EL DESFILE NACIONAL

 

 Artículo de César Alonso DE LOS RÍOS  en  “ABC” del 12/10/04

 

 

Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)

 

 

EL desfile de la Fiesta Nacional es la escenificación militar de las nuevas alianzas del Gobierno en política interior y exterior.

El Ejército de EE.UU ha sido sustituido por el francés como no podía ser de otro modo. Hace un año José Luis Rodríguez Zapatero demostraba su desprecio a la bandera americana al permanecer sentado al paso de aquélla. Un gesto populista muy calculado. Una concesión a los sentimientos antiamericanos de la izquierda española. Medio año después, recién elegido presidente, dio la orden de retirada a las tropas españolas en Irak. Una deslealtad histórica que ha dejado el nombre de España por los suelos. Era una promesa electoral, se dice desde Moncloa. Como si eso pudiera aliviar a los Gobiernos cuyas tropas luchaban -y morían- en Irak. Poco después, desde Túnez, Zapatero hizo un llamamiento gravísimo. Pidió a todos los Gobiernos que mantienen soldados en Irak que retiraran sus soldados siguiendo el ejemplo español. El hecho de que nadie le haya hecho caso no rebaja la trascendencia de la provocación. Si acaso, aumentó su patetismo. Y, ¿aún digo yo que Zapatero es un político inane? Le gusta decir sí. A todo. En este caso a Moratinos. Por fin, hace unos días el ministro Bono remató la lista de despropósitos al decir que el Gobierno español no se hinca de rodillas ante el norteamericano. Pero sí ante el francés, le replicó el jueves pasado The Wall Street Journal en un editorial titulado «Los amigos de Osama». Para el muy influyente diario neoyorquino, el Gobierno de Zapatero es, objetivamente, un socio de Bin Laden. O, ¿hay algún otro modo más eficaz de colaborar con Al Qaida que debilitar las fuerzas militares que luchan -y mueren- en Irak por instaurar un sistema democrático? Y, ¿acaso esa acción no ha sido la más cobarde que pudiera imaginarse ante los autores de la masacre del 11-M.

«Mire los muros de la patria mía...».

EL desfile militar es también una escenificación de nuestra política interior. La alusión simbólica a los españoles que entraron en París con la división del general Leclerc es un pretexto para la exhibición del Ejército francés en la Castellana. Aún más: si fuimos nosotros los que contribuimos a la liberación de París, ¿por qué tenemos que darles, además, un homenaje a los liberados? Falla la lógica, la común y la militar. Por otra parte, todo el mundo sabe que la liberación de Francia fue obra de norteamericanos. De no haber sido por ellos, De Gaulle tendría que haberse quedado en el exilio británico... bebiendo agua de Vichy. Y, ¿acaso no saben los socialistas que durante nuestra guerra los franceses se lavaron las manos con la política de no intervención?

MIENTRAS Schröder ha pedido perdón en nombre de Alemania con motivo de la conmemoración del Desembarco de Normandía, nosotros recordamos nuestra ayuda a Hitler como una contribución al Eje... histórico. La iniciativa ha tenido al menos una ventaja: no acudirá Llamazares. Lo hará, en cambio, Pasqual Maragall. A su manera. Ha lamentado la ausencia de la bandera republicana y ha explicado su presencia como un intercambio por la asistencia de Zapatero al homenaje de Companys, el mártir Companys, el que permitió el martirio previo de tantos ciudadanos con el sostén de Esquerra Republicana de Cataluña. Tiempos negros los de Companys, que no vuelven con espíritu de reconciliación sino de ajuste de cuentas.

Como diría Clausewitz, un desfile militar como éste es la continuación de un desfile civil con otros medios. O al revés.