AZNAR DEJA AL PP SITUADO EN CABEZA


La despedida del presidente conmueve a su grupo y alivia a socialistas y nacionalistas

 Reportaje de JORDI BARBETA  en “La Vanguardia” del 02.07.2003

El presidente del Gobierno, José María Aznar, se despidió ayer del Congreso y de su grupo parlamentario al finalizar el debate sobre el estado de la nación y sus palabras provocaron emoción, no exenta de incertidumbre, en las filas del PP, y un gran alivio entre socialistas y nacionalistas, que sueñan con que nada vuelva a ser igual.


Aznar se va y deja a su partido en situación de ganar las próximas elecciones generales, pero Zapatero se queda. Aunque parezca una perogrullada, esta idea resume la situación política posterior al debate sobre el estado de la nación que se cerró ayer en Madrid. El presidente del Gobierno ya no volverá a intervenir en un debate de estas características y en cambio ha quedado claro que el líder del PSOE, José Luis Rodríguez Zapatero, con todos los problemas que afectan a los socialistas, ha demostrado esa capacidad de resistencia imprescindible para acceder al poder, como tuvo, por ejemplo, François Mitterrand en Francia o, sin ir más lejos, el propio Aznar de 1989 a 1996.

El presidente del Gobierno hizo en su última intervención una breve pero sentida despedida de su grupo parlamentario y fue hasta ayer que los diputados del PP y los ministros del Gobierno no advirtieron que comienza un nuevo ciclo político en el que nada será exactamente igual. Los diputados populares y los ministros del Gobierno expresaban su optimismo tras el duro enfrentamiento que vivió el lunes su líder frente a Zapatero, pero también se notaba en las filas del PP, además de la emoción propia de las despedidas, una cierta sensación de incertidumbre. De hecho el proceso de relevo en la cúpula del PP empezó ayer y nadie sabe cómo va a terminar y eso significa que ni los diputados ni los ministros saben a ciencia cierta qué va a ser de ellos en los próximos meses. De cómo se resuelva el proceso dependerá que el PP mantenga su posición hegemónica en la política española.

Que nada vuelva a ser igual es lo que esperan y desean sobre todo los partidos de la oposición y muy especialmente socialistas y nacionalistas catalanes y vascos, que han encontrado en José María Aznar un adversario implacable. Líderes tan destacados como el propio Zapatero o Xavier Trias comentaban la despedida de Aznar en privado como el que se ha quitado un peso de encima. El portavoz socialista, Jesús Caldera, dijo lo que pensaba en público calificando a Aznar de “representante de la ira, el rencor y la tensión en la convivencia”.

Con todo, un debate que se presentaba fatal para el partido socialista, tras la crisis de la Asamblea de Madrid, no ha servido, por supuesto, para resolver ninguno de los problemas, pero sí que ha tenido características de “prueba superada” para el líder del PSOE. José Luis Rodríguez Zapatero reivindicaba ayer, sin que le faltara razón, que ha aguantado bien los debates “cara a cara” que ha tenido con Aznar y eso teniendo en cuenta la posición de fuerza del presidente del Gobierno, la mayoría absoluta y la bonanza económica a favor del Ejecutivo, es un mérito indiscutible. Evidentemente indiscutible, pero insuficiente. Zapatero tenía un problema interno antes del debate y lo sigue teniendo después.

La situación del PSOE es prácticamente la inversa que la del PP. El PP tiene definido su proyecto y no tiene mayores problemas de “alineación”, pero le falta acertar con el nuevo líder. El PSOE, en cambio, tiene un líder que se consolida, pero que todavía no ha organizado un equipo de dirección con la capacidad y la eficiencia del que, por ejemplo, llevó a Felipe González a la Moncloa. Esa impresión compartida en algunos sectores del grupo parlamentario socialista es señalada como el principal desafío que deberá afrontar Rodríguez Zapatero en los próximos meses.

En cuanto a lo que queda escrito del debate sobre el estado de la nación, destaca una levísima pero significativa distensión respecto al conflicto vasco. El PP accedió a transaccionar con el PNV una propuesta de resolución sobre víctimas del terrorismo, que además hacía referencia a una resolución del Parlamento vasco. Fue aprobada por unanimidad y aunque nadie se atrevía a lanzar las campanas al vuelo, teniendo en cuenta la tensión institucional que rodea la cuestión vasca, fue motivo de satisfacción.

De todas formas, el debate de política general volvió a poner de manifiesto que la estructuración política del Estado sigue siendo una asignatura no resuelta. La defensa del hermetismo constitucional que hizo Aznar como prioridad principal de su Gobierno frente a las propuestas reformistas de los nacionalistas ha sido de hecho el principal asunto político del debate, si se deja a un lado las polémicas coyunturales. Desde este punto de vista, vuelve a percibirse una colisión entre el centro y la periferia. Resurgió de nuevo la declaración de Barcelona, como estrategia conjunta de los partidos nacionalistas de Catalunya, Euskadi y Galicia, frente a las posiciones defensoras del poder del Estado de PP y PSOE.

En esta situación era imposible que la pugna política preelectoral catalana no surgiera en el debate y lo hizo con una virulencia inusitada y con características nuevas. Generalmente, CiU propicia votaciones en las que los diputados socialistas de Catalunya no pueden mantener por razón de disciplina de grupo las mismas posiciones que adopta el PSC en el Parlament. Ayer también ocurrió en numerosas ocasiones. Sin embargo, fueron ICV y ERC quienes forzaron más la contradicción socialista al someter a votación la solidaridad con el Parlamento vasco que expresó con apoyo del PSC, el Parlament de Catalunya hace apenas una semana. Los diputados del PSC no pudieron más que abstenerse en una jornada que resultó bastante aciaga para los intereses del partido de Pasqual Maragall. Fueron sus aliados para un hipotético Govern de izquierdas los que hacían piña catalana también con CiU, dejando al descubierto el limitado margen de maniobra de los diputados del PSC.