ENTREVISTA A DOMINIQUE DE VILLEPIN ,

Ministro francés de Exteriores

JOAQUÍN PRIETO --- París--, en "El País" del 28-2-03

"No es el momento de abandonar la vía de las inspecciones"

El ministro francés de Exteriores, Dominique de Villepin, explicó ayer su visión sobre las consecuencias de una guerra desencadenada por el presidente de Estados Unidos, Georges W. Bush, con la ayuda de gobernantes europeos como Tony Blair y José María Aznar. La diplomacia francesa ha peleado mucho para evitar ese conflicto militar y su jefe apela al derecho y a la moral que deben presidir las relaciones internacionales para impedir que la ONU no tenga más opción que la de "avalar una guerra precipitada a través de una nueva resolución, como la que acaba de ser depositada por Reino Unido, EE UU y España".

De Villepin, de 49 años, se mantuvo prudente respecto a la cuestión del veto, en la misma línea del presidente francés, Jacques Chirac, que le ha sostenido en este combate por evitar o limitar, por lo menos, el alcance de una intervención militar respaldada por un discurso que desvela objetivos cada vez más amplios. En una conversación sostenida ayer con EL PAÍS y otros cuatro diarios europeos en su despacho del Quai d'Orsay (sede de su departamento), De Villepin argumentó contra la legitimidad de una intervención militar realizada antes de que las inspecciones hayan rendido sus frutos y reflexionó sobre la gestión de la posguerra, momento en que Naciones Unidas volverán a ser necesarias. Y sin mencionar a Aznar ni a Blair, no parece temerario imaginarse que les tenía en su mente cuando decía que "los europeos necesitamos un código de buena conducta", para no provocar el estallido del consenso a los pocos días de haberlo alcanzado.

Pregunta. ¿Hasta qué punto considera decisiva la destrucción de los misiles Al Samud, reclamada por los inspectores para mañana? Dicho de otro modo: si Sadam Husein no acepta eliminarlos, ¿se pasará de las inspecciones a la intervención militar?

Respuesta. Es una etapa importante porque se sitúa en la lógica de la buena aplicación de la resolución 1.441. Los expertos deben tener la oportunidad de decir, programa por programa [nuclear, químico, bacteriológico, balístico] qué es lo que hay que hacer y fijar los vencimientos de cada plazo. Ésta es la lógica del memorándum que hemos depositado en la ONU con Alemania y Rusia. Este asunto de los misiles es ejemplar: hemos obtenido informaciones a través de los iraquíes y hemos podido verificarlas. Ahora entramos en la tercera fase, que es la de eliminarlos. Francia quiere convertir estas inspecciones en un verdadero instrumento que pueda utilizarse para resolver pacíficamente otras crisis de proliferación de armas. Si nos precipitamos a usar la fuerza, la tentación será fuerte en otras crisis para recurrir también inmediatamente a la fuerza. No estamos en un callejón sin salida.

P. Pero ¿y si Sadam Husein rechaza destruir esos misiles?

R. Nuestro objetivo es el desarme pacífico de Irak. Si no se consiguiera, se podría contemplarlo todo, incluida la fuerza. Pero la precipitación me parece inoportuna. Sería paradójico que una resolución abra las puertas a la guerra, cuando las inspecciones están dando resultados. La legitimidad que da el derecho internacional es central. El calendario militar estadounidense no está acompasado con el calendario de la comunidad internacional, que considera, en su mayoría, que las inspecciones pueden conseguir el objetivo del desarme.

P. ¿Ve alguna posibilidad para la vía multilateral? ¿Francia no se está arriesgando a romper, al final, la unidad internacional?

R. Todo lo contrario. Hay una clara mayoría en Naciones Unidas para sostener la vía de un arreglo pacífico. El Consejo de Seguridad está encargado de velar por el respeto de la resolución 1.441 y prosigue sus esfuerzos para encontrar una solución pacífica a la crisis. La cuestión es saber si Naciones Unidas se atiene a esta resolución o si no tiene más opción que la de avalar una decisión precipitada de intervención militar, a través de una nueva resolución como la que acaba de ser presentada por Reino Unido, EE UU y España. ¿No es esto lo que podría afectar a la autoridad de Naciones Unidas? Cualquiera que sea la decisión de Estados Unidos, la ONU continuará siendo indispensable para construir la paz, tanto si se trata de organizar la cuestión de los refugiados como de gestionar Irak.

P. El memorándum prevé todavía 120 días de inspecciones. ¿Las fuerzas norteamericanas deberían quedarse en el Golfo durante ese tiempo?

R. Seamos coherentes. En el memorándum que hemos presentado, hablamos de vencimientos, programa por programa, y recordemos que no hay plazo final en la 1.441. Corresponde a los inspectores determinar su calendario de trabajo. Si en un momento dado desean recortarlo, ¿por qué no? Pero 120 días es la duración prevista por la resolución 1.284. ¡No nos hemos inventado nada! Continuamos fieles al objetivo del desarme. Por el contrario, estamos viendo muy claramente que el discurso de Estados Unidos se desliza progresivamente desde la lógica del desarme a la del cambio de régimen [en Irak] e incluso, más ampliamente, al de la remodelación de Oriente Próximo. Ahora bien: esta lógica no figura en la resolución 1.441 y suscita múltiples preguntas. Tomemos la cuestión del cambio de régimen: ¿quién lo decide y con qué criterios? ¿Es que la ONU no es la única instancia legítima para ello? ¿No introduciría un principio de incertidumbre y de inestabilidad suplementaria en el mundo?

P. ¡Pero los norteamericanos no aceptarían quedarse eternamente en el Golfo!

R. En nuestra opinión hay tres factores que contribuyen a presionar a Irak. El primero es la firmeza de la resolución 1.441, votada por unanimidad. El segundo es la presión militar. Y el tercero, el mecanismo interno de las inspecciones, que exige informes con plazos regulares. Esto es muy importante. Observe los progresos realizados antes del 14 de febrero [día en que Blix presentó su último informe]. Hay que continuar en esta vía, manteniendo la presión sobre las autoridades iraquíes. Lo hemos dicho: las inspecciones no pueden continuar indefinidamente, pero dan resultados. No es el momento de abandonarlas. Hay una paradoja en la crisis actual: ¡la comunidad internacional nunca ha estado tan unida para gestionar las crisis de proliferación de armamentos y hay quien se arriesga a dividirla porque el calendario no le parece lo bastante rápido!

P. Hay quien piensa que la posición de Francia está inspirada también por intereses comerciales.

R. Conozco el argumento que utiliza un cierto número de comentaristas. ¡Seamos serios! Irak no es más que el 53º socio comercial de Francia y no representa más que el 0,3% de nuestro comercio exterior. Se trata de un proceso de intenciones que no se tiene de pie ante los hechos y las cifras.

P. Da la impresión de que Francia ha suavizado su postura sobre el veto. A pesar de un amplio consenso nacional, hay voces discordantes con la posición oficial y muchos temen las tensiones en las relaciones franco-norteamericanas...

R. La posición francesa es clara y neta. Se trata de una cuestión de responsabilidad. Francia quiere conservar toda su libertad de apreciación y de acción. Puede haber matices, pero no hay divergencias de fondo en las posiciones de la mayoría. Al contrario, se aprecia una gran unanimidad de la clase política en nuestro país. Francia siente una gran amistad por Estados Unidos y lo que hay que hacer es evitar toda interferencia inútil entre la relación trasatlántica y la crisis iraquí. La encrucijada, hoy, es la capacidad de la comunidad internacional de gestionar las crisis. Se trata de la visión que tenemos sobre la organización del mundo: estamos a favor de un orden mundial multipolar, fundado en el derecho y la moral y centrado en torno al principio de la responsabilidad colectiva.

P. Pero esta cuestión ha producido división en Europa...

R. Sí, y es lamentable, cuando habíamos definido posiciones comunes por dos veces, el 27 de enero en el Consejo de Asuntos Generales [la UE] y el 17 de febrero durante el Consejo Europeo de Bruselas. Frente a una situación como ésta, y dado que algunos de nuestros socios desean tomar iniciativas, deberíamos disponer en Europa de mecanismos para concertarnos de antemano. Habría que pensar en un código de buena conducta para evitar quedar situados ante el hecho consumado, sobre todo cuando hay un riesgo de división. Es esencial que podemos reflexionar sobre los medios que permitan a la Unión Europea afirmar su ambición sobre la escena internacional.