CLARÍSIMO BONO

 

  Artículo de Luis María ANSON de la Real Academia Española en “La Razón” del 02/02/2004

 «Hablando con los asesinos no se entiende la gente», ha dicho José Bono a la plataforma «¿Basta ya!». Y con esas certeras palabras no ha querido enmendar al Rey, sino aclarar lo que Juan Carlos I dijo a Ernest Benach en la reciente audiencia que concedió a este personaje menor, encaramado a la presidencia del Parlamento catalán. Hablando se entiende la gente con los partidos democráticos nacionales y nacionalistas, con los sindicatos, con los empresarios, con los grupos culturales y las asociaciones sociales, con todos, independentistas o nacionales, católicos o budistas, heterosexuales o gays, con todos los que no se sitúan fuera de la ley y utilizan la violencia, el crimen y el terrorismo como argumentos para dialogar.
   Bien por Bono. Un diez para sus declaraciones de ayer en las que, tras exhibir su bien engrasada musculatura política, demuestra que es un hombre de Estado, que es un político en conexión con la opinión pública mayoritaria, que es un líder instalado en la moderación y el buen sentido.
   «Hay que hablar con los nacionalistas pero haciéndoles saber que preferimos la dignidad al gobierno», afirmó ayer el presidente castellano manchego, para añadir una verdad tan grande como el edificio del nuevo Ayuntamiento de Gallardón: «A Carod le puede recibir Eta con los ojos tapados, a mí me recibiría con un tiro en la nuca». José Bono ha sabido alinearse con la España de vanguardia, la España joven unida a Europa, superadora de políticas aldeanas y de campanario, ajena a «la España arcaica, cañí y trabucaire en la que no sería difícil encontrar ideas de Arzallus y de algunos dirigentes de ERC».
   Bono encarna el espíritu del gran PSOE, el que a partir de 1978 supo representar a la izquierda nacional, el PSOE que nuestro país necesita para hacer frente a los intentos de fractura de la unidad patria, para que no se fragilice nuestro armazón constitucional, para emprender en consenso con el otro gran partido democrático, como se hizo en 1978, las reformas imprescindibles y que podamos caminar todos juntos, discrepantes pero dialogantes, sin volver la vista atrás, hacia el viejo destino cainita de España, pues eso nos convertiría de nuevo, como a la mujer de Lot, en estatuas de sal.