AUSENCIA DE PIEDAD Y CORAJE CIUDADANO
Artículo de JOSÉ MARÍA CALLEJA en "El Correo" del 17-10-02
Los ecos de las risotadas de los militantes del PNV, cuando en Altube Xabier
Arzalluz dijo que los populares no tenían «ni casas del pueblo» y sólo
contaban con «oficinas», reflejan de forma desgarradora el nivel de anestesia
moral que carcome a una parte de la sociedad vasca respecto de los que más
sufren. Esas risotadas riman con las risitas y codazos que con complacida
fruición intercambiaba Ibarretxe con Zenarruzabeitia mientras hablaban Jaime
Mayor Oreja y Patxi López en el pleno del día 27. Gestos que reflejan, de
forma asaz expresiva, una gran voluntad dialogante y, sobre todo, una generosa
visión de país.
Vivimos una etapa de falta de piedad, una fase de una hemorragia de odio.
Ibarretxe, que ya demostró con creces su actitud respecto de las víctimas
cuando fue asesinado Fernando Buesa, no está dispuesto a que los asesinados
empañen su discurso fanático, solipsista y delirante. Él tiene un plan para
separar al País Vasco del resto de España y le importa un rábano que ese plan
acarree la ruptura de la convivencia, se base en el desprecio a las víctimas o
agrave una crisis económica que se quiere tapar, pero que empieza a aflorar. No
es que haga abstracción del terrorismo nacionalista, no es que no considere a
ETA el problema más grave, al contrario de lo que hace la mayoría de la
población vasca; es que sabe positivamente que sus delirios milenaristas no
tendrían el menor pábulo de no ser porque existe una organización terrorista
que se encarga de macerar a la opinión pública, depurar el censo y provocar la
huida de miles de vascos, hartos de vivir en un país en el que el nacionalismo
obligatorio les hace sentirse extranjeros por no ser nacionalistas.
En Altube -densidad de 'mercedes', 'audis' y 'BMW'- se concentraron los
beneficiarios del régimen nacionalista, aquellos que demuestran de forma
empírica que ser nacionalista en el País Vasco es un saneado negocio político
y un pingüe negocio económico. Fueron allí a exhibirse, a fichar, a dejar
claro,sin necesidad de escoltas, que están con el caballo ganador. Rieron.
Mientras, en el Frontón Atano III, apenas 2.000 personas concentraron a cerca
de 200 escoltas, todo un catálogo de horrores: viudas, huérfanos, familias
rotas. Lloraron.
Cuando había que luchar contra Franco para mantener la dignidad -Ibarretxe y el
PNV ni estaban ni se les esperaba-, pensábamos que aquella dictadura infecta y
casposa tenía que provocar el rechazo generalizado de la población. ¡Qué
equivocados estábamos! En plena dictadura había mucha gente que vivía en la
gloria, no se metía en política, ganaba dinero, tenía posición social,
decía lo que pensaba, o hacía que pensaba, en voz alta y nos afeaba la
conducta a aquellos inconscientes que osábamos denunciar la falta de libertades
y nos íbamos a la cárcel por ello. Ahora, uno sabe cómo se tiene que conducir
para salvar la vida y engordar la hacienda: hacerse nacionalista, no meterse en
política -es decir, no ser del PSE-EE o del PP- y todo irá de maravilla. Que
matan al vecino, es que era un aventado, un exagerado, un español.
Pensábamos que el PNV era un partido demócrata y cristiano y ahora resulta que
se niega a cumplir resoluciones judiciales, incumple las leyes, dice que no le
pararán ni las bombas ni las leyes, como si fueran lo mismo y, sobre todo, lo
peor, se ríe del dolor ajeno, se carcajea de las víctimas. Legitima, con su
espíritu amasado de kokotxas y Kutxa, que haya vascos de primera, los
nacionalistas -a salvo, con el riñón cubierto-, y residentes de segunda, con
votos, sólo 30.000 menos, pero sin sedes, con gente que les apoya pero en la
clandestinidad. ¿Cuántas veces ha ido Ibarretxe o alguien del PNV a visitar la
sede socialista de Rentería, que ha tenido que cerrar después de sufrir
treinta ataques? ¿Cuántas veces han entrado en la Casa del Pueblo de Hernani
para comprobar que aquello es un búnker? ¿Cómo es posible que el segundo
partido más votado del País Vasco, el primero en el conjunto de España y con
mayoría absoluta, no tenga apenas sedes, sólo cuente con 'oficinas'?
Pero es igual, ETA limpia el censo; ETA establece el estado de excepción; ETA
somete a la tortura diaria a socialistas y populares; ETA dice hasta la saciedad
que, de no existir terrorismo, Euskadi se 'españolizaría' -quieren decir,
perdería el miedo y se caerían los tabúes nacionalistas-; ETA sabe que,
incluso en una tregua trampa, la gente se olvida de la totalitaria y aburrida
agenda nacionalista y vive la vida. Y sobre todos esos escombros morales,
Ibarretxe lanza un plan de ruptura y lleva a la sociedad al abismo, como si sus
delirios fueran equiparables a las urgencias de la gente que se va del país,
que vive aterrorizada, que no se atreve a decir lo que piensa y que cuando
ejerce la solidaridad lo hace de forma clandestina.
La dirección actual del PNV quiere llevar a los vascos al abismo, quiere
imponer su dogma parcial como si fuera consenso universal, involuciona a una
fase prepolítica en la que los partidos políticos son secundarios y predominan
los valores tribales frente a la agenda ciudadana. Pero no siempre ha sido así.
Hubo un tiempo en el que el PNV declaró solemnemente que para ser vasco no era
necesario ser nacionalista -costosa obviedad, pero avance al fin y al cabo-;
hubo un tiempo en que se apostó por el pacto de Ajuria Enea, demócratas frente
a violentos y no frente nacional; hubo un tiempo en que, Ardanza dixit, no se
compartían ni medios ni fines con el terrorismo por muy nacionalista que fuese;
hubo un tiempo, en fin, en que Arzalluz decía que la autodeterminación era una
superchería marxista, servía para plantar berzas y conducía a la sangría
yugoslava.
Ahora, la dirección del PNV hace abstracción de su pasado anterior al 98, se
fuma entero el siglo XIX y dice, como le confesaba Ibarretxe a Rodríguez
Zapatero, que somos un pueblo prehistórico. ¡Qué aliciente, a la hora de
organizar la convivencia... a garrotazos! Las risitas y las risotadas demuestran
desprecio a los otros, y la mirada lunática de Ibarretxe, diciendo que ve la
consulta en esta legislatura y en ausencia de violencia (¿?) traduce un aliento
totalitario, una negación de la realidad de un país ensangrentado y cuajado de
víctimas y escoltas. La piedad es lo contrario del odio y aquí gentes
creyentes, que van a misa y comulgan, se parten la caja de la risa cuando ven
cómo otros creyentes practicantes -por ejemplo, muchos militantes del PP- viven
como cristianos en las catacumbas esperando a que les echen a los leones .
La piedad es el sentimiento que nos hace sentir con los otros ,y aquí los
otros, los no nacionalistas, sólo existen como un proyecto para ser aniquilado
a tiros y a golpe de palabras hirientes. Frente a esta locura totalitaria sólo
cabe defender lo obvio: somos iguales y como tales debemos ser tratados, no hay
libertades y hay que luchar por ellas, existe un estado de excepción que mata y
minusvalora a la mitad de la población y sólo con la Constitución y el
Estatuto se puede acabar con él. Un gobierno está desautorizado si incumple la
ley o veta resoluciones judiciales. Una ideología, en este caso el
nacionalismo, esta desautorizada para gobernar si quiere imponerse como
obligatoria. Hemos tenido cuarenta años de dictadura nacionalista y no queremos
padecer otros treinta años de régimen nacionalista en el que mientras los
nacionalistas radicales matan sistemáticamente, los nacionalistas no tan
radicales deliran y hacen buenos negocios, y los no nacionalistas mueren, se
exilian o sobreviven en la clandestinidad . Contra ese estado de cosas, contra
un sistema que se lanza a la yugular de los disidentes, que lapida al presidente
de los empresarios vascos cuando éste dice algo que desagrada al pensamiento
único nacionalista, contra el nacionalismo obligatorio, que pretende romper y
dividir a la sociedad para imponer sus delirios, nos vamos a manifestar miles de
vascos, este sábado, en el Boulevard de San Sebastián, a las 17.30 horas.
Los principios de libertad e igualdad deben ser defendidos no sólo en los
papeles, tienen que defenderse también en la calle, los principios de dignidad
y convivencia entre iguales no pueden ser defendidos sólo por los más
consecuentes. Estos principios tienen que ser defendidos no sólo por los más
consecuentes, no sólo por los más brillantes, también por todos aquellos que
sienten en sus carnes que no hay injusticia que cien años dure y que de todos
depende que se acabe más pronto que tarde.