DEFINIR LAS FRONTERAS

 

 Artículo de CESÁREO RODRÍGUEZ AGUILERA DE PRAT  en “El País” del 13-6-04

 

Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)



Hoy se completan las primeras elecciones al Parlamento Europeo de la UE ampliada a 25 países. La integración de 10 nuevos países significa, junto con la próxima aprobación de la Constitución, uno de los grandes momentos de la construcción europea. Pero queda otro reto: en diciembre de este año, Turquía tendrá la respuesta definitiva a su solicitud de ingreso como Estado miembro de la Unión. ¿Debe la UE admitir en su seno a la que podría ser la primera democracia islámica, o esto significaría el fin del objetivo de la federalización política de la UE?

 

Cesáreo Rodríguez Aguilera de Prat es catedrático de Ciencia Política de la Universidad de Barcelona.

 

En el clásico debate europeísta sobre ampliación versus profundización la práctica seguida muestra que, en general, los Estados se inclinan más por la primera que por la segunda. En principio, la dinámica de las ampliaciones responde a la lógica expansiva del mercado, mientras que la de profundizar en la integración sintoniza con los proyectos políticos supranacionales. Sin duda, la reciente ampliación a los países de la Europa central y oriental ha sido la más ambiciosa y audaz nunca antes intentada, pero ahora la UE de los veinticinco tendría que abordar no sólo el desafío de reforzarse internamente, sino también el de concretar por fin su horizonte territorial final.

En este ámbito de las fronteras exteriores uno de los principales equívocos es el de querer hacer sinónimos los conceptos de UE y Europa, dos realidades no exactamente coincidentes. Así como los EUA no son sinónimo de América, la UE tampoco lo es de Europa y, por esta razón, ni aquellos ni ésta integran a la totalidad de los territorios americanos y europeos respectivamente. La UE no puede estar ampliándose indefinidamente, no sólo por las dificultades cada vez mayores de "digerir" a socios menos desarrollados y diversos, sino porque eso supondría el fin del eventual proyecto político federal.

Hasta ahora la UE deja abierta las puertas a la incorporación de "cualquier Estado europeo", pero no considera llegado el momento de definir qué es "europeo". En cierta ocasión, Romano Prodi indicó irónicamente que sin fijar algún horizonte territorial final nada impediría que, un día, incluso Corea del Norte pudiera presentar su candidatura. Es evidente que el gran problema se suscita con relación a Turquía que en diciembre de este año espera una respuesta definitiva sobre si puede aspirar o no a ser un Estado miembro de la UE a todos los efectos.

Aun a riesgo de ser "políticamente incorrecto", mi opinión es que Turquía no debe formar parte de la UE, no sólo porque aún no reúne las plenas condiciones requeridas de modernización económica y política (estos objetivos -deseables en sí mismos- pueden y deben ser alcanzados por Turquía con independencia de su eventual ingreso o no en la UE), sino porque la mayoría de los ciudadanos de la UE no percibe a este país como "de los nuestros". En contra de cierto tópico, no es la cuestión del islam la que resultaría disfuncional, sino precisamente la consideración sociológica citada: cabe esperar que algún día los bosníacos y los albaneses (que son mayoritariamente musulmanes) ingresarán en la UE y esto será bienvenido por los europeístas. El hecho de que Bush, Blair y Berlusconi (y Aznar) sean los principales valedores de la candidatura turca debería poner en guardia a los que optamos por una UE federal ya que el proyecto europeo de tales dirigentes es economicista y estatalista.

Si ingresa Turquía no veo con qué argumentos podría objetarse una eventual candidatura de Rusia, por no hablar de Bielorrusia, Ucrania, Moldavia y hasta Armenia y Georgia. A mi juicio, el posible ingreso de la mayoría de los países de la CEI en la UE sería el fin de ésta como proyecto político para convertirse tan sólo en un gigantesco mercado. Hay quien propone incorporar además a Israel, un enclave "europeo" en Oriente Próximo separado entonces de la UE sólo por Siria, perspectiva del todo disolvente de cualquier mínimo proyecto de integración común. En suma, una vez más el equívoco de las raíces europeas juega malas pasadas pues, de acuerdo con este criterio, también Canadá o Australia las tienen (¡ por no hablar de los propios EUA!). Tampoco el criterio de la contigüidad territorial sirve como argumento dada la inexistencia de fronteras geográficas "naturales" de la UE por el este. Por tanto, si se opta por una UE políticamente integrada hay que ser mucho más estricto en la definición de sus límites para poder intentar construirla.

Por tanto, la federalización de la UE exige aclarar definitivamente cuántos vamos a ser, esto es: hasta dónde va a ampliarse. Sólo una vez que se delimite el espacio de la UE (no el espacio genéricamente "europeo") podrá abordarse a fondo tal proyecto. Los ciudadanos de los veinticinco Estados tenemos mayoritariamente una cierta idea de quiénes deberían integrar la UE: la mayoría desearíamos que Noruega, Islandia y Suiza ingresen cuanto antes y, tras una larga y compleja fase de adaptación, todos los Balcanes (salvo Turquía, pese a su enclave balcánico: del mismo modo, Kaliningrado o San Petersburgo tampoco otorgan derecho "natural" a Rusia de ser candidato inobjetable). Por tanto, éste es el mapa que de modo un tanto subliminal tenemos en mente cuando pensamos en los límites de una UE manejable y posible. Se trata, en sí mismo, de un espacio muy considerable y heterogéneo que costará articular en más de un sentido, pero puede haber ciertas posibilidades a largo plazo si se sabe desde ya que no se rebasará.

Sin embargo, las fuertes presiones neoliberales y estatalistas -y cierta visión progresista de que no podemos "excluir" a turcos y rusos- no favorecen la delimitación territorial que propongo. Y es que una cosa es establecer relaciones de asociación privilegiada de la UE con Turquía, Rusia o Marruecos y otra defender su inclusión como miembros de pleno derecho de la misma. Coincido con Ignacio Sotelo en su diagnóstico de que si Turquía se convierte definitivamente en país candidato en diciembre, el objetivo de la federalización política de la UE podrá darse por archivado, con gran regocijo de los EUA y de muchos de sus fuertes aliados europeos. Si esto ocurre, creo que los federalistas europeos tendremos que desempolvar el viejo proyecto de los Estados Unidos de Europa para intentar formar otro círculo -paralelo al de una UE economicista y estatalista hiperampliada- más restringido y decididamente político.