GETTING OUT OF A QUAGMIRE

 

 Artículo de E. J. Dionne Jr  en “The Washington Post” del   11/05/2004

Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)

 

Con un comentario al final:

EL PANTANO IRAQUI: PANORAMA, ESCENARIOS Y PLANES DE SALIDA (L. B.-B., 11-5-04, 20:30)

 

It's not clear anymore that there is a plausible way to turn the Bush administration's disastrous policy in Iraq into anything that would look remotely like success.

That's why the conventional wisdom among policymakers has reached a tipping point over the past month. Until recently, the widely accepted view was that the United States would have to "see through" the commitment President Bush made. Now, thoughtful people -- including moderates, conservatives and foreign policy realists -- are discussing how to get the United States out of Iraq sooner rather than later, at the lowest possible cost to our own standing in the world and to Iraqis.

This view is being taken seriously because of the incoherence of the administration's approach and its arrogance in dealing with its critics. If you think that word "arrogance" is too strong, consider the statement Vice President Cheney issued through a spokesman over the weekend: that "Don Rumsfeld is the best secretary of defense the United States has ever had," and that "people ought to get off his case and let him do his job."

Let's see. A couple of congressional committees get roughly a half-day each to ask Rumsfeld about one the most appalling moral disasters in our military's history, at the Abu Ghraib prison, and now they should shut up. Cheney knows Rumsfeld is the best. That should be enough.

This was too much for Sen. Lindsey Graham, a conservative Republican from South Carolina. Last week's Senate hearing, Graham said Sunday on NBC's "Meet the Press," was not about "being on Secretary Rumsfeld's back. . . . The Congress has an independent duty to find out what happened in that prison. It affects us all."

We are also affected by the fact that nearly every problem we face in Iraq is a problem the administration was warned about before it started the war. But an all-knowing administration felt no need to listen.

How many voices were raised suggesting the White House was being too optimistic about the way American troops might be received in the long run? Even if we were greeted as "liberators," in Cheney's famous phrase, many Iraqis who would be happy to be rid of Saddam Hussein might soon want to be rid of us as well.

Given the uncertainties, critics said that we needed a much bigger force than we were sending to restore order and prevent an insurgency from taking root. Gen. Eric Shinseki made this point before the war started. He was swatted aside and told to get off the administration's case.

Knocking over Hussein was always going to be easier than nation-building, a practice the administration was against until it started engaging in it. To pull it off, the administration might have used a little more help from allies and a little more of the legitimacy that U.N. endorsement could have conferred. The administration told those who offered this view to get off its case and go munch freedom fries with some Old Europeans.

Voters will ask now, and historians will ask later: Why did this administration take such an enormous gamble with apparently so little planning against what could go wrong? Why did it rush into war -- a war whose date it had complete freedom to choose -- without working through the potential problems that senators such as Joe Biden and Richard Lugar, both war supporters, kept raising? I guess when you have the best secretary of defense the United States ever had, you don't sweat the details.

The administration's supporters like to ask its critics: So what would you do? It's only a partly fair question because the critics have already said how many things they would have done differently. Belatedly, the administration is finally following their advice to find more allies and gain more legitimacy. But the administration's failures will hardly inspire a lot of new coalition partners to join in.

The more relevant question between now and the election is to Bush and his administration: How will they turn this mess into either success or something short of failure? A president asking voters to grant him four more years owes them evidence that the era of recklessness and overconfidence is over.

Robert Kagan and William Kristol, two of the war's strongest supporters, write in the current issue of the conservative Weekly Standard that "if the administration does not take dramatic action now, it may be unable to avoid failure." If Kagan and Kristol are that worried, the rest of us should be petrified. Most likely, Cheney will just tell Kagan and Kristol to get off Bush's case.

BREVE COMENTARIO

 EL PANTANO IRAQUI: PANORAMA, ESCENARIOS Y PLANES DE SALIDA (L. B.-B., 11-5-04, 20:30)

Los acontecimientos de la prisión de Abu Ghraib revelados estos días han hecho pasar a primer plano las actitudes de desconfianza en que el "pantano" ("quagmire") iraquí tenga solución democrática. Pero antes de caer en el desánimo conviene analizar fríamente la situación.

Parece evidente que las torturas realizadas por las tropas de la coalición en Irak contradicen la última legitimidad moral de la misión liberadora en aquél país, por lo que hacen necesaria la exigencia de responsabilidades políticas sobre Rumsfeld como inmediato responsable de estas acciones. Se debe exigir responsabilidad militar e incluso penal a los autores inmediatos de los hechos y responsabilidad política al Secretario de Estado de Defensa, pues independientemente de que su labor haya sido positiva durante la mayor parte del tiempo, el descontrol en un asunto de tal importancia debe acarrear su dimisión o cese inmediato, a fin de evitar la deslegitimación de la política occidental y la legitimación del terrorismo ante un mundo árabe  humillado y airado.

Pero, aparte de la importancia de la necesidad de tomar decisiones en este asunto, conviene analizar por separado la situación iraquí, a fin de hacerse una composición de lugar y formular pronósticos y estrategias.

Lo primero que debe afirmarse es que la dificultad de la situación política era previsible, pues el objetivo de democratizar Irak tenía que afrontar enemigos de varios tipos y virulencia, desde el nacionalismo árabe antioccidental hasta el fundamentalismo islámico y el terrorismo global, contando además con la inestimable  ayuda de pacifistas, simples, ineptos, irresponsables,  oportunistas y pseudoprogresistas occidentales.

Pero dadas las dificultades, debería haberse previsto mejor una respuesta en consonancia con las mismas: se cometieron errores como el envío de tropas insuficientes, la no impermeabilización de las fronteras, el desmantelamiento de la totalidad del ejército iraquí y la percepción excesivamente optimista de la situación en general. Y a todo ello hay que sumar la inepcia de muchos dirigentes occidentales europeos, que no supieron ---ni saben todavía--- darse cuenta de los peligros de la situación.

No obstante, la dirección general del proceso parece correcta: se ha redactado y aprobado una Constitución provisional, existe una fecha para entregar el poder a los iraquíes, parece estarse logrando una mayor implicación de la comunidad internacional y de las Naciones Unidas y la Unión Europea, y debería asignarse un papel a la OTAN en la vigilancia de la transición.

Pero es preciso prever qué puede ir mal y qué medidas adoptar para contrarrestar los fallos:

Mi primera impresión a vuelo de pájaro es que existen varios elementos de consolidación positivos: la estabilidad del norte kurdo y la prudencia de la mayoría chií, junto con la opinión positiva, al menos hasta ahora, de la mayoría del pueblo iraquí sobre la dirección general del proceso de transición.

Pero existen dificultades e incógnitas tales como la resistencia sunní y el radicalismo de la minoría chií. La primera incógnita a plantear, aunque todavía no se puede resolver, es la de qué sistema de fuerzas políticas podría surgir de la transición en la zona sunní y qué fuerza podrían tener los demócratas y laicos de esta etnia para contrarrestar la resistencia baazista y terrorista. Y una hipótesis que cabría apuntar sobre esto es que hace falta acumular fuerzas contra el caos en esta zona: potenciar a laicos y demócratas y aprovechar lo que se pueda de los actores procedentes del antiguo régimen dispuestos a apoyar la transición a la libertad. Conviene evitar la demonización de sectores políticos y profesionales que aunque hayan actuado en el marco del antiguo régimen no por ello se oponen necesariamente a la democracia. En España, sin la aquiescencia de los sectores análogos, la transición hubiera sido mucho más difícil y violenta.

Por lo que se refiere al radicalismo chií, parece claro que conviene desarticularlo con cautela pero con firmeza: están buscando protagonismo para desestabilizar la situación y dirigirla hacia el fundamentalismo teocrático y antioccidental, y eso hay que pararlo.

Por eso, no conviene desmoronarse ni desmoralizarse ante una situación difícil en la que los que quieren descarrilar el proceso se están hiperactivando: terroristas y radicales chiíes, así como insurgentes sunníes quieren evitar que el proceso se consolide con la cesión de soberanía a los iraquíes, la colaboración de la comunidad internacional y la apertura de un proceso democrático. Los meses próximos van a ser peligrosísimos, por lo que conviene mantener el rumbo con tesón y depurar fallos. Estadounidenses y británicos deben  ayudar a mantener el rumbo sin desmayo, aunque se aproximen elecciones.

Pero también conviene prever escenarios nefastos posibles y estrategias de salida, si los iraquíes, aún con el apoyo de la comunidad internacional y de las fuerzas de la coalición actual o futura, no consiguen gobernar la situación. Y lo único que se me ocurre es que si el proceso democrático falla no se debe abandonar Irak en manos de terroristas, fundamentalistas islámicos y nacionalistas árabes hostiles. Pero el panorama previsible, en ese caso, es desolador: existiría una probabilidad muy alta de descomposición de Irak, después de una guerra civil , en un norte kurdo independiente y democrático apoyado por el mundo occidental, pero con problemas con Turquía; un centro sunní dirigido por una dictadura militar baazista o prooccidental; y un sur chií de difícil pronóstico, aunque posiblemente no democrático.

Finalmente, queda otro posible escenario: una dictadura militar prooccidental que estabilice la situación con características parecidas a la última época de Hussein, con un Kurdistán semiindependiente y una minoría sunní o coalición sunní-chií benevolente gobernando sin democracia el país hacia su reconstrucción.

En fin, conviene imaginarse los peores escenarios y estrategias de salida si no se consigue controlar la situación hacia los objetivos iniciales de crear un sistema democrático en Irak. Y conviene que todo este conjunto de actores de vía estrecha y cortoplacistas que no queda más remedio que soportar en el mundo occidental se hagan conscientes de lo que nos estamos jugando todos. Una derrota en Irak significa una victoria del terrorismo islámico y de las fuerzas más destructivas a las que tendremos que enfrentarnos durante este siglo para conducir a la Humanidad hacia un futuro mejor. Me he resistido hasta ahora a usar las palabras traición y deserción,  pero conviene anticipar también acontecimientos, palabras y conceptos para hacer frente a lo que se nos viene encima. Y llamarle a las cosas por su nombre. Aquí en España algunos hace tiempo que usan palabras fuertes e insultos, además de violencia, contra los que mantienen una postura distinta a la de ellos sobre Irak. Ya es hora de restablecer el equilibrio  ético y la verdad frente a la manipulación, la demagogia y el sectarismo.

No creo estar equivocado, y en este caso, las bombas jugarían a favor de los pronósticos, y no en contra, como en el 14M.