EL DEBATE SOBRE EL ESTADO PALESTINO
Artículo de IGNACIO ÁLVAREZ-OSSORIO, Profesor de Estudios Arabes e Islámicos de la Universidad de Alicante y colaborador de Bakeaz, en “El Correo” del 11.06.2003
Como ocurrió tras la Guerra del Golfo de 1991, la 
Administración norteamericana ha renovado en las recientes cumbres de Sharm 
al-Sheij y Aqaba su voluntad de promover la paz entre palestinos e israelíes. La 
denominada Hoja de Ruta parece ser, para unos y para otros, la única alternativa 
posible para alcanzar un compromiso histórico entre los dos pueblos y cicatrizar 
uno de los conflictos más largos de la historia contemporánea. Pese al optimismo 
que pudiera desprenderse de los llamamientos de Abu Mazen a interrumpir la 
Intifada y del reconocimiento por parte de Sharon de un Estado palestino 
independiente, no deberíamos pasar por alto que unos y otros difieren sobre el 
carácter de dicho Estado.
La principal crítica que los palestinos plantean a la Hoja de Ruta es que 
tropieza en los mismos errores que el proceso de Oslo: tratamiento de una sola 
dimensión del problema palestino, vagas referencias a las resoluciones 
internacionales, aplazamiento de las negociaciones en torno a Jerusalén y los 
refugiados y, por último, pero no por ello menos importante, ausencia de 
compromisos en torno a las fronteras del futuro Estado. De esta manera, la 
aplicación de la Hoja de Ruta podría convertirse en un nuevo proceso de Oslo con 
negociaciones interminables, nuevos desencuentros y profundización de la 
política israelí de 'hechos consumados', destinada a impedir el nacimiento de un 
Estado palestino independiente, soberano y viable. 
Es curioso que este planteamiento sea compartido tanto por los sectores 
islamistas -englobados en Hamas y Yihad Islámica- como laicos -los Frentes 
Popular y Democrático-, pero también por importantes sectores del propio partido 
de Arafat. Detrás de este rechazo se adivinan los interrogantes que subyacen en 
la Hoja de Ruta, pero también las dudas sobre el tipo de Estado que pretende 
imponer Ariel Sharon: un Estado inviable, sin soberanía ni continuidad 
territorial sobre la mitad de Cisjordania, basado en la imposición de la 
política de hechos consumados de Israel (anexión de Jerusalén Este, construcción 
de 200 asentamientos poblados por 400.000 colonos, división de Cisjordania en 
tres zonas incomunicadas entre sí, desmilitarización y pleno control israelí de 
sus fronteras).
Por otra parte, hemos de tener en cuenta que, a pesar de haber aceptado la Hoja 
de Ruta, el Gobierno israelí mantiene todavía sus serias reservas. El trasfondo 
de la cuestión es que la creación de un Estado palestino, prevista para 2005, 
representaría la renuncia al sueño sionista de un Estado entre el mar 
Mediterráneo y el río Jordán. No hay más que observar con detenimiento a los 
integrantes de la coalición gubernamental israelí para aventurar las escasas 
posibilidades reales de aplicación de la Hoja de Ruta. El Likud tiene como 
compañeros de viaje al Partido Nacional Religioso, un grupo que defiende los 
intereses de los colonos que viven precisamente en los territorios palestinos 
ocupados, y a la Unidad Nacional, un grupo que aboga por la 'transferencia', un 
eufemismo para referirse a la expulsión de la población palestina a los países 
árabes limítrofes.
En este sentido, los miembros de la coalición de gobierno son herederos del 
pensamiento de Vladimir Jabotinsky, un revisionista judío que planteaba que los 
proyectos sionistas sólo serían aceptados por la población palestina en el caso 
de que fuesen impuestos por la fuerza. En su artículo 'El muro de hierro', 
publicado en 1923, escribía: «La colonización sólo puede continuar y 
desarrollarse bajo el paraguas de la fuerza: un muro de hierro que la población 
nativa no pueda romper. Sólo cuando no sea visible ninguna brecha en el muro de 
hierro..., los moderados ofrecerán un compromiso sobre cuestiones prácticas como 
la garantía de no ser expulsados». La vigencia del ideario de Jabotinsky en el 
Israel actual es patente, sobre todo cuando se observa la política israelí de 
'puño de hierro' puesta en práctica en el curso de los últimos años contra la 
Autoridad Palestina.
Otro factor a tener en cuenta es que la Hoja de Ruta fue aprobada en un 
escenario completamente diferente del actual, en los meses previos a la guerra 
llevada a cabo en Irak por las tropas angloamericanas, y que, consecuentemente, 
no refleja el nuevo contexto internacional creado tras la caída del régimen de 
Sadam Hussein y la ocupación del país. Sorprende que cuando la Administración de 
Bush parece haber optado por una política unilateralista al margen de las 
instituciones internacionales apruebe un plan de trabajo, como es la Hoja de 
Ruta, que obedece a una acción multilateral y concertada de la comunidad 
internacional, representada también por la Unión Europea, la Federación Rusa y 
las Naciones Unidas. 
Esta paradoja se agudiza si tenemos en cuenta que ha sido Bush, el presidente 
norteamericano más cercano a Israel y más comprensivo con los argumentos de 
Sharon, quien por primera vez ha dado su visto bueno a la creación de un Estado 
palestino con su aceptación de la resolución 1.397 del Consejo de Seguridad. 
Hemos de tener en cuenta también que los neoconservadores que dominan la 
Administración de Bush tienen estrechos vínculos con el gobernante Likud y 
defienden sus planteamientos en torno a la necesidad de mantener el dominio 
sobre la Tierra de Israel. ¿Cómo se concilia esta situación con los llamamientos 
a la aplicación de la Hoja de Ruta realizados por Bush en las últimas cumbres?