ZAPATERO Y BONO EN EL TEJADO DE ZINC

  Artículo de CÉSAR ALONSO DE LOS RÍOS en “ABC” del 10.06.2003

Según José Blanco, secretario de organización del PSOE, en estas últimas elecciones se volvió a dar una importante abstención de izquierdas. Quedan todavía reservas -ha venido a decir- y, por tanto, no hay razón para irse a pescar a los caladeros de la derecha como dice José Bono. En definitiva, lo que está en cuestión, tras el debate sobre la estrategia mantenida por Zapatero a lo largo de este año y medio, es el liderazgo de éste. Detrás está, también, la resistible ascensión de Bono. El líder manchego está planteando el debate en términos muy claros, de tal modo que no pueda haber ningún tipo de ambigüedad -y de escapatoria- en el caso de que Zapatero no triunfe en las legislativas del próximo año. Está sembrando para entonces. Esa será la fecha de la cosecha. Si gana las elecciones el sucesor de Aznar, Bono será implacable y, con él, la mayoría del partido. Zapatero tendrá que dimitir como lo hizo Almunia en su día. La vieja guardia ya no podrá impedir de nuevo la subida de Bono, y el fracaso de la estrategia de izquierdas (y de ambigüedad en la cuestión nacional) exigirá una corrección hacia el centro, la moderación, la ortodoxia de una socialdemocracia tibia, católica y sentimental como quiere Bono.

La reflexión sobre los resultados de las elecciones del 25 de mayo está siendo muy onerosa para Zapatero. Es evidente que la llamada coalición «social-comunista» (en Cataluña «republicana e independentista», además) ha sido muy positiva, no ya para el PSOE, sino para sus pequeños socios. Rodríguez Zapatero ha conseguido salvar a Izquierda Unida cuando estaba condenada a la desaparición. Pascual Maragall, por su parte, ha potenciado a Esquerra Republicana. En una palabra, los dos han conseguido la inmensa proeza de atar sus destinos a Llamazares y a Carod-Rovira; es decir, a aquellos que deberían eliminar. Podríamos decir que se han condenado gustosamente a ellos. Después, para justificar esta compañía, hablarán de la terrible soledad en la que se encuentra el PP, mientras ellos gozan de la amistad, de la compañía, de IU, IpC y ERC.

Los buenos conocedores de las interioridades del PSOE aseguran que González teledirige a Zapatero. Si es así, si la influencia de aquél no se ha limitado a lanzar a Trinidad Jiménez sino que ha inspirado la agresividad callejera, el ajuste de cuentas sobre la memoria histórica, el antiamericanismo más primario... habrá que convenir que tiene poco que ver con el alumno de Willy Brandt. ¿Es posible que el odio a Aznar le haya llevado a una mutación tan grande? Porque lo cierto es que la estrategia de Zapatero responde a una filosofía absolutamente contraria a la que llevó con mano firme González. Otra cosa fue la corrupción y el GAL, pero nadie pudo acusarle nunca de haber caído en tentaciones izquierdistas. Ni le hicieron flaquear los fracasos de las dos primeras elecciones, ni el giro del PCE hacia el eurocomunismo, ni la competencia del postfranquismo en el centro. Nada le llevó a González a ocupar espacios de izquierda, y si los ocupó fue porque tuvo la audacia de ser beligerante contra la izquierda: ridiculizó «al tío de las barbas» (a Marx), rompió con UGT, aguantó huelgas generales, hizo guiños a Bush senior, se exhibió con Köhl mientras daba patadas en el culo a Lafontaine y a Mitterrand, reivindicó al Craxi exiliado en los territorios de la corrupción... Y fue con este método con el que se consiguió vaciar al PCE y a UCD. Así se llevó a los Solé Tura y a los Fernández Ordóñez. Zapatero, en cambio, ha legitimado a IU al defender posiciones de izquierda. Es tan tosco estratégicamente que no se da cuenta de que sus posiciones respecto a la antiglobalización no comen espacio alguno al PP, sino que se lo dan a IU. Quien salva la figura estrambótica de Llamazares y su repulsivo olor a alcanfor es Zapatero. ¿Por piedad o por simple torpeza?

Bono está esperando sobre el tejado de zinc caliente.