EL TRIÁNGULO EUROPEO



  Artículo de Josep Borrell  en “La estrella Digital” del 8-5-03

 

 

Después del Consejo Europeo, los 25 Parlamentos de la UE se reúnen en Atenas para dar la bienvenida a los 10 nuevos Estados miembros y a sus 75 millones de ciudadanos. Y de paso para lamentar la división producida ante la crisis de Irak y buscar formas de superarla.

Dividida antes de la guerra, la Unión Europea sigue estándolo frente al proceso de reconstrucción de Irak. Para ahondar en esa división los Estados Unidos deciden confiar a Polonia, el más proamericano de los países de la “nueva Europa”, el control militar de una de las tres zonas en que dividirán el país. Es la recompensa por haber participado militarmente, aunque fuese de forma simbólica, en las operaciones. España e Italia, que apoyaron pero no enviaron tropas de combate, se conformarán con participar en el control de la zona confiada al Reino Unido.

En Atenas nos enteramos de que Estados Unidos ha involucrado a una decena de países en el proceso de estabilización de Irak, entre los que habrá varios de los nuevos Estados miembros de la UE. La operación se ha diseñado completamente al margen de la ONU. En la resolución que presentarán, junto al Reino Unido, al Consejo de Seguridad no solicitan ningún mandato para esa nueva coalición y el papel de la ONU se limita a la ayuda humanitaria.

De esta manera, Estados Unidos ignora abiertamente no sólo a la ONU sino también a la OTAN, y para qué hablar de la UE, haciendo tabla rasa del sistema de relaciones y alianzas multilaterales de la segunda mitad del siglo XX.

Así, será la primera vez que una fuerza militar multinacional se despliega en un país sin aval de la ONU. Con ello, más que un precedente, se crea una nueva forma de entender las relaciones internacionales de la que la UE queda al margen pero en la que participan varios de sus Estados miembros, encabezados por el Reino Unido.

En Atenas se comenta que la inclusión de varios de los nuevos miembros de la UE en esa fuerza de estabilización, decidida en Londres a finales de la pasada semana, es una respuesta a la propuesta de crear un “pilar europeo” dentro de la OTAN formulada por Francia, Alemania, Bélgica y Luxemburgo en su reciente reunión de Bruselas.

Naturalmente ninguno de esos países fue invitado a Londres ni advertido de lo que se preparaba.

Sus ministros de Exteriores, que se han enterado durante el consejo informal que celebran en un crucero por el mar Egeo, han decidido poner al mal tiempo buena cara y no ahondar en sus agravios mutuos. Al contrario, Francia y Alemania parecen haber conseguido aplacar las críticas a su iniciativa de cooperación reforzada en materia de defensa.

Pero más allá de los juegos de palabras, la reconstrucción de un clima de confianza entre los tres países que forman el triángulo básico europeo, Francia, Alemania y el Reino Unido, no será fácil. Fundamentalmente, porque sus dirigentes no tienen la misma concepción del papel que la Europa unida debe jugar en el mundo.

El Reino Unido se acomoda perfectamente con un mundo unipolar dirigido por las democracias liberales en el que Europa sea un socio de Estados Unidos. Francia y Alemania quieren un mundo multipolar en el que la UE juegue su propio papel, no necesariamente antagónico pero sí autónomo con respecto a Estados Unidos.

El problema es que para ello Europa necesitaría disponer de una defensa común que es difícil concebir sin la participación efectiva del Reino Unido. Tan difícil como creer que Europa podría actuar con independencia de Estados Unidos si aceptara el modelo de “partenariado estratégico y amigable” que propone Blair.

En realidad, viendo lo que está pasando en Irak, ese “partenariado” no sería para Estados Unidos otra cosa que la confirmación de su liderazgo y para la UE la de su dependencia.

La alternativa no es la confrontación entre Europa y América, ni mucho menos que los países de la UE desvíen los recursos que dedican a su seguridad social hacia un aumento de su seguridad militar en un intento inútil de igualar el poder de Estados Unidos.

Pero entre la confrontación y la dependencia está el camino de una mayor integración política y económica que dote a la UE de una política exterior y de defensa común basada en un nuevo diseño institucional que la Convención está debatiendo.

Todo dependerá de la voluntad de aproximación entre los vértices de ese triángulo europeo sin la cual nada será posible. Desde esta perspectiva, las posiciones de Francia y Alemania no son las mismas en su relación con el Reino Unido. En Atenas se comenta que la oposición de Schröder a la guerra contra el Irak de Hussein estuvo basada en la oportunidad de un año electoral más que en las convicciones geoestratégicas de Chirac. Y que la invitación a Blair para que asista de forma preeminente al próximo congreso del Partido Socialdemócrata alemán marca un punto de inflexión en la posición alemana.

En realidad, los dos países líderes de la “Europa carolingia”, Francia y Alemania, unidos en el frente antiguerra de su política exterior, se enfrentan a situaciones socioeconómicas internas bien diferentes.

En materia de reformas sociales Schröder parece querer aproximarse a la experiencia de Blair en el Reino Unido. Sus polémicas propuestas para reformar el sistema de protección social ya fueron anticipadas en el manifiesto que firmó con Blair antes de las elecciones europeas del 99. La diferencia entre ambos países, y no es pequeña, es que el Reino Unido gasta en defensa el 2’5% de su PIB y Alemania el 1% del suyo.

Por todo ello es de esperar que los vértices del triángulo europeo se desplacen desde sus actuales posiciones. Lo veremos en las próximas reuniones de la Convención europea.