EL PETRÓLEO O LA VIDA
Artículo de José Vidal-Beneyto en "El País" del 28-9-02
Con un breve comentario al final
Luis Bouza-Brey
La energía sigue siendo
uno de los grandes pilares de la vida económica actual; el otro es la
información. El modelo de gestión energética dominante ha puesto los
carburantes sólidos, y en particular el petróleo, en su centro. Pero el plazo
largo e incluso el medio problematizan esa dominación por dos razones
fundamentales: las incertidumbres en torno de la seguridad de la oferta y el
costo del producto; así como la contaminación que genera y la reacción
generalizada que sus efectos devastadores están suscitando. La economía y la
sociedad americana necesitan cerca de 20 millones de barriles de petróleo
diarios para funcionar a su nivel actual y su producción propia no llega al
tercio de ese volumen. La dependencia que dicha situación produce, tan
incompatible con su hegemonía mundial, es responsable, sin olvidar la codicia
del clan Bush, de la crispación y de los desafueros de la política exterior de
EE UU, de su múltiple movilización petrolífera, de su persistente pasión bélica
y del furor antiiraquí.
La subterránea
concertación con Putin, las acciones encaminadas a asegurarse el control de las
reservas del mar Caspio y la decisión de extender y consolidar, a cualquier
precio, el protectorado norteamericano en Oriente Próximo son componentes
capitales de la estrategia destinada a confirmar sus posiciones. Porque el
soporte que representaban para Estados Unidos los dos millones y medio de
barriles diarios de crudo provenientes de Arabia Saudí, y la garantía que
suponían las excelentes relaciones entre ambos países, con la condición saudí
de primer productor mundial, han sido puestas severamente en entredicho. Debido
a la aparición de Al Qaeda y al papel de proveedor de la ideología de combate
que encarna el wahabismo, patrocinado y promovido por la familia Saud, y responsable de la radicalización islamista de la
zona y del resto del ámbito islámico. Irak, con sus 112.000 millones de barriles
de reservas confirmadas -el 11% de las reservas mundiales y las segundas
después de Arabia Saudí- y los 220.000 millones de reservas probables, es una
baza y un enorme negocio que EE UU y su lobby petrolífero no pueden
dejar escapar. Ésa es la verdadera razón de la guerra contra Irak y no las
pretendidas fijaciones fóbicas que los Bush, padre e hijo, tienen, según los
medios occidentales, para con Sadam Husein. Por ello,
aunque la guerra cueste, según Laurence Lindsey, consejero económico de George Bush, de 100.000 a
200.000 millones de dólares; aunque produzca, al menos durante un cierto
periodo, un aumento notable del precio del barril; aunque influya negativamente
en las ya tan maltratadas bolsas y, sobre todo, aunque empuje la deflación y
nos lance a una declarada recesión, que los expertos de Morgan Stanley
consideran inevitables, para quienes mandan hoy en EE UU la guerra es
necesaria, pues para ellos y sus empresas es una cuestión de supervivencia y de
poder. Sobre todo teniendo en cuenta las posiciones que los grupos petroleros
europeos, y en particular el francés Total Fina Elf y
el italiano ENI, han tomado ya en Irak, que, de mantenerse el régimen actual,
desplazarían a Exxon Mobil y a Chevron
Texaco.
De ahí que el sector
petrolero norteamericano y sus políticos aboguen por una guerra relámpago de la
que, según ellos, sólo se derivarán beneficios para todos. Pero ésa no es la
opción de Europa ni su interés. El estimulante libro de Jeremy
Rifkin sobre La economía del hidrógeno y los
dos artículos publicados esta semana por el autor en EL PAÍS y Le Monde subrayan
la especificidad europea y explican su apuesta por las energías renovables, que
presentó con vigor en Johanesburgo. En la línea de
defender nuestro modelo de sociedad y nuestros objetivos, en este punto mucho
más próximos a los de los países del Sur, Loyola de Palacio, comisaria de
Energía, ha propuesto una nueva estrategia energética para aumentar la
seguridad en el abastecimiento y la solidaridad mediante la coordinación de las
reservas petrolíferas de la UE. Éstas, que son de 1.400 millones de barriles
frente a los 550 de EE UU, conjuntamente con el programa de energías
renovables, deberían quitar sentido al imperativo bélico norteamericano y
salvar la paz del mundo.
Breve comentario final
Luis Bouza-Brey
Uno no entiende el esquema de prioridades
y actitudes subyacente en algunos análisis, pero da la impresión de que algunos
autores o viven en las nubes, o se desentienden de lo principal en
beneficio de lo accesorio, o en su rango de valoraciones y prioridades
predominan actitudes anacrónicas, residuales de épocas anteriores.
Me explico, a fin de que se pueda poner en
cuestión mi propio esquema, y someterlo a crítica:
En Oriente Próximo, Oriente Medio y el
Asia islámica se está incubando una crisis de importancia trascendental: se
corre el peligro de que cuaje "la guerra de civilizaciones" como
consecuencia de la inadaptación del Islam a la modernidad, la emergencia de
fundamentalismos islámicos y el impulso del terrorismo fundamentalista global y
local.
Uno de los elementos estratégicos más
importantes en juego en toda esa zona es el petróleo, sobre cuya energía se
basa actualmente todo el funcionamiento de la economía mundial. De manera que
la paralización de su flujo o el alza exagerada de su coste desencadenaría
una crisis radical de todo el sistema. Y existen intentos de poner en juego
dicho factor como elemento estratégico a utilizar para vencer la hegemonía
occidental, detener el proceso de modernización y quebrar las democracias
occidentales, basadas en la libertad y el mercado.
De manera que la conexión entre el factor
ideológico y el energético está ahí, más o menos activada, pero potencialmente
peligrosísima para la civilización.
Y la situación se complica más por la
crisis palestino-israelí y la posibilidad de que se desencadene un conflicto
bélico en países de esa zona, o en su totalidad, en el que se puedan utilizar
armas de destrucción masiva, de tipo nuclear, químico o biológico.
De manera que mezclen ustedes atraso,
fundamentalismo, terrorismo, petróleo, guerra palestina y armas de destrucción
masiva, y obtendrán un cóctel explosivo peligrosísimo.
Si a ello le añaden personalidades
psicóticas o fanáticas como Saddam u Osama y candidatos al martirio redentor
como los suicidas y mujaidines, las chispas que
pueden incendiar el cóctel también están presentes y actuando hace años.
A mi juicio, éste es el esquema básico de
la situación, el que debe marcar las prioridades, alianzas y búsqueda de
soluciones. Por ello, al objetivo principal de evitar la guerra de
civilizaciones se debe añadir el de modernizar el Islam, reducir el
fundamentalismo, vencer el terrorismo, impedir la proliferación de armas de
destrucción masiva y desarrollar política y económicamente la zona hacia la
paz, la libertad, la democracia y el crecimiento equilibrado.
Los conflictos de intereses entre los
diversos países por el petróleo o la hegemonía en esa zona se deben subordinar
a la defensa y consecución de los valores y objetivos comunes. Por ello,
divagaciones o análisis intelectuales sobre la economía del hidrógeno, las
motivaciones de las grandes multinacionales o de los grandes países y demás
elementos de juicio, deben ser tenidos en cuenta a fin de que no obstaculicen
los objetivos principales, pero no transformarse en los factores
principales del análisis. Y mucho menos debe permitirse uno el lujo de dejar
fluir consecuencias intelectuales de actitudes anacrónicas de filias y fobias
con respecto a los sujetos individuales o colectivos que intervienen en la situación.