ESQUERRA SONDEA A LOS SOBERANISTAS DE CONVERGENCIA EN BUSCA DE FUTUROS PACTOS

 

 

BARCELONA.  Informe de  MARÍA JESÚS CAÑIZARES  en  “ABC” del 17/02/2004

Son muchas las incógnitas que se han abierto en Convergència i Unió tras el acuerdo tripartito de la izquierda que dejó a la federación en la oposición después de 23 años ininterrumpidos de gobierno. Entre ellas, el propio futuro de la formación nacionalista, donde sectores soberanistas -que mantienen conversaciones con ERC- esperan los resultados del 14-M para volver a tomar posiciones y hacer valer su importancia en la federación, frente al entorno más pragmático, mucho más visible en las últimas semanas con motivo de la candidatura de Josep Duran Lleida, presidente de Unió Democràtica de Catalunya, a las elecciones generales. Artur Mas, que vendría a ser algo así como una «tercera vía» entre pragmáticos y soberanistas se encuentra inmerso, por su parte, en sus labores de oposición, intentando encontrar un lugar en el nuevo escenario político.

Polarización del voto

De momento, los miembros más influyentes del ala radical de CiU permanecen en la sombra, en un segundo plano, a la espera de lo que ocurra en los próximos comicios y asumen con mayor o menor grado las tesis moderadas del cabeza de lista, como muestra de lealtad a la dirección de la federación que, tal como reza su eslogan de campaña, ha optado por el «sentido común» frente a la crispación que ha generado la crisis del tripartito, generada por la dimisión del ex «conseller en cap», Josep Lluís Carod Rovira, tras su reunión con la cúpula de ETA.

En un principio, CiU temía que el «caso Carod» polarizara el voto en las generales, lo que se traduciría en un incremento de los votos de ERC y PP. Ahora, los nacionalistas tienen puestas todas sus esperanzas en la campaña. «Todo depende del discurso que hagan PP y PSC», advierte un miembro del sector soberanista de CDC, consciente de que las complicidades establecidas entre el presidente del Gobierno, Pasqual Maragall, y el presidente del PP, Josep Piqué, hacen prever que, en fase electoral, socialistas y populares ignorarán a CiU y le excluirán del debate político, lo que puede extremar todavía más el voto.

Las encuestas no son muy favorables a CiU y le auguran un descenso significativo del número de escaños, ya que podría pasar de los 15 diputados actuales a 9, cediendo incontables votos a ERC. De confirmarse este declive, el sector soberanista reactivaría sus contactos con la finalidad de tomar posiciones en la federación e incluso plantear cambios en la dirección. De momento, Pere Macias ya ha anunciado que dejará la secretaría general adjunta de CDC, creada con la finalidad de que Artur Mas pudiera delegar funciones de partido mientras él se dedicaba a sus labores gubernamentales. Con Mas fuera del ejecutivo, el cargo de Macias está en el aire, a la espera de ser eliminado u ocupado por otra persona.

Duran, una rémora

Las miras en Convergència se han vuelto rápidamente hacia Felip Puig, a quien ese entorno soberanista desea colocar como el hombre fuerte del partido, no sólo en CDC, sino también en la federación. Vetado por Duran, Puig no pudo acceder a la secretaría general adjunta de CiU, ocupada por Macias. Está por ver si Macias, que será el futuro portavoz de la federación en el Senado, también abandona ese cargo que, no obstante, difícilmente sería ocupado por Puig mientras el presidente de UDC ocupe la secretaría general de CiU.

Para los soberanistas, el poder de Duran en el partido, avalado por Jordi Pujol, es una rémora que bloquea los puentes tendidos hacia ERC. Aunque oficialmente no se habla de esos contactos, lo cierto es que sí que ha habido conversaciones con los republicanos, quienes exigen una «depuración» de los líderes veteranos para hablar de un posible acuerdo de futuro que permita una reunificación del nacionalismo catalán. CiU considera una traición que ERC pactara con el PSC, pero existe el convencimiento entre algunos dirigentes de la federación que es precisamente la influencia de Duran, siempre avalada por Pujol, la que frenó un pacto con la formación independentista en los meses previos a las elecciones autonómicas. Y debe ser algo más que una percepción, porque el número dos de Esquerra al Congreso y miembro de la dirección republicana, Joan Puigcercós, ha admitido públicamente que el problema de CiU es que, entre sus dirigentes, se encuentran personalidades como Josep Duran Lleida.

Críticas a la estrategia electoral

Mientras ERC aclara sus futuros liderazgos, el entorno de Felip Puig, actual portavoz parlamentario de CiU, opta por la prudencia. La agrupación Sinapsi, creada a principios de 2002 con la finalidad de preparar el postpujolismo, está actualmente desactivada. Encabezadas por reconocidos soberanistas como Carles Campuzano, Josep Rull, Ferran Falcó o Damià Calvet, esta fundación nació con el objetivo de ofrecer a Felip Puig una plataforma de apoyo ante la posibilidad de que, en un futuro, el «conseller» pueda convertirse en el hombre fuerte de CDC. Tras el impás del 14-M, Sinapsi podría volver a tomar posiciones de cara al congreso que CDC celebrará el próximo mes de julio. Felip Puig fue, junto al ahora consejero de Turismo por parte de ERC, Pere Esteve, el padre del discurso soberanista y uno de los principales impulsores de la Declaración de Barcelona, iniciativa a la que Duran ya se opuso en su día.

Entrada de CiU en el Gobierno

Los soberanistas, contrarios a la colaboración con el PP y más que reacios a la eventual entrada de CiU en el Gobierno, ya recriminaron a Duran hace algunas semanas su estrategia electoral. En concreto, que formulara «a destiempo» la propuesta para crear una confederación de partidos autonómicos con el objetivo de ocupar un espacio de centro en la política nacional.

Aunque Duran ha evitado expresamente definir sus preferencias por el PP o el PSOE, los sectores soberanistas de Convergència le acusan de proyectar al electorado un mensaje demasiado escorado hacia el centro-derecha, lo cual, según estas mismas interpretaciones, daría alas tanto a ERC como al PSC para echarle en cara su obsesión por ostentar una cartera ministerial.