EL CARTERO SIEMPRE LLAMA DOS VECES

 

  Artículo de CÉSAR ALONSO DE LOS RÍOS en “ABC” del 12.06.2003

LA ausencia de dos diputados en la sesión constitutiva de la Asamblea de Madrid ha provocado tal crisis en el PSOE que haríamos mal en reducirla a un problema de corrupción individualizada o, aún menos, a una confabulación de los grandes intereses del capitalismo contra un gobierno de «progreso» (tesis compartidas por Simancas, Llamazares y Chaves). Como si no hubiéramos padecido ya la falta de imaginación de otros equipos de izquierda.

El análisis de los hechos que terminaron el martes con las expectativas de poder de los socialistas y los comunistas madrileños nos obliga a enfrentarnos a la naturaleza de nuestro segundo partido nacional (ineficacia, anomia, vacío ideológico, ingobernalidad) y a la real entidad de Izquierda Unida, esto es, a su prescindibilidad como fuerza política. A su mera condición retórica.

La catástrofe madrileña interpela, en primer lugar, a la dirección del PSOE. Ha sido el propio Joaquín Leguina el que ha denunciado a José Blanco, secretario de Organización, como introductor de los dos «traidores» en la lista de diputados y como protagonista en las negociaciones previas a la constitución de la Asamblea. Pero quizá esto no ha sido tan grave como la incapacidad de Zapatero para controlar al PSOE en su globalidad: el lunes pasado se supo, gracias a una indiscrección, que la dirección socialista esta siendo traicionada en una reunión del PNV y del PSE, al más alto nivel. En ella trataron del futuro de la Diputación de Álava a espaldas de Zapatero. Un chivatazo le permitió a éste cortar una operación política que habría dado al traste con la campaña de independencia frente al PNV. Si bien en este caso Zapatero llegó a tiempo, el hecho nos revela el dramático caos del PSOE. ¿No acababa de decir Maragall que es el PSC el que manda en Cataluña y no el PSOE?

Las críticas a la estrategia izquierdista y desestabilizadora que ha llevado el PSOE hasta las elecciones se dirigen contra Caldera y Blanco. En realidad apuntan a Zapatero, «el socio de Llamazares». Detrás de la operación está José Bono... y toda la vieja guardia perjudicada. A la imagen de un Zapatero incapaz de controlar el partido, se añade la peligrosidad de su estrategia.

Por supuesto, la catástrofe del martes interpela a la dirección de la FSM. Si Simancas hubiera tenido un mínimo de vergüenza tendría que haber pagado con su dimisión su incapacidad para confeccionar una lista de personas fieles y dignas. La dimisión le habría redimido en parte, del mismo modo que se condena al atribuir la corrupción de los diputados al PP. ¿A quién aprovecha?, se pregunta emulando los personajes negros de Leguina.

Cuando uno contempla la galería de personajes socialistas que han desfilado estos días, uno siente piedad no ya por ellos sino por nosotros mismos, los ciudadanos condenados a tales gobernantes. ¿Qué hemos hecho para merecer este Simancas que desde el día de las elecciones no hizo otra cosa sino dedicarse a soñar, como un niño glotón y atolondrado, con la tarta de Caja Madrid y el juguete de la televisión comarcal? La posible entrega de la Consejería de Educación a IU era, de todas las operaciones, la más temible. En esto tiene razón el «traidor» Tamayo. ¿Cómo poner un instrumento de tanto poder en manos de quien tiene tan sólo el siete por ciento de los votos y se ha marcado como deber la crítica de los valores del sistema?

El cartero llamó el martes a la puerta de Ferraz. Inútilmente. La pasión les seguirá cegando.