ESTOS DEL PSOE LA VUELVEN A LIAR 

 

 

 Artículo de Iñaki Ezkerra en “La Razón” del 16/08/2004

 

Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)

 


La «kale borroka» ha vuelto con el PSOE. Éste es el hecho irrebatible que, tras los incidentes del pasado miércoles en San Sebastián, no pueden tapar las estúpidas afirmaciones de que «se trataba sólo de un hecho aislado» y «una desagradable manera de divertirse» que ha lanzado al aire mediático Antonio Camacho, el secretario de Estado de Seguridad. Haciendo un esfuerzo de generosidad podría pensarse que Camacho trata de eludir precisamente ese hecho, esquivar esos titulares en los diarios. Y hay que reconocer que, intencionada o casualmente, lo está consiguiendo. Estamos hablando más de las estupideces de Camacho que del hecho grave en sí: la «kale borroka» ha vuelto con el PSOE. Ha vuelto pero no exactamente el miércoles sino antes. Volvió con los destrozos que sucedieron a la manifestación de la ex Batasuna celebrada unos días previos también en el escenario urbano de San Sebastián. Ha vuelto la «kale borroka» dentro de una campaña diseñada por la propia ETA para recordarnos que existe, para que no olvidemos su terrorismo ni en la versión «junior» ni en la «senior». Es decir que no sólo responden a un plan organizado los reincidentes incidentes donostiarras sino que ese plan va más lejos y de él forman parte también las bombas de Asturias y Cantabria.
   Haciendo otro notable esfuerzo de generosidad –esto es, no achacando las declaraciones de Camacho a la estupidez pura y dura– cabe preguntarse también si éste cuenta con promesas y con informaciones del PNV sobre que esos rebrotes de violencia están controlados y sólo pretenden asustar un poco, adobar con un poco de terrorismo el plato del Plan Ibarretxe, que –aunque pretende servirse de la ausencia del terrorismo para avanzar– necesita del terrorismo a su vez para hacer valer sus bondades, para presentarse como solución de un problema que «todavía existe» y para que el chantaje se explicite con el contraste que le es tradicional e inherente: «Aquí puede verse al chantajeado sufriendo el terror si rechaza el Plan; aquí el chantajeado ya libre del terror si lo acepta». El grave hecho de que la Ertzainza no haya practicado una sola detención entre medio centenar de encapuchados refuerza esta tesis de que el PNV está haciendo su juego, sirviéndose del terrorismo callejero y de la necesidad de ETA de dar algunas señales de vida para sus intereses políticos.
   Si así fuera, si ése es el control de la situación que tiene el Ministerio de Interior, si las del PNV son todas las garantías de que va a quedarse en un «hecho aislado» el rebrote de la «kale borroka» (evidente porque ningún gamberro de la comunidad autonómica andaluza o madrileña sabe hacer cócteles molotov), Camacho no estaría incurriendo en una estupidez táctica sino estratégica, o sea en una estupidez de mucho mayor calado que la de unas declaraciones inaceptables para gentes de su propio partido como Miguel Buen y hasta el propio Odón Elorza. Porque el PNV siempre ha jugado sucio en lo referente al terrorismo no siendo nunca leal a otra cosa que no fueran sus planes y porque todo el desastre del PSOE en materia de Interior de la época González (GAL incluido) tuvo su verdadero origen en las hipotecas socialistas con los nacionalistas, en la incapacidad de afrontar la lucha transparente y abierta contra el terrorismo hasta las últimas consecuencias para no disgustar al PNV.
   Desgraciadamente, tienen un hondo calado los incidentes de San Sebastián y lo tienen las estupideces de Camacho, que son tanto tácticas como estratégicas. El plano más superficial no debe hacernos descuidar el otro. Y esa doble naturaleza de la estupidez de Camacho es la que explica la «insegura seguridad» con la que fue a la Menéndez Pelayo a ratificarse con la misma cara traspuesta de Elena Espinosa después de meter la pata en Europa con las ayudas al algodón y al aceite españoles, pero sacando a diferencia de ella, un pechito que no viene a cuento y que resulta preocupante. La universidad está para buscar la verdad, el conocimiento. Él ha ido a esa universidad para seguir en sus trece. En la mejor de las hipótesis estamos ante un niñato cabezón, pero eso tampoco es tranquilizador ni dice nada a favor del partido que le ha dado esa responsabilidad y donde se debería saber de sobra que la situación vasca no está para niñatos cabezones. El problema que presentan las estupideces de Camacho es que no son –no pueden ser– una anécdota dado el puesto que ocupa y que llueven sobre mojado. Es fácilmente detectable en él la misma alegría con la que Mercedes Gallizo, la directora de Instituciones Penitenciarias, defiende que los etarras vuelvan a la Universidad del País Vasco, la misma osadía con la que el pobre chico ese, Madina, dice unas bobadas que hacen temblar el Misterio. El problema es que, bobadas y estupideces aparte, con el PSOE vuelve la «kale borroka», vuelven las bombas continuadas de ETA, vuelve ETA a la Universidad vasca, vuelven las negativas de extradición de etarras en la propia Unión Europea, vuelve la sombra de Vera en la Comisión del 11-M, vuelve la desunión contra el terror. El Pacto por las Libertades se rompió el mismo día de los atentados de Madrid en el que se usó el terrorismo como tema electoral.
   Tienen algo de niños viejos todos esos que andan jugando con el terrorismo en ese partido. Tienen las mañas del antiguo PSOE pero con caras nuevas y sonrientes. La cinematografía del terror a menudo recurre a los niños, al contraste entre el mal y las caras de inocencia. En ese contraste reside lo siniestro de la sonrisa de Zapatero. No es una sonrisa inocente. Un Gobierno como ése, que sale removiendo votos entre los escombros, un «Gobierno de la bomba» no puede sonreír como si nada hubiera pasado. Y quien sonríe como si nada hubiera pasado es que lo hace con la sonrisa del cine de terror. Viéndole a Camacho sonreír mientras insiste en negar la existencia de la «kale borroka» a uno le entra una certeza: «Éstos vuelven a liarla».