LOS ÚLTIMOS TOTALITARIOS

 

 

 Artículo de César Alonso DE LOS RÍOS  en  “ABC” del 15/02/2004

HAN pasado a llamar fachas a los dirigentes del PP no ya en los discursos, sino en el trato coloquial, de tal modo que ya es difícil saber si es más grave la trivialización que la izquierda hace del fascismo o el ultraje al partido y a las personas que, hoy por hoy, son los más firmes defensores del sistema. Desde luego se trata de un discurso totalitario, en cuanto descalifica la realidad por sistema. Les basta insinuar que la derecha viene de una costilla del franquismo para deducir que su relación con la democracia ha sido oportunista y coyuntural.

El salto atrás que dan estos volatineros de la historia me recuerda una anécdota que viví allá por 1978. Estábamos tomando café en La Castellana Federico Melchor y yo, cuando se nos pegó un viejo militante del PCE. Nada más sentarse comenzó a defender la necesidad de una limpieza de fachas en la Administración. «Reconozco -dijo- que ha sido muy útil la política de la reconciliación nacional, incluso para la legalización del partido, pero, una vez conseguidas las libertades, habría que pasar a otra fase». Al director de «Mundo Obrero» le tembló la mandíbula inferior durante bastantes segundos antes de responder. Cuando su amigo se fue, me dijo: «Ya lo ves. No ha sido fácil meter en cintura a seres como éste».

UN cuarto de siglo más tarde, los descendientes de aquel camarada oscuro están en la idea de la limpieza ideológica. Todos contra el PP. Por facha. Desde Llamazares y Madrazo, a Saura y Carod-Rovira. Y los socialistas. Esos viejos luchadores antifascistas que son Zapatero y Blanco sonríen complacidos ante las descalificaciones del PP que hacen sus no menos heroicos militantes. No dirigen sus críticas a los Heider vascos, ni a los seguidores del racista Heribert Barrera, ni a su propio partido cuando se enfangó en el terrorismo de Estado. Tachan de fachas a Aznar y a Rajoy por haber apoyado al fascista Bush (Blair pasaba por allí), por manipular los medios de comunicación públicos y así ganar las elecciones, por rendir homenajes interesados a las víctimas del terrorismo, por criticar a Medem, que explica la existencia de ETA a partir de la persecución del pueblo vasco..., pero, sobre todo, por descender del franquismo.

Yo creo que ha llegado la hora de que la derecha vuelva a explicar con toda claridad y contundencia cuáles han sido sus vinculaciones y sus rupturas en relación con el franquismo, así como el papel representado por la Monarquía -el propio Rey- y por políticos como Suárez. Hay un punto clave en el que la derecha no insiste, en parte por pacatería, en parte por cobardía. Me refiero a su protagonismo en la transición, a su defensa de la Ley de Reforma Política frente a la izquierda y a la creación posterior de un bloque político y social -de derechas e izquierdas- que hizo posible la Constitución.

En este sentido me pareció especialmente oportuna la intervención del presidente de la Academia de la Historia en la presentación de un libro sobre el constitucionalismo español. Gonzalo Anes hizo referencia a dos ofuscaciones colectivas en nuestra historia contemporánea. Por un lado, a la incapacidad de reconocimiento de los españoles de principios de siglo para con el dinamismo de aquella sociedad. Por otro, a la infravaloración del nuevo clima político que se dio a partir del Plan de Estabilización y que terminó creando unas condiciones propicias al cambio institucional y, en definitiva, a la Constitución. Si hubo transición sin traumas (digo por mi cuenta) fue gracias a las transformaciones que había hecho posible un determinado franquismo.

No me atrevería a decir que nunca ha sido tan necesaria la defensa de la verdad como ahora porque no sé si alguna vez fue tan peligroso el totalitarismo de la izquierda.