ENTREVISTA A ANTONIO ELORZA

en "La Clave", num. 80, 25-31-Oct. 2002, por L. Esteban González Manrique

 

Catedrático de la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad Complutense de Madrid, Antonio Elorza es un reconocido especialista en todo tipo de 'patologías políticas': su infatigable interés en descifrar los mecanismos ideológicos y las pulsiones de dominio de las teorías políticas totalitarias le han llevado desde el nacionalismo étnico de Sabino Arana al nacional-leninismo de Fidel Castro. Su última incursión por esos territorios, surcados por la intolerancia y el oscurantismo, le ha conducido a abordar una de las principales amenazas a la democracia en el siglo XXI: el fundamentalismo musulmán, rastreando sus orígenes desde los textos coránicos a la deriva terrorista de Osama Bin Laden.

S u último libro ---'Umma: el integrismo en el Islam' (Madrid: Alianza Editorial, 2002)--- es un ejemplo de rigor académico, penetración analítica y talento narrativo puestos al servicio de su tesis central, poco compatible con el multiculturalismo políticamente correcto: el integrismo islámico contemporáneo, sostiene, hunde sus raíces en una lectura ortodoxa de los libros sagrados del profeta Mahoma, algo que le permite reivindicar su 'ortopraxis'; es decir, el ajuste riguroso de su práctica políticoreligiosa con los dictados de la revelación divina.

A diferencia de los últimos libros de Oriana Falacci o Michel Houllebecq, el de Elorza es el fruto de una exhaustiva investigación académica: cada uno de los capítulos recoge una selección de citas de las obras de los principales teóricos del rigorismo islámico desde la Edad Media hasta la obra del ulema sudanés Hasán al Turabi, uno de los primeros maestros de Bin Laden. Pero Elorza no es un erudito aislado en una torre de marfil: durante un tiempo tuvo que acudir a su despacho de la Complutense con escoltas debido a las amenazas de ETA y últimamente ha comenzado a recibirlas de autoproclamados seguidores de Bin Laden. A pesar de todo, Elorza no pierde el sentido del humor. Al fin y al cabo, a veces no hay mejor forma de denunciar a los enemigos de la libertad ---como hizo Charles Chaplin en el 'Gran Dictador'--- que reírse de sus mesiánicos delirios y de su pretendida solemnidad.

 

"BIN LADEN QUIERE DESTRUIR OCCIDENTE"

Después de la derrota de los totalitarismos secularistas del siglo XX ---el fascismo y el comunismo---, el islamismo es la única doctrina política con la coherencia ideológica necesaria para erigirse como rival del liberalismo democrático. Según los teóricos integristas, "el pueblo no tiene más que el derecho de elegir al soberano musulmán que gobierne según la sharía". Para Antonio Elorza, el problema es que, para los integristas islámicos, el tiempo está detenido: sólo los ropajes y sus técnicas guerreras cambian con el correr de los siglos.

¿Surgió el libro de los atentados del 11 de septiembre?

-El origen es vital. Yo comencé a visitar hace muchos años los países árabes; primero como turista, luego por invitación y desde el primer momento me interesaron los movimientos integristas que veía crecer en el Magreb. Traté de hacer alguna referencia a esos fenómenos, pero no tuve muy buena acogida, a pesar de que ya a principios de los años 90 el avance del islamismo era notorio en todo el mundo suní, incluida Turquía. El libro comenzó con una recopilación de bibliografía y luego con una lectura más atenta del Corán. Esa deriva me llevó a querer hacer una interpretación alejada de las habituales; por ejemplo, de que el integrismo es una afirmación nacional de los países musulmanes frente al imperialismo occidental, una forma de explicarlo todo pero de no entender nada al mismo tiempo. Lo cierto es que hay algo en el Islam que se presta al integrismo.

-Usted es uno de las pocos estudiosos del Islam en España que subrayan esos aspectos.

-El problema en España es que algunos de los principales especialistas en asuntos islámicos, como Pedro Martínez Montávez y Gema Martín Muñoz, tienen una tendencia a soslayar o ignorar esos asuntos, lo que significa tender una cortina de humo sobre un problema muy grave. Luis Goytisolo, por ejemplo, se dedica a escribir en contra de Bush, algo legítimo y justificable, pero en nada critica al país en que vive, Marruecos, por temor a perder el favor de la corte de Rabat. Es un poco lo que pasa con Cuba: el acceso a la información para los especialistas depende de que den un trato benévolo del régimen. La más mínima crítica a un país islámico implica un corte de la relación. A mí me sucedió con Irán. Quien infringe la regla de no crítica se convierte en un enemigo.

--Su libro está a medio camino entre la teología y la ciencia política.

-El Islam es 'la' religión política por excelencia: legisla para este mundo y el siguiente y lo organiza todo en la vida. Nada lo expresa mejor que la trayectoria vital de Mahoma, un profeta armado que ve en la expansión religiosa una forma de ganar poder. Su doctrina es todo lo contrario del "Mi reino no es de este mundo" de Cristo. Según el Corán, el poder pertenece a Alá, a su enviado y a los creyentes. Alí Belhach, el teórico del islamismo argelino, escribió, muy ortodoxamente, que "la fórmula inmoral de dar al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios está en el origen del principio aberrante de separación de la religión y del Estado". El Islam es un orden sociopolitico y la "úmma" -la comunidad de los creyentes- una comunidad político-religiosa en la que los no creyentes no forman parte de la 'polis'. La "yihad" no es, como dicen algunos, un ejercicio espiritual. La proliferación de las consignas guerreras en el Corán es el punto de partida de la vocación belicista del Islam: según la sura 33,61 (capítulo del Corán), cuando los infieles se oponen a los musulmanes, el veredicto es la aniquilación ("Malditos serán dondequiera que se encuentren, serán cogidos y matadlos sin piedad"), una cita que Bin Laden recogió en su exhortación contra EE UU en 1998.

Esos principios parecen hacer muy difícil una Ilustración secularista como la que tuvo Occidente desde el siglo XVIII

Ali Shariati, el teórico iraní del islamismo shií, dice que una cosa es estar en el siglo XX y otra vivir en él: "Nosotros vivimos ahora en el siglo XIII o XIV de la Hégira, el final de la Edad Media o el comienzo de la Edad Moderna". El Islam todavía no ha tenido su Rousseau o su Montesquieu. El proceso de secularización de Occidente desde el Renacimiento no ha existido en el mundo musulmán. Y los pocos intentos en esa dirección, como el averroísmo político, que surge en la Andalucía musulmana, es rechazado de plano. Averroes es maldito para los integristas. En el cristianismo, incluso un hombre tan teológico como San Agustín habla de las dos ciudades. Sin esos principios constituyentes, yo soy muy escéptico sobre las posibilidades de una evolución del mundo islámico en una dirección secularista. El padre del integrismo, Ibn Taymiyya, que vivió en el siglo XIII entre Siria y Egipto, subraya que según los 'hadizes' (la tradición oral de Mahoma) no hay nada peor que la novedad: "toda novedad es una innovación; toda innovación un extravío, todo extravío conduce al fuego del infierno".

-Con la amplia inmigración de países islámicos a Europa, el problema es también occidental.

-El problema real es que muchos especialistas occidentales en el mundo islámico se dejan llevar por filias excesivas. Un 80% de las'suras' del Corán hablan sobre valores de justicia y convivencia, pero el resto, que emergen cuando Mahoma procede a edificar un poder político en conflicto con los judíos locales, lleva del monoteísmo radical al discurso del profeta armado y a la subordinación de la mujer. En una sociedad nómada y tribal, el papel de la mujer es inevitablemente subalterno. En la esfera pública se da la superioridad radical de los creyentes sobre los que no lo son; en la esfera privada, el dominio de los hombres sobre las mujeres. Al hablar sobre el matrimonio, Mahoma aconseja que a las mujeres desobedientes se les debe confinar en sus habitaciones y golpearlas. En varios países musulmanes he visto escenas inverosímiles de servilismo de las mujeres y de crueldad hacia ellas. Si tomas los aspectos positivos del Corán, no se plantea ningún tipo de problema con la integración cultural. Pero si lo tomas en su conjunto, estás creando un problema serio, no sólo en los países árabes respecto a los derechos humanos, sino también en Occidente: se puede producir una disociación cultural y de enfrentamiento con consecuencias graves. No hay que olvidar que para los integristas, en su afán de supremacía universal, la última reconquista a efectuar sería Andalucía, auténtico mito de recuperación para los islamistas, desde el FIS a Bin Laden.

¿Existen potenciales amenazas terroristas en las mezquitas europeas donde predican imanes integristas? Muchas de ellas han sido construidas con dineros saudíes.

La línea del wahabismo saudí y el rescate de Ibn Taymiyya, está hoy muy presente en el Islam europeo, como lo puede apreciar cualquiera que se de una vuelta por las mezquitas integristas de Londres, desde las que se hizo apología de los atentados del 11-S y se reclutaron a algunos de los participantes en los atentados. La revuelta puritana de los wahabíes del siglo XVIII ha desembocado en un integrismo tradicionalista que inspira el régimen saudí y también a su heredero directo, Osama Bin Laden. Los atentados del 11-S se inscriben en la lógica de destrucción de los símbolos del poder occidental. Han cambiado los medios técnicos de acción, pasando de la espada al explosivo, pero se mantienen intactos los principios: Bin Laden se presenta como un impoluto jeque árabe del desierto. El integrismo pretende una utópica vuelta hacia un pasado remoto y de significación autoritaria que puede tener un gran poder de atracción sobre minorías con dificultades de integración y que, al sentirse rechazados, se defienden afirmando su identidad religiosa.

 -Irónicamente, es desde Occidente desde donde se difunden muchas veces las doctrinas integristas.

-Los integristas están reeditando en Europa a todos esos clásicos suyos, afortunadamente para nosotros, porque gracias a ello los hemos podido recoger en este libro. En esos pasajes se observa que desde los primeros momentos, con los Hermanos Musulmanes egipcios en los años 30, aparece una lógica de confrontación con Occidente. Al-Turabi decía que el futuro del Islam estaba en Europa, porque les ayudaría a diseminar su mensaje a escala global. Al final, creen que hasta los católicos se darán cuenta de que el Islam es la forma más humana de existencia. Omar Abdurrahman, el jeque ciego autor de la 'fatwa' (edicto religioso) que sentencia a Sadat y mentor de los organizadores del primer atentado contra el World Trade Center, ordenó en Egipto el saqueo de los comercios de los coptos y el incendio de sus iglesias. Aún así, EE UU le concedió asilo en 1990. Lo curioso es que el Gobierno norteamericano tolerase las incitaciones a la violencia de Omar en sus sermones de la mezquita de New Jersey. Aunque hay que combatir todo tipo de xenofobia antiárabe, en una democracia no se puede permitir que en las escuelas o las mezquitas se les enseñen a los musulmanes valores antidemocráticos.

-¿Con qué autoridad religiosa emite fatwas' Bin Laden?

No creo que Bin Laden emane 'fatwas', son 'hurbas', creo. Bin Laden se considera un emir, que es una figura político-religiosa. Los términos políticos en el islam son de naturaleza humana, pero siempre con Dios incorporado. Los integristas hablan del Gobierno del 'faquí', un Gobierno en nombre de la divinidad. La sacralización forma parte de todo el sistema conceptual islámico. Un 'ulemá , un 'mulá' o un 'caíd' son jurisconsultos de distinta naturaleza, pero al mismo tiempo son hombres religiosos que administran la justicia en nombre de la ley divina. Bin Laden se considera un emir por la autoridad de facto que ejerce sobre los demás. En el mundo árabe las categorías político-religiosas son siempre dudosas. La autoridad es el mando reconocido por aquellos que lo aceptan. No existe un procedimiento democrático de elección.

-Y por lo visto, goza de amplias simpatías en Arabia Saudí, como han asegurado recientes informes de la Rand Corporation y del Council on Foreign Relations de Nueva York.

-La obsesión de Bin Laden es restaurar un califato para "la nación musulmana". Y la casa real saudí se interpone en su camino debido a su alianza con EEUU. La presencia de sus tropas en el suelo más sagrado del Islam es para él una blasfemia. Para Bin Laden, Bush es un jefe de la cruzada infiel, comparable a un jefe cristiano con el que se enfrentara Saladino. Para los integristas, admitir el cambio histórico sería tanto como negar la omnipotencia de Alá. El verdadero creyente tiene la obligación de luchar en el siglo VII contra paganos y politeístas, en la Edad Media contra los cruzados y hoy contra los enemigos de la constitución del Islam como creencia universal. En ese sentido, es más coherente con la fé wahabí que la familia real. De ahí los apoyos con los que cuenta en el mundo árabe. Después de todo, el integrismo de Al Qaeda tiene hondas raíces en la tradición suní. Wahabí es el nombre que se le da en Occidente a esa doctrina, por su fundador, Abdul Al-Wahab, pero ellos mismos se llaman almohades, la dinastía bereber puritana que invadió Al-Andalus a petición de los reyes de taifas a los que, sin embargo, despreciaban por considerarlos corrompidos y medio paganos. Desde entonces, el Islam adquirió el rostro fanático que hoy conocemos como integrismo. Hassan al-Turabi no acepta, por ejemplo, que la palabra terrorismo tenga un significado concreto. Para él, terrorismo viene de terror y terror de miedo, de modo que si en una sociedad la gente tiene miedo de la policía, cabría hablar de terrorismo. Para ellos es un término occidental que EE UU utiliza como propaganda.

-¿Es eso aceptable para la mayoría de los musulmanes?

-Los textos coránicos establecen que todo gobierno que no respete la soberanía de Alá y por tanto de sus intérpretes legítimos- es satánico y no debe ser obedecido. El Islam tiene una legislación sagrada: la 'sharía', que funciona a partir del principio de ordenar el bien y prohibir el mal. Pero el bien y el mal no son concebidos a partir de unos criterios morales: son los mandatos de Alá. El integrismo no necesitó leer a Huntington para afirmar con fuerza el choque de las civilizaciones. Al desconocer a Alá, Occidente se convierte en el enemigo que debe ser destruido. Y frente a la desigualdad de medios militares y económicos, el único recurso disponible es el empleado siglos atrás por el 'Viejo de la Montaña' de Alamut al frente de sus "asesinos": la acción terrorista. Confio en que ese mensaje no es compartido por la mayoría de los musulmanes, pero no debemos ignorar que su origen se encuentra en una interpretación religiosa ortodoxa.

 -Desde ese punto de vista, los secuestradores de los aviones del 11-S serían, en efecto, mártires.

`Shahid', el mártir en el curso de la yihad, y 'shahadá´ , la profesión de fé o testimonio del creyente, tienen la misma raíz. El mártir es el que da supremo testimonio de su fé. Y los atentados del 11-S fueron, desde su punto de vista, una acción militar legítima. Ello significa que quienes perpetran el ataque son mártires del Islam, porque sacrifican sus vidas en su lucha contra los enemigos de Alá. El Islam tiene una ideología perfectamente cerrada y que confiere al grupo que lo esgrime justificaciones para todo, siempre y cuando se haga en nombre de Alá. El cristianismo no es una religión que pretende el poder; habrá cristianos que lo pretendan, pero la religión como tal no. En el Islam, la tierra es de Alá y de los musulmanes. Todo lo que no es Islam es "la casa de la guerra". El terror de Al Qaeda, como ha establecido Bin Laden, se inscribe en el marco de una guerra sagrada tendiente a reconstruir el poder perdido a partir de 1918 para el Islam, con la desintegración del imperio Otomano, la última expresión política del mundo musulmán como potencia política.

---Gilles Kepel afirma en su último libro que el islamismo está en retirada.

-Por fortuna, a la mayor parte de los musulmanes no les divierte vivir como talibanes ni como saudíes. El modelo funciona frente a Occidente y en ese sentido se vende muy bien. En ese mundo está prohibida la música, el baile, la pintura, las novelas, la diversión, la privacidad, la risa. Pero ante las frustraciones de la pobreza y la opresión política de dictaduras laicas aliadas con EE UU, el islamismo ejerce un fuerte atractivo. A ello se debe su ascenso continuado, como lo demuestran las últimas elecciones de Pakistán, Turquía o Marruecos. Robert Lifton decía que el maoísmo no era un totalitarismo, sino un "totalismo": un sistema de valores y de creencias mucho más antropológico que ideológico porque surge desde la sociedad y no sólo desde el poder estatal. El Islam es un totalismo en el sentido que las pautas derivadas de esa creencia surgen de abajo: el integrismo no necesita adoctrinar a nadie porque la doctrina ya está en la sociedad desde mucho antes. Son dos partes de una naranja que engarzan. A ello se debe la longevidad del régimen saudí, que no tiene una legitimidad democrática pero sí religiosa. De no haber sido por la guerra en Afganistán, los talibanes todavía seguirían ahí.

---Afirma Ud. también en su libro que el integrismo no es el hijo de la miseria.

El integrismo es la mitificación de una Arcadia perdida. Esa visión arcaizante nace de un encuentro traumático con la modernidad que no lo percibe directamente la masa de desposeídos sino una élite de profesionales. Los integristas contemporáneos surgen de un movimiento de maestros, juristas, clérigos y estudiantes en universidades occidentales. Es una élite profundamente autoritaria que se cree poseedora de la única legitimidad para gobernar un mundo no dominado por ella, sino por un poder exterior.