CATALUÑA, EL "SENY" PERDIDO



 Artículo de Antonio Asencio en “Diario Directo” del 4-6-04


Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)


El "seny" es una palabra catalana que no tiene traducción al español. Podríamos definirla como una mezcla de clase, estilo y saber estar. Algo que, durante décadas, con sus aspectos criticables, con sus luces y sus sombras, mantuvo CIU al frente de esa noble institución, la Generalitat de Cataluña. Y todos sabemos que la Generalitat ha querido ser un punto de encuentro entre catalanes y, por qué no, el resto de los españoles: un centro difusor del savoir faire en política, del “sentit comú” que tantas veces diferenció a esta institución del gallinero de la política central.

¿Dónde está ese seny? Lo echamos de menos. Pujol instauró el “pujolismo”, una red clientelista, una estrategia de poder cuyas ramificaciones, después de más de veinte años de Gobierno ininterrumpido, son fácilmente criticables. Pero en lo que respecta a la proyección de la Generalitat y la política catalana en el resto de España, el "seny" fue esa bandera encomiable, un modelo a imitar. Firmes en sus reinvindicaciones, pero amables y elegantes en su contribución seria a la construcción estatal de esto que llamamos España, algo que los diferenció, por ejemplo, del egoísmo del PNV.

Que yo sepa, nunca me sentí agredido por una opinión convergente, ni por ninguna de sus acciones políticas. Antes al revés, me abochornaba el trato que, por ejemplo el último Gobierno del PP, dispensaba a esta clase política que siempre tuvo el consenso como única arma de trabajo. Era una cuestión, básicamente, de “estilo”, esa dimensión política que tan bien ha sabido vender
Zapatero.

Echamos de menos el "seny". El tripartito, con los amigos republicanos a la cabeza, está tensando de una manera absurda las relaciones entre Cataluña y España. A Carod no le bastó con reunirse con ETA y exhibir impúdicamente su amistad con Otegi o Ibarretxe. Carod tiene la habilidad del mediocre, del que sabe que no da para más, y por eso nos avergüenza con sus absurdas reivindicaciones que, desgraciadamente, se están extendiendo como una plaga de ignominia al PSC y Maragall. El bilingüismo es un derecho y la cooficialidad de las lenguas, en los lugares donde se practican, es una rúbrica de ese derecho tantos años extirpado. Pero entender que la pluralidad es hablar catalán a quien no lo entiende, es sencillamente mala educación, falta de clase, provincianismo calculado para provocar y subsistir electoralmente alimentando el agravio.

Si el caso del archivo de Salamanca es discutible, solicitar que las obras de Dalí sean devueltas a Cataluña entra en lo impresentable. Los cuadros de Dalí fueron hurtados a Cataluña de la misma manera que los del Musseu Picasso de Barcelona a la Málaga natal del genio. Es decir, un hurto que la historia se hace a sí misma, una configuración que nos habla de que el arte y la genialidad no tienen más naciones que la imperfección y la sorpresa propias de la vida.

Ni el arte, ni el fútbol. Otro flanco por el que van a atacar. Y el baloncesto. Y así seguirán buscando la grieta de España, la debilidad de la falta de mayorías absolutas. Lo que me resulta más triste es ver a un decepcionante
Maragall que no sólo no ha sabido imponerse, sino que se ha deslizado hacia el nacionalismo ramplón de ERC, descafeinando el "seny" que supo imprimir a una Barcelona volcada en el mundo, y no en su propio ombligo. La Barcelona olímpica no tiene nada que ver con la Barcelona excluyente en la que una multitud azuzada por la procacidad fácil de los nuevos nacionalistas, trataba de agredir a dirigentes del PP en la manifestación que siguió al 11-M. Queda que un dudoso Zapatero no deje que los “nuevos nacionalistas” limen nuestro poder y nuestra moral.

Echamos de menos el seny. Ojalá vuelva pronto.