VICTORIA ZAPATERO

 

 

 Artículo de José María CARRASCAL  en “La Razón” del 08/06/2004

Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)


Su frase favorita, diría casi su única frase es: «Nos hemos traído las tropas de Iraq». Lo dicen, hinchando el pecho, en los mítines electorales, en las intervenciones parlamentarias, en las declaraciones periodísticas, imagino que incluso en casa, durante la cena. Como si fuera una hazaña, una especie de nueva batalla de Lepanto a la inversa, otra «mayor ocasión que vieron los siglos», merecedora de aplauso, admiración y medallas, como esa que le han dado a Bono, alférez principal del portento. Entre las palmas del respetable, nada contento desde el principio de la aventura en que la había metido Aznar.
   Todo eso está muy bien. Todo eso puede tener réditos electorales el próximo domingo, como los tuvo en 14 de marzo. Sólo tiene un pequeño-gran inconveniente: que la situación internacional ya no pide marcharse de Iraq. Que lo que priva hoy es quedarse hasta estabilizar aquello. Que lo que se lleva no es dar patadas en las espinillas de los norteamericanos, sino al revés, entenderse con ellos. Que la próxima resolución del Consejo de Seguridad sobre Iraq no supondrá un enfrentamiento Washington-París-Berlín, sino un punto de encuentro entre Europa y los Estados Unidos. Y nosotros, con estos pelos, quiero decir presumiendo de haber traído nuestras tropas de Iraq y de haber hecho la pascua a Bush. A esto se le llama tener olfato. Con un olfato así, Zapatero y Moratinos nos devuelven a cien por hora a los tiempos felices en que España no pintaba absolutamente nada en la escena internacional, por la sencilla razón de quedar al margen de ella.
   Una vez más ha quedado en evidencia algo muy triste: que pese a los indudables avances que nuestro país ha hecho en el terreno económico y social, marchamos con el paso cambiado respecto a las naciones punteras. No es de ahora. Desde hace siglos, nuestros ciclos políticos no corresponden a los de nuestro entorno histórico-cultural. Teníamos contrarreforma cuando el resto de Europa tenía reforma, monarquía cuando ellos tenían revolución, revolución cuando ellos tenían monarquía, conservadurismo cuando ellos tenían liberalismo, liberalismo cuando ellos tenían conservadurismo, dictadura cuando ellos tenían democracia y esta forma especial de democracia española que consiste en el todo vale cuando los demás tratan de poner un poco de orden en el mundo y sus respectivos países, antes de que todo se vaya al cuerno. Hemos llegado tarde a todo, lo que nos convierte en entusiastas tardíos de la moda que ha dejado ya de serlo. En el pasado, nos trajo retraso y complejos de inferioridad, disimulados con hueco orgullo. Pero, en fin, la cosa no pasaba a mayores, dado el férreo sistema de naciones-Estado en que se movía el mundo. Hoy, sin embargo, con la globalización en marcha y la aparición de grandes bloques multinacionales, esta falta de adaptación de España a las grandes corrientes internacionales puede ser letal para nuestro país y sus intereses. Quien trate de ir por su cuenta, quien se desenganche de la marcha de los acontecimientos, quien calcule mal y tome un camino que no es el general, no es que se encontrará aislado, es que se encontrará totalmente al margen de las grandes decisiones, que hoy se toman globalmente. Es verdad que la crisis de Iraq ha demostrado que los Estados Unidos no pueden, como creía la Administración Bush, dirigir solos el mundo. Pero no menos es cierto que sin los Estados Unidos el mundo no puede ser dirigido, como ha demostrado el giro dado por Chirac y Schröder en las últimas semanas. Reducir la política interior y exterior española a «hemos traído nuestras tropas de Iraq», como da a entender el ejecutivo socialista, es tan infantil como peligroso. Ya lo estamos viendo. Si alguien creía que iba a traernos dividendos en Europa es que no tiene idea de lo que es la política internacional, donde no existe la palabra agradecimiento. París y Berlín tomarán la retirada de esas tropas y la renuncia de Zapatero a dar la batalla por más poder en Bruselas, pero no le darán nada a cambio. El uno continuará tratando de mantener su papel hegemónico en Europa y el otro se volcará hacia los países del Este, su natural esfera de influencia. Congratulándose, eso sí, de que España no les dé más la lata con sus demandas. A ellos lo que les interesa, como a lo largo de los dos últimos siglos, es una España débil y subordinada, no una España fuerte y exigente. En cuanto a Estados Unidos, qué les voy a decir. Lo primero que ha hecho es reforzar sus lazos con Marruecos y perder toda su confianza en España. Puede que a algunos les alegre. Pero no hay que olvidar que siguen siendo la primera potencia mundial. Algo que no han olvidado Chirac ni Schröder.
   Si José Luis Rodríguez Zapatero hubiera cumplido lo que había prometido, esto es, traerse las tropas el 30 de junio de no haber resolución de la ONU para el traspaso de poderes en Iraq, España y él se encontrarían hoy en muy distinta situación. Pero tuvo que actuar rápido, precipitar los acontecimientos. Tal vez quería demostrar que no era el Bambi que le llamaban sino alguien capaz de tomar decisiones difíciles y tajantes. O tal vez, simplemente, encontrándose con una victoria inesperada, no supo otra cosa que hacer. El caso es que hoy se encuentra, nos encontramos mejor dicho, alejados de la primera potencia mundial y desincronizados con las potencias europeas a las que queríamos unirnos. Todo por precipitación y falta de previsión. Arreglar esto no va a ser fácil. Es por lo que a las victorias pírricas podrá llamárselas en el futuro victorias Zapatero. O Bono, como quieran.