a conservar el primer 
lugar en el Congreso de los Diputados. Y ni siquiera eso lo tiene garantizado. 
Su mejor baza –y quizás la única– para reaccionar y contener la tendencia 
descendente es la elección de su nuevo líder y candidato. ¿Qué sucedería, por 
ejemplo, si antes del verano Aznar dimite, traspasa la presidencia del Gobierno 
y del partido a Rato, y éste afronta el último presupuesto y la campaña 
electoral revestido de plenos poderes? No es un escenario descartable. 
El 25-M, los socialistas hemos contado, además de con nuestros apoyos 
tradicionales, con los jóvenes. Los nuevos votantes han respaldado 
mayoritariamente al PSOE y a otras formaciones minoritarias de la izquierda como 
ERC, IC-LV, la Chunta Aragonesista o IU, conjurando el riesgo de que esta última 
quedase fuera de ayuntamientos y parlamentos autonómicos en los que sólo una 
coalición progresista puede superar a la derecha. En cambio, se nos siguen 
resistiendo muchas capitales de provincia, donde al PSOE le cuesta alcanzar 
porcentajes de voto iguales o superiores a su promedio. Las clases medias, los 
profesionales, los funcionarios, las personas mayores, los autónomos y pequeños 
empresarios... son reticentes frente a nuestro discurso sobre los servicios 
públicos, la seguridad ciudadana, la inmigración o los impuestos. Y es 
imprescindible progresar en esa dirección para que el PSOE logre ampliar la 
escasa, aunque meritoria, ventaja que ha logrado sobre el PP en número de votos, 
por primera vez en diez años. Ahí está la llave que abre las puertas de la 
Moncloa. 
Zapatero todavía dispone de tiempo de aquí a marzo para lograr el respaldo de 
quienes, siendo críticos con Aznar y con el uso que ha hecho del poder en estos 
siete años, y en particular de los tres últimos con mayoría absoluta, no han 
querido utilizar a los candidatos municipales y autonómicos del PP como cabeza 
de turco. Para ello, los electores urbanos decepcionados con esta derecha que 
aún no han decidido cambiar de opción, o los que se han abstenido, han de 
vislumbrar en el PSOE los trazos de un proyecto con ejes básicos mejor definidos 
que hasta ahora, que responda razonablemente a sus demandas, conectado con lo 
mejor de la tarea de los gobiernos socialistas del periodo 1982-1996 y soportado 
en unos equipos solventes. El 25-M ha mostrado, entre otras cosas, los límites 
de lo que se puede avanzar en los espacios propios de la izquierda, una vez que 
los socialistas hemos recuperado a muchos de los que se fueron quedando en el 
camino a ese lado de la cuneta. Ahora, para ganar la carrera del 2004, tenemos 
que ocuparnos de los que nos aguardan al otro lado.
J. ALMUNIA, diputado del PSOE por Madrid