LA DESORIENTACIÓN HISTÓRICA DE LOS SOCIALISTAS

 

  Artículo de  FRANCESC DE CARRERAS en “El País de Cataluña” del 20.11.2003

 

Francesc de Carreras es catedrático de Derecho Constitucional de la UAB.
 No reconocer las derrotas electorales se está convirtiendo en uno de los signos de identidad del PSC. El sonriente Maragall que apareció el domingo por la noche en las pantallas de televisión anunciando -ante el estupor e incredulidad de quienes le contemplaban- que la izquierda había ganado, es una imagen, entre bochornosa y entrañable, que resume bien la desorientación histórica en la que andan sumidos los socialistas catalanes desde hace 23 años.

En efecto, ganar en todas las elecciones generales y locales y perder en todas las autonómicas constituye un extraño fenómeno cuyas causas de fondo quizá deberían buscarse en problemas psicológicos no resueltos de una determinada camarilla dirigente del PSC. Por prudencia, sin embargo, sólo nos centraremos en el análisis de las causas políticas de los resultados del domingo pasado.

La derrota, sin paliativos, de Maragall y su partido es debida, a mi parecer, a la incomprensible obsesión de reincidir en el error de siempre: querer derrotar al nacionalismo en su mismo terreno. José María Aznar o Mariano Rajoy -no sé exactamente cuál de los dos- lo han resumido perfectamente al comentar los resultados del domingo: "Los catalanes han preferido el original a la copia". Si Jordi Pujol hubiera hecho una campaña socialista no habría ganado nunca una elección. Así de simples son las cosas. Pero ello parece que no cabe en la cabeza de los dirigentes socialistas catalanes.

En estos últimos cuatro años, esta tendencia a buscar votos en el terreno nacionalista se ha acentuado. Es cierto que en las últimas semanas, tras el verano, la campaña socialista ha ofrecido matizaciones significativas, como yo mismo comentaba en el artículo de la semana pasada, en el que no hacía análisis, sino wishfull thinking, confundía los deseos con la realidad, y que me perdonen los lectores. Pero la rectificación -no muy creíble porque los mensajes eran contradictorios- llegó obviamente tarde. Cuatro años, que enlazan con los 19 anteriores, no se borran fácilmente. La catástrofe era perfectamente predecible si uno husmeaba el ambiente en lugar de hacer únicamente caso de las encuestas. Veamos.

La estrategia de Maragall y de la ejecutiva del PSC -¡ojo: todos son corresponsables!- ha tenido, en estos cuatro años, dos líneas de fuerza principales: la reforma del Estatut y la alianza con ERC, además de continuar la más natural con ICV. Ambas líneas de fuerza han contribuido decisivamente a cavar la fosa en la que están sepultados en la actualidad los socialistas catalanes. Ambas han sido, además, piezas básicas del mantenimiento del voto nacionalista, ahora dividido entre CiU y ERC, y todavía poderoso precisamente por esta división. La estrategia socialista ha sido, pues, una contribución fundamental a la victoria del adversario.

Debe recordarse que nadie en las elecciones anteriores -ni en cualquiera de las demás- planteaba la reforma del Estatut como un objetivo prioritario. Sólo ERC, como es lógico en un partido independentista, la mantenía en su programa. Pujol no era -y dudo que lo sea ahora- partidario de dicha reforma: hablaba siempre de posibles nuevas relecturas. Pero la insistencia de Maragall ha conducido al panorama actual: cuatro distintos proyectos de reforma estatutaria convertidos en objetivos primordiales de los partidos... nacionalistas. Y el proyecto de reforma socialista -que influye especialmente en la reforma del conjunto del Estado autonómico- se ha convertido en una "patata caliente" que se ha trasladado al PSOE, bajo la mirada agradecida del PP, cuando sobre la mesa está el muy serio problema del plan Ibarretxe. La capacidad de liarla del PSC está alcanzando así grados indescriptibles sin recompensa electoral alguna: no ha ganado ni un voto por su innecesaria propuesta de reforma estatutaria y muchos han dejado de votarle por considerar, con toda la razón, que todo ello no tenía nada que ver con un programa socialista y de izquierdas.

Como complemento de todo ello, ahora se está mostrando claramente la inconsistencia de la alianza estratégica entre el PSC, ERC e ICV en la que han confiado los ingenuos catalanistas con mala conciencia nacional que dominan las ejecutivas socialistas y ecosocialistas. Prueba de ello es la desconfianza que se puso de manifiesto en la misma noche electoral respecto a la fidelidad del compromiso del partido de Carod con los partidos de izquierdas: la famosa "equidistancia" comenzaba a revelar su auténtico contenido.

Hace pocos días que Jaime Mayor Oreja dijo que la actual ERC era un producto de CiU. Llevaba parte de razón: la prueba está en la transferencia de votos de un partido al otro que han mostrado las urnas al hacer muchos electores el mismo recorrido que Pere Esteve. Sin embargo, Mayor no tenía toda la razón. ERC también ha crecido porque ha adquirido una respetabilidad de izquierdas gracias al trato que en estos cuatro años le han dado los socialistas e Iniciativa: grupo parlamentario en el Senado, elaboración conjunta de un proyecto de reforma de Estatuto (del que, por cierto, nunca más se supo) y complicidad constante en el Parlament de Catalunya. Ciertamente, ERC ha ampliado su electorado debido al pacto de CiU con el PP, pero también por el aval que le han suministrado los dos partidos de izquierdas: para muchos electores votar a ERC ha sido votar contra CiU.

Así, en cuatro años, los socialistas han hecho todos los esfuerzos para seguir perdiendo las elecciones autonómicas. Era patética la confesión de uno de los responsables de la campaña de Maragall que ayer reproducía El Periódico: "No había ningún elemento que nos hiciera pensar que podía producirse este resultado". ¡Admirable candidez y nula inteligencia política! Pero también prueba de arrogancia. A lo largo de estos cuatro años, si modestamente opinabas ante dirigentes socialistas o de Iniciativa que el camino emprendido era equivocado y la estrategia conducía al desastre, te miraban por encima del hombro como un bicho raro desconocedor de la realidad catalana y cargado de prejuicios. Y, por supuesto, evitaban volver a hablar contigo de política.