LA BARRA LIBRE DE ZAPATERO



 Artículo de Ignacio del Río en “La Estrella Digital” del 8-6-04

 

Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)

 

La política del Gobierno de Zapatero en los asuntos con trascendencia constitucional se sitúa entre la indefinición y la abstracción, sin que se marquen calendarios ni objetivos. La teoría del autoservicio de las autonomías para reformar sus estatutos constituye la transmutación del “café para todos” de Clavero por “la barra libre” de Zapatero, matizada por la aclaración del ministro de Administraciones Públicas, que recuerda el límite constitucional para las reformas. La teoría presentada no satisface los deseos de los nacionalistas vascos y catalanes, que no han movido pieza todavía frente al Gobierno. El pacto a tres bandas, PSOE, PP y nacionalistas, incluido Maragall, se antoja imposible, sin que quepa adivinar cuál será la salida política del proceso, pues no parece que los deseos de catalanes y vascos se satisfagan con las declaraciones de Zapatero apoyando la presencia de sus lenguas en la Constitución europea. La última iniciativa, relativa al desmembramiento de la judicatura en cuerpos autonómicos, es una prueba más de los caminos divergentes por los que circulan las extravagantes propuestas.

En cualquier caso, los nacionalistas y el tripartito catalán no han explicado las mejoras para sus ciudadanos que resultarán de sus reivindicaciones, más allá de la satisfacción de sus aspiraciones históricas, definidas negativamente por su voluntad de no ser iguales ni sentirse partícipes de una nación común. Su rechazo al hecho español, resultado de la Historia de siglos, persigue identificar a sus autonomías con el Estado, descuartizando al propio Estado que desaparecería de sus territorios. La propuesta se sitúa en el terreno de la estructura política, y busca mayor concentración de poder, ya que las autonomías acumularían las competencias estatales y autonómicas, desapareciendo el actual reparto. En términos ciudadanos, la posición es profundamente retrógrada, porque la distribución de poderes y los contrapesos son la mejor garantía para las libertades individuales que tienen que sobrevivir bajo la fuerza del moderno Estado-Leviatán. Si se añade la defensa de la asimetría, que encubre la ausencia de la solidaridad entre los territorios, asentada en el burdo principio de Juan Palomo, el dibujo final no plantea la redefinición del Estado moderno, sino un evidente proceso de regresión histórica.

El mundo actual exige formas y estructuras sólidas, identificables y con una democracia intensa en su base que corrija los efectos perversos de la democracia partidista. La Europa de los estados tiene que profundizar en la Europa de los ciudadanos, buscando la armonización de las políticas de protección, sociales y jurídicas, para crear las mejores condiciones de desarrollo en la Unión. El mosaico de situaciones que se avecinan requerirá audacia y flexibilidad, sin perder las señas de identidad, que son las de la libertad y la democracia, como ha puesto de manifiesto la brillante conmemoración del desembarco de Normandía. La emoción de los veteranos bajo sus banderas, recibiendo la Legión de Honor, refleja el profundo ser de Europa, porque, más que la cercanía, lo que une a los pueblos son las ideas y la historia.