EL DEBE Y EL HABER DE ETA

Artículo de MIKEL AZURMENDI en "ABC" del 22-11-02

ASESINADOS y heridos aparte y sin mentar el expolio en bienes materiales y los miles de exiliados que ha producido, ETA tiene este haber:

1º ETA fue y es un movimiento de perpetuación de la guerra civil. Nació con el objetivo de mantener el rescoldo de la violencia y enfrentamiento franquistas que iban desapareciendo en la sociedad española. Para ello reforzó los perfiles simbólicos de la violencia contenidos en la ideología aranista con la aportación de los provenientes de la violencia revolucionaria y guerrillera anticolonialistas. Y estableció también una estrategia de violencia, que prosigue con entusiasmo y ardor redoblados contra el sistema democrático. ETA sigue siendo hoy un movimiento de involución hacia la guerra civil, pues eso son sus sucesivas adaptaciones tácticas desde la espiral de «acción/represión» hasta la actual de «socialización del sufrimiento» con treguas-trampa y pactos con el nacionalismo y el Gobierno vasco.

2º. ETA ha llevado hasta sus últimas consecuencias el carácter de totalidad política, de exclusividad ideológica y el deseo de pureza vasca característicos de la ideología nacionalista vasca. Ha rediseñado para ello el concepto de «pueblo» (Euskal Herria) y de «enemigo» confiriendo al nacionalismo aranista un carácter étnico bastante más apropiado que el que provenía de su racismo decimonónico. Y prestando asimismo al conjunto del nacionalismo vasco su léxico actual mediante la perversión referencial de la semántica del sentido común: ha entronizado «Euskalherria» por Euskadi; «contencioso vasco» por la ideología nacionalista; «lucha armada» por terrorismo; «violencia» por la justicia y defensa del marco pacífico constitucional; «suceso» o «muerte» por asesinato; «lamentar» por no condenar sus asesinatos, «gudari» por terrorista; «proceso de paz» por diálogo con ETA; «democracia vasca» por totalitarismo; «tregua» por dejar de asesinar transitoriamente; «el Estado» por España; «fascistas» llamando a sus víctimas, a los pacifistas y, en general, a los demócratas constitucionales.

3º. ETA ha penetrado en todo lo largo y ancho del tejido civil e institucional vasco, valiéndose de las reclamaciones justas que iban surgiendo (ecología, economía, cultura, política) para radicalizarlas e instrumentarlas mediante agrupamientos propios: desde la oposición a la central nuclear de Lemóniz, a la autovía de Leizarán o a diferentes proyectos hidráulicos hasta las asociaciones de vecinos, el ocio, los concursos de bertsolaris o la alfabetización eusquérica. Todo vale, desde las revistas de barrio e ikastolas, los periódicos y la radiotelevisión hasta Herri Batasuna, Euskal Herritarrok, Batasuna o Sozialista abertzaleak; siendo en todo, desde las reivindicaciones feministas hasta las de los familiares de presos, el correaje de trasmisión de la política de ETA. La paradoja de ETA es que pareciendo ser una organización cerrada de militantes para causar terror y violencia que alarga sus tentáculos en la sociedad civil, resulta más bien ser una organización civil para destruir la democracia por todos los medios incluida la utilización del terror y la violencia de gran intensidad y de baja mediante grupos de militantes adiestrados.

4º. Su radicalidad anti-democrática ha logrado una dislocación completa de las virtudes cívicas en los sectores nacionalistas de la población: si ya era desde siempre muy raquítica su razonabilidad pública (o capacidad de razonar la posición de cada cual con vistas a convencer a los demás, sin invocar la autoridad de su partido), ETA ha bloqueado su sentido de justicia (capacidad de discernir y respetar los derechos del otro y de moderar las propias reividicaciones) y ha liquidado la decencia civil (o los aspectos banales de la vida cotidiana, en la calle, entre vecinos, para evitar la discriminación) así como la tolerancia pluralista. Todo ello ha redundado en la ignominia moral definitiva del conjunto del nacionalismo al desentenderse de la persecución de los otros vascos, hasta el punto de no haberse puesto jamás en el lugar del perseguido para asumir siquiera un mínimo riesgo, intelectual o físico. El otro del nacionalismo étnico se ha desvelado como sin rostro humano: los vascos no nacionalistas no existimos como humanos.

5º. ETA ha radicalizado en la lucha contra la democracia a una parte extensa de la población, no sólo la juvenil, gracias al sistemático desprestigio de la ley y de la autoridad que han efectuado sus militantes desde el Parlamento, las instituciones y la prensa. La kale borroka no ha sido el efecto de una «muchachada de la gasolina» sino la consecuencia de padres y madres que no veían mal destruir los bienes públicos, robar a las instituciones, sabotear a los empresarios o atacar a la ciudadanía no afín a su ideario. Unos adultos que habían desvalorizado completamente la vida humana, la dignidad y el derecho, y practicaban rituales de muerte y exaltación heroica del martirio.

6º. ETA, además de atemorizar a concejales no nacionalistas, jueces, profesores, industriales, periodistas y profesionales, ha aterrorizado a media ciudadanía de vascos corrompiendo una sociabilidad que ni el franquismo había mellado. Ha paralizado el auge democrático y la creatividad cultural de extensas zonas del país y hasta de instituciones del pensamiento, como la universidad, ocupadas absolutamente por su vigilancia militante y preocupadas tan sólo por no desacatar su voluntad. ETA está haciendo de Euskadi un deshecho social, un estercolero de palabras necias, comparaciones infantiles, mentiras autistas, deseos paranoicos, intenciones victimistas y proyectos descabellados. Un cementerio del espíritu crítico, creador. Y eso repercute en España frenando su desarrollo económico y su progreso moral, pues tiene que invertir en seguridad más de lo deseable y en consenso pre-político -es decir, espiritual y ético- más de lo que necesitan las instituciones democráticas a las que sólo el disenso político debería conducir a buscar consenso mediante debate y deliberación.

7º. ETA ha impulsado que los cenáculos de la radicalidad progre española y las izquierdas anti-sistema basculen desde su aúreo relativismo moral siempre con las manos limpias hacia una política no democrática de sostén de la causa abertzale radical, como se está viendo en los recientes apoyos al pacto de liquidación política de los no abertzales en Lizarra/Estella, en la Ley de Partidos y en múltiples aspectos de la vida local.

8º. ETA ha reforzado las posibilidades electorales del nacionalismo vasco en el Gobierno impidiendo la alternancia política, interpretada, además, como un ataque a las justas aspiraciones abertzales. Tanto ha hecho olvidar a las víctimas apareciéndolas culpables, que el nacionalismo en su conjunto sigue llamando hoy también «víctima» a los etarras detenidos o muertos por su propia acción, porque considera también «violencia» la legitimidad del Estado de derecho de hacer justicia y prevenir el delito.

Este es el haber de ETA. En el debe solamente hay nuestra determinación para que el verdugo sea considerado verdugo, el totalitario no sea tratado como otro más de la ciudadanía civil y la víctima sea tratada con justicia para que las instituciones democráticas se desarrollen y la cultura vasca florezca como otra conquista más del auge creativo. En el debe inscribimos ya que entre ETA y nosotros no existe otro conflicto político que el de la gratuidad de la violencia ejercida por su voluntad antidemocrática y que ninguna idea ni ningún fin nacionalistas han sido defendidos mediante sus asesinatos. En esa larga lista del debe apuntamos también la inocencia completa de la víctima y la injusticia total del verdugo, ese nacionalista etarra cuya rehumanización solamente dependerá de él mismo y no de ciertas modificaciones geográficas de los centros penitenciarios donde cumple condena. Rehumanizarse le exige al verdugo ver en su víctima la inocencia y reconocerse a sí mismo sin más le