VIENTOS DE INFAMIA

 

 Artículo de Jaime CAMPMANY  en  “ABC” del 25/09/04

 

Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)

 

 

SE observan algunos síntomas de odio en la política española. Escucho palabras, contemplo hechos, observo actitudes que van más allá de la tensión lógica del debate ideológico y de la pelea natural de los grupos políticos por conquistar el poder. No es una buena noticia, porque el odio engendra odio y no es difícil que desemboque en la violencia. Se detecta el odio hacia determinadas figuras políticas, y ahí se lleva la palma José María Aznar. Se comprueba el odio hacia determinados grupos, y ahí obtiene el premio mayor el Partido Popular.

Pero el odio no se detiene ahí, en las personas, en los programas, en un partido. Supera esos límites y carga contra instituciones como el matrimonio, la familia, la escuela, la justicia o el ejército, y por fin contra realidades seculares como la Iglesia y como España. Todo eso está a veces alentado por voces y rebeldías, discursos o escritos, y empujado por manifestaciones de plaza pública y medios de comunicación: periódicos, radios, televisiones o internet. Son voces que siembran actitudes violentas y tal vez delictivas por el campo de la política y la agitan con vientos de infamia: acusaciones sin prueba, denuestos sin límite, feroces agresiones de selva.

No parece sino que la lucha política se haya convertido en una guerra sucia, a muerte y sin cuartel, en la que todo valga, hasta las armas más abyectas, para lograr el fin de apoderarse del poder y usarlo contra esto y aquello en una especie de insinuación revolucionaria. Hemos llegado a un punto en que ya lo de menos es que el Partido Socialista que aspiraba a gobernar saque pancartas a la calle llamando asesinos a los del partido que gobierna. Lo de menos es que el periódico que apoya al Gobierno de la Nación compare a José María Aznar con Ben Laden en un ejercicio miserable de la libertad de expresión y del discurso a la opinión pública. Lo de menos es que se intente explicar la matanza de Atocha por la política del PP. Lo de menos son los muchos agravios personales o de grupo político.

Lo más grave es que se intente romper los fundamentos de una Constitución pactada trabajosa y difícilmente por todos. Lo más grave es que el Gobierno de España se encuentre apoyado en los votos de quienes no quieren pertenecer a España, ni ser ni llamarse españoles. Lo más grave es que se quiera borrar de nuestra vida social las instituciones más arraigadas en el ser de España. Lo más grave es que se quiera desnaturalizar el matrimonio, envilecer el concepto de la familia, acabar con cualquier vestigio de espiritualidad en la educación de los españolitos, considerar a la Iglesia Católica como enemiga del Estado y como titular de privilegios injustos, ayudar a que comunidades y regiones dividan España en propiedades geográficas, y permitir el amaño de la Historia para intentar hacer añicos una unidad vieja, rica, diversa y posible. Todas esas desgracias han apuntado en sólo seis meses de gobierno socialista desde su accidentada victoria. Nos gobierna la insolencia de los menos, la ambición de los más y la ridícula utopía de los que están más altos en la rama de la higuera.