NUESTRA QUERIDA GUERRA CIVIL

 

  Artículo de CÉSAR ALONSO DE LOS RÍOS en “ABC” del 08.04.2003

 

¿Qué sucede en España? se preguntan desde Joscka Fisher a George Bush. ¿Por qué en España la oposición ha aprovechado la guerra de Irak para emprenderla contra el Gobierno, como no ha sucedido en parte alguna del mundo? ¿Por qué el Partido Socialista español no tiene unos comportamientos similares a los de otros europeos? ¿Por qué este intento de resolver los problemas interiores del poder y la alternancia mediante el recurso de la «paz»? ¿Por qué son asaltadas en España las sedes del partido que apoya a la coalición angloamericana? ¿Por qué desde la oposición dirigentes socialistas y comunistas especulan con la posibilidad de llevar incluso al jefe del Gobierno a un banquillo internacional cuando, por otra parte, ni siquiera la participación del Gobierno es de tipo militar sino humanitaria?

Si en EE.UU. Clinton apoya a Bush y los demócratas a los republicanos; si en Gran Bretaña, los conservadores le prestan a Blair los votos que le faltan para proseguir la guerra con el respaldo del Parlamento; si en Francia y en Alemania Chirac y Schröder rectifican y con ellos sus contrarios ya sean verdes o trotskos, comunistas o socialistas; si, en definitiva, en todos los países al final se llega a un acuerdo nacional por encima de las fronteras ideológicas puesto que se trata de una causa occidental y común ¿por qué en España no sucede lo mismo? En definitiva ¿por qué «España es diferente»?

Siempre hemos encontrado la explicación a este tipo de hechos por la ausencia de España en las dos guerras mundiales. Es obvio que eso favoreció el ensimismamiento y el desentendimiento de la sociedad española de los problemas internacionales. Hemos tenido una incapacidad real para «estar» en los problemas mundiales. Incluso la baja estima por la Patria se explica en buena medida por el hecho de no haber tenido que sentirla de forma muy viva en momentos dramáticos como son los de una invasión. Desde la guerra de la Independencia los españoles no han vinculado los intereses propios y colectivos al destino de la Nación. La de Cuba fue también una guerra civil. En España no ha habido un pacifismo real porque nunca hemos visto en peligro nuestra convivencia a causa de un peligro externo. Nadie pudo escribir aquí «Le feu» de Barbusse ni ninguno de nuestros intelectuales han podido reflexionar sobre el hecho de la guerra como Junger que combatió en las dos mundiales, ni por lo mismo ha habido un Malaparte español. Cuando aquí Blas de Otero pide con la palabra la «paz» se está refiriendo a la interior. Los lectores de los manifiestos de estos días deberían saberlo.

Pero la explicación de lo que nos está pasando estos días no se agota en la escasa experiencia internacional. Hay que buscarla en el rescoldo de la guerra civil. La «diferencia» del comportamiento de la oposición española -primitivo, primario y violento- se debe a que con motivo de la experiencia terrible de Irak intenta dividir en dos a la sociedad española. Es una revisión de la reconciliación nacional. Es una revisión de la transición. La reivindicación de una nueva transición a partir de otro modelo de Estado en el que la derecha -responsable del 36 y de las deficiencias de hoy- quede barrida y de ese modo se cree una nueva relación de fuerzas. Por esto se intenta trasladar un cierto grado de violencia del exterior al interior. Es una violencia simbólica que disculpa Llamazares cuando dice que no es comparable la brutalidad que vive Irak con la que sufre el PP por el acoso a sus sedes. La izquierda quiere ver en el diputado del PP un «asesino» porque quiere rememorar la experiencia de la guerra y pasarle la factura de aquella con el niño muerto de ahora; pretende ganar una causa sesenta años después, vengarse de la derrota, atraer hacia la actualidad la legitimidad moral que se atribuye a los vencidos...

La guerra civil y no el pacifismo está en el fondo de lo que nos está sucediendo.