¿QUÉ ESPERA, Y QUÉ TEME, ZAPATERO?

 

  Artículo de ROBERTO L. BLANCO VALDÉS en “La Voz de Galicia” del 21.01.2004

 

 

«ESTARÉ dispuesto a formar Gobierno si tenemos una mayoría de votos, y sólo en ese caso». Con tan rotunda claridad acaba de empeñar su palabra Zapatero. Se trata, desde luego, del anuncio más trascendental de los muchos que los socialistas han venido desgranando a lo largo de estos días de precampaña electoral. Tanto que muchos nos preguntamos por qué ha hecho Zapatero una promesa que, de mantenerse la intención de voto que anuncian los sondeos, lo dejaría fuera del Gobierno.

La respuesta más común es, sin duda, la más lógica: Rodríguez Zapatero intentaría, a la desesperada, concentrar en torno al PSOE la mayor parte posible de voto antiPP, dejando claro que ese voto sería inútil para dar lugar a la alternancia si se dirigiese a otros partidos. Ello explicaría la airada reacción de Izquierda Unida y de los nacionalistas, que ya vislumbraban un gobierno tipo cártel dirigido por Zapatero, en el que todos podrían meter el cucharón.

Sería, de hecho, el peligro de que esa visión acabase por asentarse en la opinión pública la que habría decidido finalmente a Zapatero a reaccionar, tratando con ello de evitar la dura contracompaña del PP, quien lleva muchos días denunciando la inestabilidad política y económica que un gobierno de coalición entre el PSOE, IU y los nacionalistas traería aparejada.

Zapatero mataría, por tanto, con su anuncio dos pájaros de un tiro: reforzaría la tendencia al voto útil y frenaría las acusaciones del PP de que sólo busca situarse como cabeza de una oportunista conjunción de todos contra él.

Hay, sin embargo, una interpretación alternativa a esta que ve la promesa de Zapatero como un último intento para dar la vuelta al resultado electoral hoy previsible. Aquella según la cual tal promesa expresaría su convicción que la derrota del PSOE resulta ya prácticamente inevitable. La apelación al voto útil no sería, así, una llamada para lograr la victoria electoral del Partido Socialista sino sólo para evitar la derrota política de quienes actualmente lo dirigen. Una derrota, hay que subrayarlo, que no depende tanto de que el PSOE pierda o gane, cuanto de la mayor o menor severidad de su fracaso.

Vista desde esta perspectiva, la promesa de Zapatero es más inteligente de lo que en un principio pudiera parecer. Y también menos altruista. Pero presenta, sin embargo, un riesgo muy notable: el de que, desmovilizados ante una derrota ya aceptada, muchos de los potenciales votantes útiles del PSOE no acudan a las urnas el 14. Fuera como fuere, se cumpliría en todo caso, aquella celebre máxima del gran La Rochefoucauld: que los hombres prometemos según nuestras esperanzas y cumplimos según nuestros temores.