EL CONTRAPUNTO DE RODRÍGUEZ IBARRA

 

 Artículo de Jesús Eguiguren  en “Cambio 16”, num. 31, del 30 Sept. Del 2004

 

Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)

 

En el Teatro Romano de Mérida ---como aviso a quienes tanto hablan del carácter histórico de las comunidades o de las nacionalidades y aprovechando la celebración del Día de Extremadura--- ­Juan Carlos Rodríguez Ibarra ha vuelto a levantar la polémica dentro del debate sobre las futuras reformas en el ámbito territorial del Estado. No le han faltado críticas ni descalificaciones por parte de distintos sectores y portavoces. Pero su llamada de atención parece bastante razonable.

Hemos asistido a lo largo de todo el verano a un interminable conjunto de propuestas sobre el futuro del Estado autonómico. Propuestas sobre la futura denominación de las comunidades autónomas, propuestas sobre los aspectos diferenciales y específicos de determinadas comunidades, etcétera, sin olvidar reclamaciones de carácter menos nominalista y con intencionalidades mucho más prácticas e interesadas.

Es evidente que el debate sobre las reformas territoriales, un debate que me parece necesario y oportuno, ha estado escorado exclusivamente en una única dirección, la defensa de lo particular olvidando el proyecto común.

Alguien tenía que llamar la atención sobre esta situación. Mejor será que lo haga un representante del Partido Socialista, que en definitiva es a quien corresponde preocuparse de la solidaridad y de la igualdad de los ciudadanos españoles, que dejar la bandera en manos de una derecha a quien no le interesa ni la solidaridad ni la igualdad y que es la representante del nacionalismo más rancio, bien sea en sus versiones regionalistas, nacionalistas o españolistas.

Dicen que en Persia, cuando fallecía uno de sus monarcas, existía la costumbre de abrir un periodo de anarquía para que se acabara echando de menos la conveniencia del orden. Desde las últimas elecciones generales, hemos tenido todos ocasión de desahogarnos señalando los problemas y manifestando los deseos de cada cual. Ya va siendo hora de que empecemos a pensar también en las soluciones y los intereses comunes.

Personalmente, pienso que el problema del futuro territorial de España reside en que nos regodeamos hablando de los problemas existentes ---e inexisten­tes---, pero está prohibido, o mal visto, hablar de las soluciones. Y la solución, nos guste o no, que ofrece la historia y el Derecho Comparado se llama federalismo. El federalismo, en última instancia, no es otra cosa que la organización política de un Estado para combinar particularismo e intereses comunes y hacer que el sistema funcione bien. No vamos a ser los españoles quienes ahora vayamos a descubrir la fórmula que ya está descubierta hace tiempo y que funciona en los países más avanzados del mundo.

En todo caso, lo que nosotros haremos será aportar nuestra peculiaridad autonomista a ese federalismo que adopta formas peculiares en cada país. Desgraciadamente, parece que hemos decidido airear los problemas y silenciar las soluciones.