UN ALTO EN EL CAMINO

 

 

  Artículo de CÉSAR ALONSO DE LOS RÍOS en “ABC” del 13.05.2003

 

SIÉNTATE aquí, querido lector, reposa un poco, echemos la vista atrás. Qué duro y contradictorio ha sido el recorrido hasta este punto en el que, al fin, los nacionalistas dedicados al Terror les han dicho a los del PNV que están de acuerdo con ellos, con el plan Ibarretxe, con su forma de plantear la separación de España, y la manera de limpiar definitivamente al País Vasco de la escoria española, la gente no euskaldún, la mitad de la sociedad vasca.

No es malo, querido lector, echar la vista atrás. No temas convertirte en estatua de sal. Ese es, en efecto, un mito hermoso que funciona solamente cuando uno renuncia al futuro, pero nosotros no vamos a hacer tal sino que vamos a seguir adelante, en cuanto tomemos resuello.

Propongo que en este alto en el camino meditemos en algunos de los errores que hemos cometido a lo largo de los últimos años de tal modo que, ahora que sabemos cómo se dan la mano los nacionalistas de un signo y de otro, no volvamos a caer en ellos. Sobre todo en el peor: en esa manía por diferenciar entre nacionalistas buenos y malos, demócratas y excluyentes, violentos e institucionales... El coste que hemos pagado ha sido demasiado alto : se han afianzado en la legalidad con la ayuda del Terror hasta montar un sistema demoníaco, una forma de administrar desde el poder la persecución, el asesinato...

Esto es lo que vemos cuando miramos hacia atrás pero también es cierto que, a pesar de ello, hemos llegado a conseguir que se haya impuesto el Estado de Derecho en cierta manera. Han sido muchas víctimas -mil- e indefinible y no mensurable el miedo, el sufrimiento, la discriminación, el expolio cultural... pero al final estamos viviendo un tiempo de vindicación, de reconquista de nuestro espacio y, por lo que se refiere a las víctimas, el sitio de honor que les correspondía en la plaza pública y en nuestros corazones.

Son muchos y muy encontrados los sentimientos que tenemos cuando echamos, a estas alturas de mayo de 2003, la vista atrás. Sería insuficiente hablar de un sabor agridulce cuando nos referimos a la terrible experiencia de estos cuarenta años últimos. Esto ha sido una tragedia. Pero todo tiene su tiempo y estamos al final ante la realidad que muchos de los nuestros se han negado a reconocer: por fin el nacionalismo se nos presenta tal como es, de idéntica naturaleza el llamado democrático y el exacerbado, el PNV y ETA. Adscrita ésta al Plan Ibarretxe, ¿quién seguirá empeñado en atribuir distintas naturalezas a unos nacionalistas y a otros?

Sin embargo este es el problema que se nos va a volver a presentar. Es de temer que gentes que se llaman constitucionalistas, que están aparentemente con nosotros, porque están a este lado de la raya o de la frontera, vuelvan a caer en la trampa del diálogo, de la distinción entre buenos y malos... Serán capaces de argumentar que, ilegalizada Batasuna por el Estado de Derecho y asegurada la paz gracias a la tregua de ETA, es la hora del entendimiento. Este es el problema que vamos a tener: que algunos de los nuestros -o de quienes consideramos que lo son- quieran cambiar paz por territorios, Terror por Constitución, apaños por Estado, contubernio por España.

Van a decirnos que lo importante es desterrar la muerte y que lo de menos son los contornos fronterizos, la definición esencialista de España, la sacralización de la unidad en estos tiempos de europas federales... Los parientes de los Madrazo, los compañeros de Elorza, los escuadristas de «Nunca Mais», los compañeros de Esquerra Republicana, los fieles de Maragall, los sostenedores inorgánicos de Zapatero... nos aconsejarán la tibieza nacional que lleva a la traición, el entreguismo, la ruptura de España... Y yo te digo, querido lector, que nada de ello impedirá la masacre de la mitad de la ciudadanía vasca. A la destrucción de España le seguirá la de quienes son considerados sus representantes.

Por esto, querido lector, te he pedido que hiciéramos un alto en el camino.