CATALUNYA VIRTUAL

 

 Artículo de FRANCESC DE CARRERAS   en “La Vanguardia” del  05/06/2004

 

Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)



Joan Tardà, diputado de ERC, formuló el pasado miércoles una pregunta al ministro del Interior en catalán. El presidente del Congreso, Manuel Marín, se lo impidió en aplicación del reglamento. Tras algún barullo en el hemiciclo, dirigiéndose especialmente a Tardà, el presidente advirtió a los diputados que “evitaran las emboscadas parlamentarias”.

La palabra emboscada significa, según el diccionario, “la ocultación de una o varias personas para atacar por sorpresa a otra u otras”. Pues bien, Manuel Marín creo que encontró la palabra más adecuada para describir el estilo de hacer política que se practica actualmente en Catalunya. En efecto, desde hace unos meses la política catalana se caracteriza por una sucesión continua de engaños, intrigas y enredos perpetrados mediante emboscadas.

Todo ello era de esperar. En realidad, la gran emboscada estratégica se produjo tras la derrota electoral de Maragall en 1999, en las penúltimas elecciones autonómicas, que, por los pelos, ganó Jordi Pujol. A partir de este momento, el PSC cambió de táctica: desconfiando de sus propias fuerzas, optó por plantear un pacto a ERC y a IC que incluyera como puntos centrales del programa conjunto la reforma del Estatut y de la Constitución con el objeto de cambiar el modelo de Estado. Del modelo “café para todos” había que pasar a uno distinto que permitiera un nuevo “encaje” en España para que Catalunya estuviera más “cómoda”. Como prenda de que el pacto iba en serio, el PSC ofreció a sus potenciales socios formar un grupo parlamentario conjunto en el Senado.

La terminología del “encaje” y la “comodidad” me había resultado siempre bastante enigmática, a veces incluso esotérica o inexcrutable. Sin embargo, con el tiempo la he ido comprendiendo: se trata de proponer un objetivo ininteligible y sin significado alguno para poder decir siempre que todavía no se ha alcanzado. Mediante este lenguaje, el agravio y la queja permanente están perpetuamente asegurados; a su vez, ello permite que la frustración siga siendo el principal combustible de la acción política. Con este pacto entre PSC, ERC e IC, la continuidad del pujolismo –aun en el caso de que perdiera las elecciones– se consolidaba. Y en ésas estamos.

Hace unas semanas, en una sesión de estudio sobre el nuevo Estatut celebrada en el Parlament de Catalunya, un antiguo dirigente de CiU, persona oronda, de inteligencia penetrante y con mucho sentido del humor, sorprendió a los presentes diciendo algo parecido a esto: “Desde luego, a veces somos un país bastante pintoresco y surrealista: estamos todos de acuerdo en cambiar el Estatut pero nadie sabe qué debe contener este nuevo Estatut, que, aparentemente, tanto deseamos”.

Aguda y sensata percepción del momento político catalán. Las carreteras son manifiestamente insuficientes; la enseñanza atraviesa una grave crisis; el PIB está en descenso relativo si lo comparamos con el resto de España; la probreza va en aumento; la red de trenes es casi inexistente; la vivienda está carísima. A todo esto, la clase política y los medios de comunicación oficiales sólo se dedican a alimentar la polémica sobre un tema central único: una reforma de la Constitución y del Estatut cuyo contenido se ignora. Colateralmente, otros temas de envergadura son: los “papeles” de Salamanca y las selecciones deportivas catalanas. Esta semana, además, ha surgido de nuevo un viejo problema que también nos preocupa mucho: el CAT en las matrículas de los coches.

Alucinante. Casi virtual.