IRAK Y EUROPA

Artículo de EDUARDO SERRA, Presidente del Real Instituto Elcano en "ABC" del 11-2-03

LA guerra no es solo un fracaso político, es también algo mucho más grave: la guerra es una tragedia humana. Por ello cuando se plantea esta disyuntiva hay que analizar con todo rigor si la guerra es legítima en primer lugar y si la guerra es necesaria (o inevitable) en segundo lugar.

Por eso, ante una cuestión tan importante, lo primero que hay que tener es el ánimo sereno y proveerse del mayor número posible de elementos de juicio; primero para formarse una opinión lo más acertada posible y luego para, en su caso, informar a quien lo solicite, sean estos los responsables políticos, los medios de comunicación social o la propia opinión pública; esto es lo que intentamos hacer desde el Real Instituto Elcano de Relaciones Internacionales y Estratégicas.

Analicemos, pues, en primer lugar la legitimidad de esta, más que posible, probable guerra en Irak. Nos ha tocado vivir un periodo de la historia extraordinariamente cambiante en el que de repente se nos ha colado, casi sin enterarnos, el concepto de globalización, nos puede gustar más o menos, pero de un modo incuestionable está ahí, tenemos que contar con él. Es una globalización de la economía, pero también, aunque más lentamente, de la política y, desdichadamente, es también una globalización de los riesgos y amenazas. ¿Qué quiere decir ello? Ni más ni menos que existen armas susceptibles de causar daños ingentes a las poblaciones (quizás muy poderosas pero también muy vulnerables) y que esas armas contra cuya proliferación luchamos, pueden ser manejadas por un reducido grupo terrorista y pueden tener un alcance insólito hace tan solo unos pocos años; todos, todo el mundo estamos expuestos a esas armas y a esos riesgos.

Por tanto es más necesaria que nunca la existencia de un orden internacional y cualquier orden exige como primer requisito para ser tal, la capacidad de ser cumplido, la exigencia de su cumplimiento. Sucede que el orden que tenemos es un orden vetusto y tambaleante; vetusto porque refleja la realidad internacional de hace mas de 50 años: la de 1945 cuando fue creada la Organización de Naciones Unidas, que consagró el equilibrio resultante del fin de la Segunda Guerra Mundial. Primero la Guerra Fría, después la caída del muro de Berlín y el desmoronamiento del imperio soviético y, paralelamente, la progresiva emergencia de una única superpotencia, hacen que ese orden sea, como decimos, vetusto, pero además de vetusto es tambaleante porque se adapta poco y mal a las exigencias del mundo globalizado que nos ha tocado vivir.

Pero ese es el orden que tenemos y hay que defenderlo, puesto que quizás si no exigimos el cumplimiento de ese orden, el escalón siguiente para todos los miembros de la comunidad internacional sea que ese orden pueda ser incumplido sin que tal incumplimiento acarree ninguna sanción.

El régimen iraquí ha dado muestras sobradas, reiteradas y persistentes, no sólo de no cumplir un orden que en su caso concreto fue expresamente aceptado para conseguir un alto el fuego en la llamada «Guerra del Golfo», sino que se ha burlado y mofado de dicho orden; tan sólo cuando ha visto el riesgo de una sanción inminente, ha hecho las mejores promesas para luego incumplirlas también de modo reiterado y sistemático.

¿Qué pasa si no se reprime la actitud del Gobierno iraquí? Con toda probabilidad surgirán por doquier intentos de imitarlo, por lo que aquella proliferación contra la que luchamos podría convertirse en una realidad explosiva y prácticamente inmanejable.

En definitiva, la Organización de Naciones Unidas ha fijado unas condiciones al Gobierno iraquí, condiciones reiteradamente incumplidas, y si no atajamos mediante la oportuna sanción ese incumplimiento, corremos el riesgo de convertir el orden vetusto y precario en un desorden anárquico e inmanejable. Recordemos que ese no es un incumplimiento cualquiera, sino singularmente inquietante, puesto que nos deja a todos al albur de que un grupo terrorista cualquiera obtenga alguna vez las armas para los fines propios de esas organizaciones que en España, por desgracia, conocemos muy bien.

Hablemos de la necesidad. ¿Es necesaria esta guerra? ¿No hay otro remedio para atajar el riesgo y la amenaza que sufrimos?, o dicho de otra manera ¿es inevitable? Llevamos más de diez años intentando evitar la guerra, se han fijado zonas de exclusión, se ha impuesto un régimen de sanciones, se han dictado más de 16 resoluciones, sin que hasta el momento haya habido el menor atisbo de cumplimiento por parte de Irak. Algunas voces piden más tiempo, más tiempo para los inspectores y lo piden algunas voces importantes y algunas voces europeas. Pero no seamos ingenuos, algunas de esas voces reflejan posiciones interesadas: del no hacer en Irak algunos están obteniendo pingües beneficios. En todo caso queda por hacerse la pregunta ¿qué debe hacer Europa? Europa lleva años trabajando para ser algo más que un mercado común, llevamos mucho tiempo intentando hablar en el mundo con una sola voz, pero esa voz ¿la debemos construir entre todos los europeos o nos la deben dictar sólo unos pocos en acuerdos bilaterales?

En todo caso ¿cuál debe ser la posición europea? Además de fruto de un consenso debe responder a los genuinos intereses de Europa, no tan sólo a los de alguna nación europea. Desde el final de la Guerra Fría, Europa ha dejado de ser, desde el punto de vista estratégico, el centro del mundo. Debemos ser conscientes de esta pérdida de poder a la que hemos contribuido entre todos abdicando de una responsabilidad esencial para cualquiera que quiera defender unos valores, unos derechos, o unos intereses. Hemos perdido paulatina y continuadamente la capacidad de defendernos. Eso quiere decir que Europa va perdiendo fuerza en el escenario internacional y hacemos de la necesidad virtud: puesto que no tenemos fuerza (militar) excluyamos el uso de la fuerza militar (y así se notará menos nuestra impotencia). Recordemos a Ortega cuando decía que sólo una mente arbitraria puede creer que las legiones romanas crearon más conflictos que los que evitaron con su propia existencia. Si no se dispone de fuerza legítima, queda uno al albur de cualquier fuerza ilegítima.

Hemos perdido la capacidad de defendernos y hemos preferido que sean otros quienes paguen para defendernos ¿Es lógico en esta encrucijada debilitar el vínculo trans-Atlántico?

Volviendo al tema de Irak creo que la pregunta clave es si ha habido algún indicio verosímil en estos más de diez años que indique un cambio de actitud en el Gobierno de Irak; mientras sigamos esperando, seguimos tolerando el incumplimiento y por tanto dejando abierta la puerta a los riesgos de que hablaba más arriba.

Todos querríamos que hubiera más tiempo, pero la demora no es gratuita, sino que tiene un coste, quizá un coste muy alto, por ello es obligación de los responsables políticos, o mejor, de los políticos responsables, tomar las decisiones necesarias para evitar a sus poblaciones esos riesgos que, si por desgracia llegaran una vez, todos lamentaríamos.

Pero entonces ya no habría remedio.