REFRIEGAS ANTES DE LA REFRIEGA

Artículo de ÁLVARO DELGADO-GAL en "ABC" del 2-2-03

DENTRO de tres días, Aznar expondrá en el Parlamento la posición del Gobierno español frente a la crisis irakí. Primero, dos palabras sobre los picoteos y escaramuzas que se han desatado a propósito de la fórmula parlamentaria que debía escoger el Presidente. Los socialistas pedían la redacción de un texto inicial, que votaría luego el Pleno. Estos textos, por lo común, se suelen consensuar. Aznar ha decidido reducir el acto a una suerte de comunicación razonada, seguida de réplicas de la oposición. Fue la modalidad escogida por Felipe cuando la otra crisis del Golfo. Es también la modalidad que prefieren los gobiernos, por un motivo bastante comprensible: a partir de determinado momento, los compromisos adquiridos son irreversibles, y ya no es hacedero negociar nada. La oposición puede adherirse al Gobierno, o hablar de un trágala y mover un poco el patio. Por supuesto, los gobiernos no contemplan la última alternativa con especial entusiasmo. Y se apuntan a la vía rápida. Todo esto entra dentro de lo previsible y hasta rutinario, y no creo que merezca más comentarios.

Sí ha resultado más sorprendente, por audaz, el papel jugado por Aznar en Europa esta semana. La carta de los nueve, que provisionalmente consagra la división del continente en lo referido a la crisis, ha sido, fundamentalmente, una idea de Aznar, redacción incluida. Es pronto aún para un análisis reposado de la iniciativa. Partir a Europa en dos en momentos de mucha gravedad, podría traer consecuencias para la gobernabilidad de la Unión ciertamente graves. Tan graves quizá, que acaso habría resultado mejor permanecer inactivos. El asunto, en todo caso, es debatible. Pero ofrece otros ángulos. Déjenme que les explique por qué, en mi opinión, el quiebro a la limón de Chirac y Schröder ha constituido, en sí mismo, una enorme torpeza. Existe, para empezar, una consideración de índole formal. La resolución 1441 de la ONU no es, en rigor, un programa para investigar hasta qué extremo se ha desarmado Sadam. Se trata más bien de una interpelación al dictador, en la que se le conmina a aceptar la inspección bajo determinadas condiciones, entre las que se incluye la colaboración activa y leal con el equipo designado por la ONU. Era evidente, antes incluso de que Blix hiciera público su informe, que estas condiciones no se habían cumplido. Sugerir, como lo hizo Chirac, que Francia podría usar su derecho al veto para bloquear la intervención, implicaba despojar al 1441 de su carácter conminatorio, alentar a Sadam en su actitud, y elevar, que no disminuir, las probabilidades de una guerra. La cual se evitará sólo en el caso de que se verifique en Bagdag un cambio pacífico de régimen.

Al día siguiente de las manifestaciones coordinadas de Schröder y Chirac, se habló de una especie de golpe de mano. Reemergía imponente el eje franco-alemán, sobre el que se iba a edificar la planta política de la Unión en su enésima fase. Bien, los golpes de mano son un desastre cuando no se calibran antes las fuerzas, o no se elige el buen momento. Aquí se eligió el peor momento: el informe Blix ha sido deletéreo para Sadam, que según el jefe de inspectores no se está desarmando. Y también se calcularon mal las fuerzas. Alemania está muy mal, Francia tiene menos formato del que ella cree, y cinco miembros de la Unión, y cuatro candidatos seguros a ingresar en la misma, les han dicho a los que se han puesto los galones de jefe, que no tienen títulos para lucirlos.

El pacifismo a ultranza de Schröder no es convincente. Surgió de un apretón electoralista, y existen razones para sospechar que será tanto más vehemente, cuanto peor le vaya al canciller en materia de política doméstica. No convence tampoco Chirac. Francia ha sido, junto a Rusia, uno de los países que más activamente ha colaborado a la ineficacia del bloqueo de Irak en estos años. Ha hecho negocios bajo cuerda con el crudo, y probablemente ha contribuido a convencer a los halcones de la Casa Blanca de la inutilidad de mantener indefinidamente la situación actual. Nadie discute que Colin Powell, el tótem de las palomas, se sintió personalmente traicionado por la maniobra de Chirac. Éste, según los observadores, se reincorporará a la disciplina americana pronto. El petróleo es un factor en la relación de los USA con Irak. Pero se trata de la causa movens en el caso de Francia.

El espectáculo ha sido, en fin, penosamente anacrónico. En los tiempos de la Guerra Fría, el equilibrio entre las dos potencias abría un espacio semejante al que se produce al encontrarse dos arcos. En esa zona intermedia, que los arquitectos denominan «pechina», Francia podía circular con cierta libertad. Pero ha cambiado la música, y ya no sirve seguir marcando el mismo compás. Permanece, con todo, la cuestión de antes. Consumada la pifia Chirac-Schröder ¿ha sido prudente cortar la baraja y meter a la Unión en una crisis de primer orden?