OBSCENIDAD EN LA POLÍTICA GALLEGA

 

LA CRISIS DEL PP GALLEGO. El análisis de la gestión de Fraga

 

 Artículo de Suso de Toro  en “La Vanguardia” del  10/10/2004

 

Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)

 

Con un muy breve comentario a pie de título:

 

ALGO FALLA EN LA OPOSICION

 

(L. B.-B., 11-10-04, 16:45)

 

Hace años que falla la oposición en Galicia: los del BNG por su anacronismo, y los del PSDG por su falta de arraigo en las bases, principalmente rurales, de la sociedad gallega. A Galicia le hace falta superar el nacionalismo anacrónico con una formulación modernizadora y popular que plantee soluciones para  los problemas estructurales de la sociedad urbana y rural gallega.

Y también falla algo en la élite cultural, que no es capaz de elaborar alternativas sensatas, democráticas,  y no sectarias ni cainitas a los problemas del país.


Los comentaristas políticos analizan el espectáculo de la política gallega con todo tipo de matices y precisiones, que si hay divisiones en el PP gallego, que si la candidatura de Fraga es necesaria o no para que no rompa, que si son mejores los del Opus o los caciques..., intentan racionalizar lo que contemplan estupefactos. Pero no hay nada que racionalizar, no hay que racionalizar lo que es intolerable; salvo que seamos cómplices.

¿Se toleraría algo semejante en la presidencia de la Generalitat, del Gobierno de España, del Gobierno portugués, francés...? El escándalo de una presidencia así abriría una crisis institucional; la población se sentiría ofendida, avergonzada. Pues de eso se trata, el comportamiento del PP en Galicia y en particular de su presidente de honor y presidente de la Xunta es una vergüenza intolerable. Una vergüenza que rebaja aún más la imagen de los gallegos como pueblo y de Galicia como país: nos reduce a una tierra de políticos mafiosos; un reino feudal, pero cómico, que no alcanza la ferocidad épica del Romance de lobos de Valle-Inclán.

Porque la estampa que compone Manuel Fraga Iribarne no despierta la compasión, como quizá pretenda, sino la conmiseración y la estupefacción. No voy a decir aquí quién es Manuel Fraga Iribarne y su historia negra y terrible, en este punto no caben falsas ingenuidades, pero sí diré que este hombre de gran energía y aguda inteligencia ha vivido toda la vida un sueño. Es el personaje más evidentemente literario de la política española, y es así que la comedia bufa que ahora representa es la degradación de la ópera trágica que deseó protagonizar. El que soñó con ser Franco en lugar de Franco, Suárez en lugar de Suárez, González en lugar de González agota su camino agotador como parodia de sí mismo. El que ha devorado a sus sucesores siempre que ha podido no tiene ahora quien le suceda. Ya no puede ser otro y no tiene quien lo sustituya.

Fraga Iribarne es un actor exhausto que está condenado a representar hasta el final el personaje que él mismo soñó. Es un político que ha dedicado todas sus energías a mantener en pie, actualizándolo, su personaje. Un personaje que él, educado en las fantasmagorías del fascismo español, quiso trágico o, al menos, dramático. Y por ello, adelantándonos el argumento que ha escrito para su último capítulo, dice querer morir en la plaza, como los toreros. (Claro que esa es la visión que tienen los aficionados, pues los toreros lo que quieren es matar al toro y gastarse luego el dinero ganado.) Y por eso está buscando ansiosamente desde hace tiempo ser inmortalizado muriéndose en directo, cree que ésa es una muerte trágica. No comprende que ésa es una snuff movie,una película macabra que retrata una muerte obscena que vuelve trivial la muerte. No nos puede inspirar compasión quien lo que busca es componer una buena estampa final jugando frívolamente con la vejez y la enfermedad. En el fondo, la democracia se expresa en los buenos modales, y la dignidad de la persona está unida a algún tipo de pudor. Cuando no hay pudor tampoco hay dignidad.

Pero, por favor, recordemos que hablamos de alguien que ocupa el cargo de presidente del gobierno de un país, por muy triste que sea ese país en su hora actual. Los comentaristas que analizan los matices del PP y los detalles del parte médico habitual de ese anciano enfermo seguido por un equipo médico particular debieran comprender que detenerse en eso es frivolidad. Debieran recordar también a la población de Galicia y conceder que, a pesar de que muchos gallegos hayan votado esa candidatura, no merecen esto. Nadie merece esto, ni los que lo votaron. Ningún país merece lo que le está haciendo el PP aGalicia (si se me permite, tampoco lo que le ha hecho antes). Porque, desde hace años, el gobierno de la Xunta no gobierna, su presidente sestea en el gran balneario geriátrico en que nos hemos convertido mientras sus conselleiros se reparten el presupuesto y las oportunidades cada uno por su lado. Desde hace años no hay política industrial, agraria, cultural..., y solo hay propaganda y turismo. Y una corrupción total que va contra la decencia, contra las posibilidades de los ciudadanos que no forman parte de la trama y contra las propias reglas del mercado.

Propaganda y más propaganda. Cosa natural en quien aprendió en sus primeros años en la política los beneficios de la propaganda para la propia carrera y para proyectar una imagen al exterior; una imagen previamente inventada. Con esa sabiduría, tan moderna, tan goebbelsiana,de que la propaganda puede sustituir a la realidad en las mentes de la gente y de que de ese modo se puede gobernar autoritariamente, Fraga desde que aterrizó en Galicia fue creando un denso mapa de control social.

Sobre las viejas estructuras de control local heredadas del franquismo en muchas aldeas y comarcas superpuso una trabada máquina de propaganda creada con los medios de comunicación públicos, pero también con buena parte de los privados. Pues no hay corrupción sin los que se dejan corromper, y sería aquí imposible detallar las formas en que muchas empresas de comunicación autóctonas pasaron a depender económicamente del poder político de Fraga y de qué modo pasaron a formar parte de una máquina de propaganda y control social.

Baste decir que se han recuperado prácticas periodísticas propias del franquismo, como el presentar una terna o un candidato a director de periódico a la aprobación del poder político. Como convocar a directores de periódico a un despacho de la Xunta para echarles el rapapolvo a gritos. Es decir, hay directores de periódico que no es que sobrelleven la censura sino que son comisarios del poder político nombrados para la censura. Esta Galicia es una sociedad a la que se le roba información, se le ocultan verdades, se les eliminan las voces que hablan distinto, se les niega tener otros referentes humanos que los que decide el poder político. Es un país que tiene en listas negras a sus personalidades más libres, una sociedad donde existe verdadero exilio interior. Ami país se le quita lo más valioso, su creación más útil, las personas más capaces, las que desafían esta asfixia decretada.

Fraga ha transformado de modo lento pero inexorable a una sociedad con graves problemas en un reino amordazado, atado y casi ahogado. Y para ello se ha valido del control de los medios de comunicación, del miedo a las represalias y también de la corrupción con el abundante dinero público. La mayor parte del dinero llegado estos años de Europa no ha creado tanto infraestructuras útiles e iniciativas empresariales o económicas como comprado voluntades. El dinero público ha sido zanahoria y palo, premiando y castigando. Y lo peor de todo es que todos lo sabemos, pero hasta ahora tuvimos la certeza de que era inexorable. Hubo un momento de crisis y libertad, los primeros meses del Prestige,pero la utilización del dinero para comprar papel prensa y voluntades reconstruyó el control.

¿Pero cómo se ha llegado a esto? Tenemos un sistema político representativo, hay otros partidos políticos... Aquí habría que hacer duros reproches a los partidos de la oposición. Los nacionalistas han sido fieles en su defensa de nuestros intereses y de principios democráticos elementales, pero su inmadurez política, su desconfianza en nuestro tiempo, su cultura política arcaica los ha mantenido en un lugar donde son únicamente útiles para protestar o gestionar ayuntamientos, pero no son vistos por la sociedad como aptos para gobernar. Pero quien más responsabilidad tiene, sin duda, es el PSOE, que no ha sido nunca un Partido Socialista Galego sino una franquicia que recogía automáticamente allí los votos socialistas. El PSOE en Galicia, controlado hasta hace bien poco por Vázquez, el alcalde coruñés, ha abdicado de su responsabilidad social de hacer oposición e intentar alcanzar el gobierno. El único beneficiado ha sido el propio Vázquez, su alcaldía y los intereses inmobiliarios y locales que representa. Pero Galicia ha perdido la oportunidad de conocer otro gobierno distinto del de Fraga, e incluso ha visto en numerosas ocasiones en el PSOE a un apoyo de Fraga y a un obstáculo para su cultura y sus intereses. La política gallega es esa estampa ruinosa en gran parte por la dejación socialista. No cabe duda de que en los últimos tiempos el nuevo secretario, Emilio Pérez Touriño, intenta asumir su papel, pero sobre él pesan los años de un PSOE que no ha hecho oposición y antigalleguista. La sociedad gallega no merece este gobierno, pero tampoco se ha merecido la oposición que ha tenido estos años.

De todos modos Fraga Iribarne no es, en absoluto, la representación de Galicia, no es cierta la idea de una Galicia fatalmente reaccionaria y franquista. En primer lugar, porque no se alcanzan las votaciones para el PP de Valencia o Madrid, por ejemplo. Pero es que además Fraga es un producto de un país vencido, el clásico caso de cipayo,el indígena que sirve a un Estado verdaderamente opresor. Y ese país vencido era la Galicia de la posguerra, con sus elites asesinadas o exiliadas y desangrada por una imparable hemorragia de emigrantes. Pero antes de esos años tétricos, que aquí nos parece que se prolongan tanto y alcanzan aún a nuestros hijos, Galicia no era así, y la prueba es el resultado de las elecciones, la Galicia que votó su autonomía y fue reconocida como nación por la Sociedad de Naciones, vio cómo le fusilaban a sus dirigentes y a los alcaldes republicanos de sus siete ciudades.

Galicia es conservadora, pero no es una sociedad fanáticamente franquista, es mucho más tolerante y abierta que otros pueblos que no tienen sobre sí ese estigma que se nos ha creado desde fuera, y tanto las alcaldías de ciudades en manos de la izquierda como la vitalidad social y cultural demuestran que es una sociedad partida en dos, con una mitad muy creativa. Este presidente no encarna en absoluto la realidad de la sociedad gallega, aunque tristemente para nosotros sea la imagen que proyectamos.

Y esa mitad viva y frustrada, contra toda idea establecida en los comentaristas foráneos, en los últimos meses y semanas está creciendo notablemente. No, Fraga, ya no es el gran activo del PP, es un barco tocado desde el Prestige y que hace agua en las últimas semanas: las encuestas más recientes indican que es menos estimado por los votantes que el propio partido que fundó. Y, ya que hablamos de encuestas, diremos que las realizadas antes de la última crisis y del espectáculo morboso de los dos desvanecimientos en el plazo de siete días dan un resultado de más de un sesenta por ciento de votantes que desea un cambio político. Es decir, desde hace tiempo había mar de fondo y ahora aflora en la superficie la marea del cambio, el cambio político ya está en marcha.

Los comentaristas harán cábalas sobre cómo se desenvolverá la salud de Fraga Iribarne enfrentado a unas elecciones con el viento tan en contra, cómo evolucionará la fractura interna del PP si pierden la Xunta..., pero eso ya sólo les importará a ellos. Y entonces pasaremos a hablar de lo importante, de un país que empezará a respirar y a enfrentar sus problemas ocultos bajo millones de euros de aplastante propaganda y ocultos por la censura.