FUTURO NACIONALISTA

 

 Artículo de XAVIER BRU DE SALA   en “La Vanguardia” del 10/07/2004

 

Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)



Aunque oigan un coro que le canta las absoltes, no lo duden, el futuro de Catalunya es nacionalista. Muchos son los que lo dan por muerto y enterrado, o moribundo, o bien, enfermizo, arrinconado, escanyolit, sin vuelta al poder. Váyanselo creyendo los demás, pero esté convencido el catalanismo de su éxito. Si en este presente que tantos toman por aciago, están triunfando todos sus planteamientos –todos menos uno, a costa del que luego mencionaré–, si hoy no se habla de otra cosa que de selecciones, devolución de papeles, falta de inversiones, Estatut y financiación, déficit de infraestructuras y fiscal, es imposible imaginar un mañana en el que estos objetivos no vayan aparejados al liderazgo del nacionalismo. Si Maragall ha llegado donde está no es porque encarne un proyecto de izquierdas para Catalunya, sino como vicario o administrador de las pretensiones puestas en circulación por el nacionalismo catalán. De hecho, la función histórica de Maragall consiste en irrigar la izquierda con caudales trasvasados desde las cuencas del nacionalismo. ¿Que así los dejará secos antes? Ríanse a carcajadas, porque el nacionalismo es inagotable. Se le puede vencer, como tantas veces ha ocurrido, pero nunca ha sido por las urnas. Hay que producir grandes dosis endógenas de alucinógenos para vivir en Catalunya e imaginar su nacionalismo como un azucarillo en disolución. Al contrario, señores, al contrario.

Retóricas aparte, ya me dirán qué objetivos se ha marcado el tripartito que pertenezcan de veras al ámbito de la izquierda. ¿La nueva cultura del agua? Es consecuencia de la intocabilidad del Ebro, bajo cuyas aguas discurre un enfrentamiento territorial. La gestión de izquierdas del agua es superficial y avanza impulsada por la corriente profunda. Sobre el modelo escolar, mucho es de temer que nuestra izquierda no sea capaz de generar la primavera de la enseñanza que la oposición al franquismo preparó y bajo CiU nunca llegó a florecer. En el terreno de las ideas y los sentimientos ideológicos, el Govern se aparta del Fòrum con la muy saludable y poco solidaria intención de que caiga entero sobre Clos. La división territorial es heredera de la que prepararon Duran Lleida y Miquel Roca (y Pujol boicoteó por pura aversión a que le arreglaran lo que no supo resolver). La música del anunciado impulso a la competitividad y la innovación de las empresas tampoco responde a una partitura de inspiración marxista, que digamos. Quedarían las restricciones a la construcción en la sobresaturada costa y a las grandes superficies, pero es probable que también se hubieran producido en el Govern de coalición alternativa, entre CiU y ERC. ¿En qué quedamos entonces? ¿Dónde están los distintivos, los emblemas, los proyectos de izquierdas del tripartito? Saura, el más a la izquierda y uno de sus políticos más dotados, se dedica a recoger un amplio abanico de aportaciones al nuevo Estatut.

Desengáñense los alérgicos, porque no tienen estrategia que contraponer a la nacionalista. Si, en términos históricos, la estrategia del nacionalismo consiste en un arriesgado sacrificio, el de la identidad, la aspiración al monolingüismo y al unitarismo cultural, que podrían resultar divisorias, a favor de la defensa de los intereses comunes a todos los catalanes, hablen la lengua que hablen, sus contrarios no tienen nada que sacrificar, salvo los intereses comunes, en cuyo caso están perdidos. Si algún principio básico de las actuaciones humanas se ha demostrado inamovible, tanto de forma individual como colectiva, es el siguiente: siendo las emociones las defensoras naturales de los intereses, en caso de conflicto, los intereses acaban por modificar los sentimientos. Nunca al revés, nunca, salvo enajenación mental. Quien se fije en la evolución de las adscripciones de pertenencia observará que la intensidad de la catalanidad no cesa de aumentar, en detrimento de la españolidad, entre la inmensa mayoría que presenta doble adscripción. Sin dejar de sentirnos españoles, cada vez nos sentimos más catalanes. He aquí la línea maestra.

Otro asunto son las formas políticas que presente este movimiento general de la sociedad. Los aciertos o desaciertos de CiU a la hora de recoger o abandonar los votos de centroderecha firme y catalanismo débil, así como los de catalanismo fuerte y centro titubeante. Quiénes triunfen o sean relegados en la gran disyuntiva interna que el PSC se apresta a vivir, entre la prioridad catalanista o el conformarse con ser un cómodo granero del PSOE en las generales, lo que estará cada vez más reñido con la defensa de los intereses catalanes. Otra cosa es el acierto de cada partido a la hora de casar o descasar reivindicaciones y estabilidad. Sea como sea, el rumbo y la deriva de la sociedad catalana hacia el nacionalismo están asegurados. En cuanto ganen sus tesis, porque lo que hayan ganado lo impulsará. En la medida en que queden en el alero, por la insatisfacción generada. No hay vuelta de hoja.