AZNAR Y ZAPATERO
Artículo
de José María Carrascal en “La Razón” del 18/05/2004
Por
su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo
en este sitio web. (L. B.-B.)
Con un breve comentario al final:
¿DÓNDE SITUAR EL FOCO? (L. B.-B.,
18-5-04, 18:30)
Con enorme retraso, que es tal vez como mejor se ven las cosas, me llega un
largo y contundente artículo de José María Aznar contra la retirada de las
tropas españolas de Iraq. Nada que oponer a él ni a las razones que se invocan.
La decisión del Gobierno socialista no ha hecho a España más fuerte, sino más
débil, al mostrar su volatilidad y demostrar a los terroristas que matando
inocentes pueden alcanzar sus objetivos. Que fuera producto de una promesa
electoral no es excusa porque el propio Rodríguez Zapatero rompió esa promesa.
Había dicho que retiraría las tropas a partir del 30 de junio a tenor de la
situación, y dio la orden de hacerlo mucho antes. A eso no estaba obligado y el
evitar debates sobre si se retirarían o no, que invocó
como excusa, no se sostiene, pues ni Zapatero ni nadie sabe lo que puede
ocurrir el 30 de junio. Contra lo que ha alegado, puede haber una transferencia
real de poderes y la ONU puede asumir un papel central en el proceso. No porque
les interese a los iraquíes, sino porque les interesa a los norteamericanos.
Sí, en cambio se conocen los efectos en campo de batalla y en la escena
internacional de esa retirada a toda prisa. No es que los españoles hayamos
quedado como cobardes, cosa que todo el mundo sabe que no es verdad. Es que
hemos quedado como lo que solía pensarse de nosotros: como un pueblo emocional,
exaltado, impulsivo, que va de un extremo a otro y reacciona al último estímulo
sin tener en cuenta todo lo demás. Es decir, como un pueblo poco fiable. Se
creía, nosotros incluidos, que el alza del nivel de vida y el cuarto de siglo
de andadura democrática que llevamos nos habían hecho más maduros y tranquilos.
Al parecer no es así. Seguimos tan vehementes como nos describían los viajeros
franceses e ingleses del siglo XIX. Y eso no es lo peor, a fin de cuentas los
pueblos son como son. Lo peor es que nuestros gobiernos, que tienen la
obligación de ser como debieran ser, actúan exactamente igual que el pueblo, a
bandazos. No es la mejor recomendación para fiarse de ellos y tenerlos como
aliados. Rodríguez Zapatero lo va a notar muy pronto cuando trate, no ya con el
Gobierno norteamericano, con quien prácticamente ha roto lazos, sino con los de
los países que se han distanciado de Washington. Francia y Alemania pueden
darle muy buenas palabras pero no van a concederle ni un pelo más de lo que
piensan debe ser el papel de España en Europa, que es más bien secundario, como
ha venido siendo hasta ahora. Incluso si pueden restarle algo, lo harán en
busca de que nadie les haga sombra. La política exterior no se mueve por
simpatías o antipatías. Se mueve por intereses.
En todo esto tiene razón Aznar al criticar la decisión del
Gobierno socialista de adelantar la salida de nuestras tropas de Iraq, cuando
allí y en la ONU se está librando la batalla definitiva sobre el futuro de
aquel país y puede que de todo el Oriente Medio. Volvemos a nuestra neutralidad
habitual, a nuestro alejamiento de las grandes decisiones, que se inició con la
pérdida del imperio y ha durado prácticamente hasta nuestros días. Lo que dudo
que sea una buena noticia, pues para defender los intereses españoles cuanto
más peso tengamos, mejor.
Pero dicho esto, tengo también que decir que echo en falta
algo en el alegato de Aznar, y nada baladí: una ausencia total de autocrítica,
un reconocimiento, siquiera implícito, de que también él pudo equivocarse al
dar un viraje radical a la política española a propósito de la crisis iraquí.
Ya sé que es mucho, puede que imposible, pedir a un político que reconozca sus
errores. Pero José María Aznar hubiera dado mucha más fuerza a sus argumentos
si hubiese dicho, siquiera de pasada, que sus cálculos se basaban más en
esperanzas que realidades. Y todo el mundo lo hubiese comprendido. Él vio en
Iraq la gran ocasión de potenciar el papel de España en el mundo. La retirada
de Francia y Alemania de los planes de Bush dejaba un hueco en la alianza
europea con Estados Unidos (los ingleses no son aliados de los norteamericanos,
son sus primos), que suponía una enorme oportunidad. Y la tomó. Su error, sin
embargo, fue tomar esa decisión en solitario. Estoy seguro de que más de uno en
sus colaboradores, entre los que había gentes de mucho peso y visión, albergaba
dudas sobre la aventura. Pero Aznar no toleraba disidencias en su gobierno. Lo
que él decía iba a misa. Y, en este caso, confió ciegamente en Bush,
equivocándose con él. En Bush resulta hasta cierto punto excusable. Un texano
sin demasiada formación puede pensar que es posible crear una democracia en el
Oriente Medio en seis meses. Un español debe saber que implantar una democracia
en el mundo árabe es un proceso que lleva años, si no siglos. Que ganar allí
una guerra es relativamente fácil, lo difícil es ganar la paz. Los israelíes
saben bastante de eso. Incluso mirando nuestra propia historia se ve lo largo,
difícil, complejo que es instalar una democracia en un país sin tradición en
ella. Pero a Bush le deslumbró la idea del ser el hombre que democratizaría el
mundo árabe, y a Aznar, la de convertir España en una potencia en la escena
mundial. Ambos se equivocaron como estamos viendo. Bush, por meterse en una
aventura de tal calibre sin haberla preparado debidamente. Aznar, por haberse
embarcado en ella sin haber examinado cuidadosamente si los norteamericanos
habían hecho bien sus cuentas. Aznar ya lo ha pagado. Bush puede pagarlo en
noviembre. Una pena para ellos y para sus países. Pero los falsos cálculos en
política exterior se pagan, con enormes intereses la mayoría de las veces. Lo
que no quita fuerza a las críticas vertidas en el artículo de Aznar a la
decisión de Zapatero. Tan erróneo es jugar a aliado de los norteamericanos sin
medir las consecuencias como volver al papel de acólito de Francia y/o Alemania
como hemos venido siendo en los últimos tres siglos.
BREVE COMENTARIO:
¿DÓNDE SITUAR EL FOCO? (L. B.-B.,
18-5-04, 18:30)
Aunque
este artículo de Carrascal es lúcido, creo que se equivoca, como mucha gente en
la actualidad, en el enfoque de la cuestión de la guerra de Irak. Porque, en
efecto, ¿dónde está el foco o el nudo del problema de Oriente Próximo? ¿Se
trata solamente de una cuestión de voluntarismo iluso por parte de los
estadounidenses, que creen que se puede democratizar Oriente Próximo con
facilidad? ¿Se trata de meros movimientos táctico-estratégicos de Aznar, a fin
de situar a España en buena posición internacional, frente al vacío dejado por
Francia y Alemania en su distanciamiento de EEUU?
Creo
que este enfoque es superficial, y no acierta a situar el núcleo del problema.
¿Cuál es éste?
Léanse los artículos que incorporo hoy mismo a este sitio web, o léanse el número de “Claves” de abril o el de “La Vanguardia” sobre el terrorismo, y se darán cuenta de que estamos empezando a afrontar un proceso de degeneración de Oriente Próximo con muchos años de retraso. Estamos reaccionando por primera vez en serio, a consecuencia de los atentados del 11S, al problema de la crisis del Islam frente a la modernidad. Lo cual exige contribuir a reorientar la civilización de mil millones de personas y luchar con firmeza durante muchos años para que este proceso de reorientación no sea dirigido por una minoría fanática y retrógrada, que intenta resolver sus problemas destruyendo la libertad y la civilización occidental y moderna y retrotrayendo al Islam al siglo VII (Vean el artículo “Beware of religious stalinists
”, de Zuckerman).