A ZAPATERO EMPIEZA A FALLARLE EL GUERRISMO

 

  Artículo de Lorenzo Contreras en “La Estrella Digital” del 07.07.2003

Es de muy próxima “apertura” el proceso sucesorio de José María Aznar y, como es lógico, se dedican a este asunto amplias consideraciones, pero apenas se habla, o se habla muy poco, del futuro de José Luis Rodríguez Zapatero. Y, sin embargo, hay, como suele decirse, mucha tela que cortar en esta cuestión. Hasta ahora se ha venido dando por cierto y consolidado el apoyo del guerrismo al bueno de Zapatero, un político merecedor de mejor suerte que la deparada por los acontecimientos de las últimas semanas, que han arruinado gran parte de su capital político y menoscabado, por consiguiente, la fortaleza de su liderazgo. Y es que a Zapatero le fallaron dotes de intuición sobre los límites de su alumbramiento como líder del PSOE. No seleccionó, como es evidente, la “nomenclatura” de la lista para la Comunidad de Madrid. Y una de las reflexiones que se advierten alude a la “contaminación” de esa lista, que no porque haya habido dos traidores puede considerarse exenta de otros traidores potenciales. Además, en cuanto a los límites de sus respaldos organizativos, no supo reparar en lo circunstaciales que eran. El vencedor presunto del XXXV Congreso del partido, que le aupó la secretaría general, fue en realidad consecuencia de una operación contra José Bono, por quien González no quiso batirse y a quien Alfonso Guerra, fresca todavía la memoria de la actitud de Bono en el famoso “caso Juan Guerra” (“que cada palo —dijo en su día— aguante su vela”), pasó una cruel factura. Cruel por partida doble. Primero porque hubo bastante saña en el planteamiento. Segundo porque había que sacrificar las posibilidades de Matilde Fernández, la fiel guerrista hasta aquel momento, aplicándole una sangría de votos en beneficio de la candidatura de Zapatero.

Olvidado de estos “detalles”, el nuevo secretario general se aplicó a realizar una cierta depuración de la alta militancia, sin cuidar al mismo tiempo una adecuada limpieza en las filas de la Federación Socialista Madrileña. Pero la vieja guardia estaba acechante. Para que tal cerco insidioso encontrara su oportunidad tenía que surgir, lógicamente, un detonante. Y el detonante fue Eduardo Tamayo con la compañía, puramente auxiliar y complementaria, de María Teresa Sáez, una mujer con problemas y, por tanto, vulnerable a las tentaciones. La llamada trama inmobiliaria hizo presuntamente el trabajo sucio que la vieja guardia necesitaba, aunque eso no signifique que sus componentes participaran en los preparativos de una situación que les vino regalada.

Ignacio Sotelo, distinguido militante de otro tiempo y luego retirado de las actividades políticas, se ha referido a algunas de las corrientes de la FSM. En un artículo titulado “Hedor a corrupción” (El País, 26 de junio), ha escrito: “¿Los pertenecientes a las otras facciones, renovadores o acostistas, son mejores que los llamados ‘renovadores por la base’?”.

Parece una pregunta capciosa, pero más bien merece el calificativo de pregunta lógicamente alarmada. Y la verdad es que a Zapatero le ha tocado lidiar con toros de ganaderías sospechosas, no todas por traidoras potenciales, sino porque algunos astifinos de distintas camadas están muy maleados y experimentados en las capeas políticas.

De momento valga este anticipo: los guerristas ya no mantienen el coyuntural apoyo a Zapatero. Una mala noticia para el líder, cuya soledad necesita remedios rápidos y giros estratégicos.