LA CONSTRUCCION DE LA DEMOCRACIA:

¿RUPTURA O DEMOCRATURA?

 

Escrito en Marzo de 1976, cuando el Gobierno Arias-Fraga embarrancaba con su proyecto de reforma, y después de los tristes acontecimientos de Vitoria. Días antes de que Areilza, desde Barcelona, lance la idea del Rey como "motor del cambio". Dos meses antes de la tragedia de Montejurra, tres antes de que el Rey, ante el Congreso de Estados Unidos, manifieste su voluntad de una alternativa democrática para España, y cuatro antes de que pida a Arias que dimita y nombre a Suárez como Presidente del Gobierno.

 

El signo más relevante del subdesarrollo político de un país es el desorden. Este resulta de la inexistencia de instrumentos institucionales de discusión de alternativas y adopción de decisiones que reconcilien las diversas concepciones e intereses existentes.

Si las fuerzas sociales y políticas plurales, propias de una sociedad desarrollada y compleja, encuentran cegado el camino de la participación en las instancias decisorias de la sociedad y el Estado, cada una de ellas recurrirá como única forma de defensa de sus intereses a los medios de acción propios de sus recursos específicos:

los trabajadores a la "huelga salvaje"; los partidos a la agitación o la insurrección; los empresarios al "lock-out", la evasión de capitales y el soborno; los estudiantes a la algarada y el encierro; la población en general al motín; los políticos en el poder a la corrupción y la represión; y, en último término, los militares al Golpe de Estado.

El futuro como proyecto acabará esfumándose, el grado de tensión e incertidumbre elevándose por encima de lo controlable, y toda la vida social y política transformándose en coyuntura y presente, sin que nadie sea capaz de embarcarse en empresas de largo alcance.

Este es el modelo límite de una sociedad pletórica de fuerzas a la que se superponen instituciones caducas.

En síntesis, el retraso en el proceso de institucionalización produce una crisis de legitimidad de las instituciones existentes que provoca el desgobierno e inestabilidad política y el recurso a la violencia y la represión como argumentos únicos y últimos de rechazo o defensa del orden social y político.

 

CRISIS DE REGIMEN O CRISIS DE ESTADO

 

En este país ya son muy pocos los que se niegan a admitir que la muerte del General Franco ha producido la crisis del régimen por él fundado. Nos hemos quedado con unos mecanismos de representación y unas instituciones políticas residuales que no representan a nadie más que a una oligarquía estancada en prejuicios, mitos, dogmatismos, privilegios e intereses particulares, e incapaz de nada que no sea su autoconservación mediante el ejercicio del poder de veto.

Las necesidades e intereses de la población en general, y de la clase trabajadora en particular, y las opciones políticas de los partidos de la oposición, no encuentran canales de acceso para la adopción de las medidas transformadoras del sistema social y político.

La crisis del régimen es una crisis ideológica, institucional, y de las fuerzas políticas que lo sustentaron. De momento, sólo quedan a salvo de la misma el Rey, que ha declarado su voluntad democratizadora, y el Ejército, que parece seguirlo y obedecerlo.

Rey y Ejército constituyen hoy los únicos elementos en los que fundamentar una transformación pacífica que impida la decadencia política, la inestabilidad y el caos.

La transición a la democracia será pacífica si no se produce una crisis de Estado, es decir, si el Rey asume el papel de motor de la transición y el Ejército lo apoya. Si la voluntad democrática del Rey y del Pueblo resultan bloqueadas por determinados sectores del Gobierno, las demás instituciones políticas o una fracción del Ejército, el resultado a corto plazo es la dictadura, y después una inestabilidad endémica sacudida por convulsiones de agitación y golpismo.

 

LA ESTRATEGIA DE LA OPOSICION

 

A mi juicio, el término "ruptura" como definición de la estrategia de la oposición ha resultado manifiestamente desafortunado. Y lo ha sido porque tiene connotaciones estrictamente negativas. Ruptura implica destrucción, y el papel que la oposición está desempeñando es el de la construcción de la libertad y la democracia.

Si no se quiere que la estrategia de la oposición se identifique con el objetivo de destruir el Estado ---como algunos sectores interesados del régimen pretenden entender---, es necesaria una reconsideración de la misma en sus términos, sus objetivos y su práctica.

La oposición debe dejar claro que sus objetivos se orientan sola y únicamente a la abolición de un régimen antidemocrático, representado hoy por unas leyes, instituciones y grupos que bloquean la transición. Y en ello coincide con la voluntad del actual Jefe del Estado y con un Ejército que debe acatar la voluntad de su Jefe Supremo y del Pueblo, sin obstruir la voluntad de ambos de fundar un nuevo régimen basado en la soberanía popular.

 

LA ALTERNATIVA DEMOCRATICA

 

La palabra clave definidora de la estrategia de la oposición, por tanto, no es la de ruptura democrática, sino la de alternativa democrática.

Frente a la estrategia de "democratura" seguida por la alianza de inmovilistas y reformistas del Gobierno Arias-Fraga, la oposición debe formular una alternativa de gobierno que defina las reglas fundamentales de la democracia.

El principio básico y el prerrequisito universal de la democracia es el diálogo, la negociación, la reconciliación y el compromiso con unas reglas de acción política. Este principìo cristaliza en la institucionalización de las libertades públicas, que permitan la expresión coherente, legal y pacífica de las fuerzas sociales y políticas; unos mecanismos electorales que reflejen realmente la voluntad popular, otorgando la mayoría y el gobierno a las fuerzas más representativas; y unas instituciones que articulen el enfrentamiento entre mayoría y minoría a través del control cotidiano y electoral de la acción política y de gobierno.

En nuestro país, la construcción de la democracia es urgente, y la definición de sus reglas e instituciones no puede hacerse mediante una estrategia "democraturizante", desde arriba, con exclusiones, en secreto, y teniendo como protagonistas exclusivos al Gobierno y a los inmovilistas de la democracia orgánica. Su lentitud y vicios de origen, los peligros y contradicciones de una liberalización sin proceso constituyente abierto, los hemos experimentado estos días.

Se hace necesario y urgente traspasar el umbral de la liberalización discreccional y discriminada para abrir un diálogo constituyente entre el Gobierno, la oposición y el pueblo que articule unas normas democráticas pactadas, sin exclusiones ni imposiciones. Sólo así se puede construir la democracia.

El único límite a la acción política tiene que ser la aceptación del sufragio universal, directo y secreto, como forma de acceder al Gobierno.

Si esto no se hace a corto plazo, los riesgos y costos de alumbrar un régimen político inestable y desequilibrado serán enormes. El grado de madurez y desarrollo de nuestra sociedad no permitirán por mucho tiempo los manejos y manipulaciones dilatorias.