DE ERROR A LASTRE

 

 Editorial de   “El País” del 20/02/2004

 

Con la aceptación de la propuesta de nombrar un nuevo conseller en cap, Maragall dio ayer por cerrada por segunda vez la crisis provocada por la entrevista de Carod con ETA. Hay motivos para temer que sea un nuevo cierre en falso. No porque la medida sea insuficiente, sino porque sigue faltando un elemento fundamental para evitar que la crisis se reproduzca: la aceptación por parte de Carod de que lo suyo no fue un error de forma, sino una grave irresponsabilidad política; mientras no exista ese reconocimiento y su partido tampoco sea capaz de desautorizarle, algunas costuras del pacto seguirán siendo débiles y el tripartito vulnerable a los ataques de quienes están tan interesados en hacer fracasar la experiencia de un Gobierno catalanista de izquierda.

Ahora ya se sabe que el riesgo asumido por Carod no era teórico. Y ha ocurrido lo que se temía: que lejos de suponer un avance hacia el desistimiento de ETA, el contacto secreto alentara la esperanza de los terroristas de condicionar la política -incluyendo la electoral- desde la violencia o la amenaza de utilizarla. Frente a esa comprobación, Carod volvió a plantear en términos de autoafirmación y desafío la aceptación de su paulatina marginación política. Presentó como una exigencia a Maragall el nombramiento de un dirigente de ERC como nuevo conseller en cap. Pero al hacerlo admitió que es él quien está obligado a renunciar al cargo.

¿Es esa solución la "consecuencia política de alcance" exigida por Zapatero? Lo que se planteó como retirada "provisional" se ha hecho permanente. No es poco tratándose de quien sigue siendo el líder de ERC. Pero ya había quedado por sentado que la retirada era definitiva. Luego no ha habido la asunción adicional de responsabilidades que parecía exigible a la vista de los efectos comprobados del error Carod. Tan graves han sido esos efectos que lo lógico sería que el propio Carod librase a su partido de tener que cargar con él.

Pero no está por la labor. Sigue sin reconocer que, más allá de los modos, también inadmisibles, cometió un grave error político al morder el anzuelo que le tendió ETA, actuando de forma que los terroristas pudieran hacer lo que han hecho: ofender a los catalanes, perjudicar las expectativas electorales de la izquierda, meter una cuña en el Pacto Antiterrorista, dar munición al PP. El dilema que tienen planteado Maragall y el PSC es si vale la pena seguir adelante con su apuesta por el tripartito con un lastre tan pesado; sabiendo que esos efectos podrían reactivarse con cada atentado de ETA, o con la publicación por la banda de las actas -verdaderas o maquilladas- de sus conversaciones o con cualquier otra maldad que pueda ocurrírseles a los encapuchados.

Es deseable el mantenimiento del actual Gobierno catalán; pero no a cualquier precio. Sería deseable porque se trata de una experiencia legítima, aunque con sus riesgos, de integración de un partido independentista y pacífico en la normalidad democrática. Algo que podría tener una función pedagógica para la Euskadi posterior a la derrota de ETA. Y también porque era una experiencia menos arriesgada que la alternativa de un pacto entre las dos formaciones nacionalistas, unidas por la ideología más que por la política. Pero no a cualquier precio: no valdría la pena si por mantener la alianza con ERC se desestabilizara y fracturara la política catalana, se siguiera situando a ETA bajo los focos y se rompiera la relación entre el PSC y el PSOE.

La condición para evitar estos males es que ERC no sólo condene el comunicado de ETA o su utilización por la derecha, tal como ya ha hecho, sino que se desmarque sin ambigüedades de la iniciativa de su secretario general. Aunque sea falso lo que dice ETA sobre la búsqueda de una tregua por separado, en un libro publicado en octubre pasado el propio Carod se ufanaba de haber conseguido que, gracias a sus contactos con Otegi, en marzo de 2001, desde esa fecha "aquí no ha habido ningún atentado", salvo "la acción lamentadísima y condenable en Santa Pola" (Alicante), parte de lo que Carod considera Països Catalans. Pero en ese tiempo los hubo por este orden en Lasarte, Zaragoza, San Sebastián, Madrid, Leiza, Leaburu, Getxo, Beasain, Orio, Madrid de nuevo, Andoain y Sangüesa.

Es cierto que la derecha está teniendo un comportamiento gravemente irresponsable. Todos los partidos catalanes han rechazado enérgicamente el comunicado de ETA, pero Aznar todavía aseguró ayer que ERC está "lejos de condenar el comunicado terrorista". También culpabiliza injustamente al PSOE de la crisis, utiliza alegremente el comunicado etarra para poner en peligro el consenso antiterrorista y aprovecha todo ello para repetir como un sonsonete la falta de liderazgo de Zapatero. Pero será difícil combatir toda esta exhibición de oportunismo mientras Carod no reconozca y corrija claramente el suyo.